La poesía es una de las formas de perderse y engañarse, para caer deslumbrado en el poder creador del lenguaje. Esta afirmación está avalada en la cantidad de intentos por encontrar una definición de ella sin lograr más que la caída incesante en su juego que busca siempre hacer emerger mundos a donde huir de éste, ensordecedor. Allí se enfrenta el poeta a la construcción de ese estilo por la vía del asesinato de sus fantasmas. La poiesis griega y el arte verbal chino desembocan en un designio irrevocable de crear desde el lenguaje.
Plinio Chahín ha alcanzado ese momento de perfilamiento de su estilo poético, la concreción de una poeticidad madura, la redondez de una búsqueda que empezó hace décadas en los concilios tallerísticos y en las soledades lezamianas. Su habla poética viaja de lo incierto en una aproximación de juventud con el barroco, a los redondos versos y hallazgos lingüísticos de: Si parece irreal es coincidencia; texto de madurez donde explora cierto intimismo, pero con más ventanas abiertas que en Hechizos de la Hibrys
Cabe conferir a los poetas, no solo la vivisección de la lengua como concreción de su capacidad creadora, sino también la trascendencia de los bordes y límites que imponen corrientes y modas. No temas, canta. Se establece de este modo deslindes contra el flujo de la repetición que todo destruye, contra el barro que ha empantanado ciertas voces aquí y allende el mar de letras. Pero no alegaremos lo del alter, sino la nueva fronda del árbol cuyas ramas traen hermosos vientos y evidencian fecundidad.
De este modo, nos acercamos al último texto del poeta Chahín, topos donde confluyen diferentes corrientes, donde se combinan, para producir un exquisito lirismo, a un tiempo la alegoría del amor y la muerte, pero también la exploración, borradura y excavación esquizo de un lenguaje tendido entre el pensamiento y los sueños, hacia donde nos arrastra “lívidos insomnios, sus ángeles terribles.” Y vemos asomar la pulsión más allá del amor tribal y trivial de estos días.
Vulcanizando la herencia defendida por él y el poeta José Mármol, de un “poetizar como pensar”, se desplaza, sin embargo, al centro del automatismo recuperado, resonancias del surrealismo que, al decir de Paz, pasó, pasa y pasará; una respiración perpetua sobre todo decir poético. Cuando Chahín dice: Deshabitemos remolinos deliciosos, vastos dédalos/ Continuemos suspendidos sobre el filo y en la cresta de la trama… se derraman perfumes de cierto Paul Eluard.
El propio acto de la escritura es un acto de amor, si alcanza su razón intima, su color profundo, su papel trascendente. En Si parece real es coincidencia hay esos tres elementos. Veamos:
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La razón intima es un viaje, ignoto, secreto de una búsqueda de los umbrales. Viaje en un “navío de larguísimos espejos y una vela” que nos evoca el viaje interior en espejos hiperbólicos. Ítaca inversa, parece que el poeta vuelva a sí. Escapa “por la ventana del mundo” y pide a la mujer que le acompañe.
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Color profundo: las palabras en un buen poema deben pintar. En este texto el cuadro es expresionista donde aflora la luz y sombra perfilando cuerpos y los ojos salen al encuentro con las formas.
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Trascender las formas de la carne y buscar la inmanencia de la palabra reveladora, ha sido el viaje de retorno: el cuerpo de la amada es esencia.
Campo abisal de imágenes hiperbólicas, ajedrez neobarroco a veces y, sin embargo, quizá a despecho del autor, un profundo lirismo se respira en la construcción de estos poemas que, a ratos, recuerdan la propuesta creacionista de Huidobro. Empero en su estrategia personal el poeta hace estallar el ritmo convencional y emerger como en un jazz la melodía de los silencios representados por los signos de puntuación que, intencionalmente, cortan el verso que se oculta en la estrofa. La invención de hiatos, cesuras y apotegmas idílicos revelan la estrategia y voz propia.
La referencia al cuerpo no es el erotismo vulgar sino una búsqueda mítica y a veces mística. En una “ansiedad de templo despejado” aparecen las referencias al mito del andrógino: “yo solo existiré en aleación contigo”. La unión en forma de collar del lingam y el yoni remite a sexo sagrado a la Maithuna que Paz occidentalizó, al Tantra liberador, el Kundalini desatado. Mitos recuperados para el rito de los encuentros. No se trata de un “delirio semiótico” que busca la significación/resignificación o analogía de ciertas tradiciones del logos/mitos; antes bien es el establecimiento de un diálogo con ciertas mitogonías.
Las herramientas simbólicas con las cuales se cincela la obra literaria dependen en mucho de la historia personal del escritor, de su relación con la tradición y la universalidad, su dialogía con sus contemporáneos. Escritura/lectura/diálogo, el necesario detector a prueba de golpes que significa la consciencia critica, la lectura en segundo grado de lo propio. No se sostiene la tesis del escritor naif, aunque suene radical, el poema hoy no se escribe solo: la búsqueda del texto puro va acompañado de una capacidad de escarbar, de arqueología solo posible con las herramientas simbólicas identificadas y afiladas. Chahín es un escritor con una consciencia escritural cuyo germen fue el tallerismo y cuya consumación ha sido el estudio.
Mundo de la magia e intervención del discurrir chato de los días, ulceración de lo ordinario con la sutil inoculación de nuevos semantemas, no solo para la figuración del verso (oculto en la prosa) sino para la configuración de un universo de contextos como el cuerpo, el viaje y la escritura misma. La riqueza lexical, el encantamiento de las serpientes cotidianas por vía de la “palabra encantada” y la imantación del deseo con giros verbales que la metáfora hace creíbles, se conjugan en este mundo creado por el poeta que sí, parece irreal, no por coincidencia, sino por trascendencia.
¡Fiesta por la nueva poesía de Plinio… por la Voz y su Huella!