La comida, mencionada en siete de los Doce cuentos peregrinos, constituye una articulación de la significación total de los textos. Me referiré a algunos de ellos para el propósito de mi análisis. En “Me alquilo para soñar” se narra la historia de Frau Frida, una misteriosa mujer que había sido la ama de llaves del embajador de Portugal en La Habana y que poseía la capacidad de predecir el futuro en sus sueños. En una visita a Barcelona, el narrador cuenta el encuentro con Frau Frida y con el poeta chileno Pablo Neruda, a quien invitaron a cenar: “No he conocido a nadie más parecido a la idea que uno tiene de un Papa renacentista: glotón y refinado. . . Matilde, su esposa, le ponía un babero que parecía más de peluquería que de comedor. . . Aquel día en Carvalleiras fue ejemplar. Se comió tres angostas enteras descuartizándolas con una maestría de cirujano, y al mismo tiempo devoraba con la vista los platos de todos, e iba picando un poco de cada uno, con un deleite que contagiaba las ganas de comer: las almejas de Galicia, los percebes del Cantábrico, las cigalas de Alicante, las espardenyas de la Costa Brava. . . solo hablaba de otras exquisiteces de cocina, y en especial de los mariscos prehistóricos de Chile que llevaba en el corazón. De pronto dejó de comer, afinó sus antenas de bogavante. . .” (30-31).

En este extenso fragmento, se caracteriza/caricaturiza al poeta Pablo Neruda. Es un esbozo lleno de gracia entre dos amigos: Gabriel García Márquez y Pablo Neruda. El humor se revela en frases como las siguientes: “Papa renacentista: glotón y refinado”, que posee una aparente contradicción, ya que se supone que un glotón debe ser grosero y sin modales. La lista de los mariscos de las costas españolas sirve de referencia a los mariscos “prehistóricos chilenos” que lleva en su corazón, lo cual refuerza la identidad entre el poeta chileno y su cultura. El poeta, gordo y glotón, además de engullir los mariscos, devora cons sus ojos el mundo, para transformarlo en su poesía.

En “El verano feliz de la señora Forbes”, una institutriz alemana se queda al cuidado de dos niños durante un verano en que los padres. La comunicación entre la institutriz se establece a través de la comida. (La cocinera es Fulvia Flamínea.)  La señora Forbes impone una estricta disciplina, acorde con el esencialismo acerca de la cultura alemana.  A través de sistema de puntuación que al alcanzar los cincuenta, los niños tienen derecho a una doble ración de postre: “[N]unca volvimos a encontrar unos budines más deliciosos que los de la señora Forbes” (59); “sus pasteles de crema, sus tartas de vainilla, sus exquisitos bizcochos de ciruelas, como no habíamos de conocer otros en el resto de nuestras vidas” (60-61). Entre las reglas de etiqueta, había que sentarse a la mesa “con la espina dorsal apoyada en la silla” y masticar “diez veces con un carrillo y diez veces con el otro” (60).

Los niños entablan una relación de odio/amor con respecto a la comida. Si, por un lado, adoran los budines, por el otro, detestan la sopa: “la eterna sopa de fideos de aquel verano aborrecible” (60). “—Estoy hasta los cojones de esta agua de lombrices”, expresó uno de los niños (63).  Otro comentó que no le gustaba la “murena” que sirvieron para la cena, a lo que la señora Forbes respondió con una elaborada explicación histórica y cultural acerca de aquel pescado. Al probar el primer bocado, el niño vomitó, por lo que fue castigado con no comer postre.

Continuará