Estas dos magníficas actividades culturales: La Feria Internacional del Libro y la Lectura 2023 y la Trigésima Bienal de Arte del Ministerio de Cultura, marcaron un hito en la forma de su realización y por tanto, un punto de inflexión favorable al arte y la cultura, respecto a lo que se venía haciendo, lo cual no es malo ni cuestiona lo anteriormente hecho, pero el sector cultural sentía la necesidad de que se repensara la manera en que estos grandes eventos del Ministerio de Cultura habrían de ser realizados a favor de los artistas, gestores culturales y público en general

Celebro y felicito el empeño puesto por la ministra Milagros Germán, en la realización de una Feria del Libro deseada y pensada en la manera que finalmente se hizo, y del lado de la Bienal, el viceministro y actor de reputación, Giovanny Cruz, y a sus respectivos equipos, en la medida que se complementaron de forma dinámica y cumplieron con su meta a favor de los públicos que la visitaron. Felicitaciones por el logro.

Por otro lado, tengo a bien comentar que el caso de la Feria Internacional del Libro hubo el percance de su realización en la fecha convencional que se suele hacer, mes de abril, y por tanto esto de por sí, se convertía en desafío para sus organizadores, sin contar que la temporada climática no favoreció inicialmente las actividades, tanto de la Feria del libro como de la Bienal y hubo que desafiar las lluvias, posponer la inauguración de una y otra de estas actividades.

A pesar de todo, sorprendente resultado el día de la inauguración de ambas, en fechas distintas pero muy cercanas. Artistas, gestores culturales y población en general se hicieron presente abarrotando los sitios de inauguración. Deseo, pasión y voluntad de éxito marcaron desde el público, estas dos convocatorias de gran significación y trayectoria en el mundo cultural dominicano.

La organización, concepto, diseños de los pabellones, estructuración de un programa que privilegió al libro y la lectura, además de la presencia de importantes escritores internacionales, debates, paneles, exposiciones como la del Pabellón de Israel en el Museo de Historia y Geografía, como la de la galardonada y reconocida escritora Jeannette Miller, en la Biblioteca Nacional, dieron un toque y una estética, lúdica, de contenido museístico agradable  a la muestra, que por más de una semana recibió la Plaza de la Cultura a estudiantes, escritores, gestores culturales, jóvenes, artistas, extranjeros y todo tipo de público que, organizado con criterio y contenido, hicieron recorridos por sus distintas instalaciones.

Áreas bien concebidas en los distintos pabellones como en los museos y otros espacios verdes de la Plaza Cultural, se especializaron para evitar congestionamiento, producir una movilidad de público ligera, especializando los distintos espacios.

El espectáculo propiamente como atractivo no fue determinante y dio un giro al diseño conceptual de la Feria del libro en favor del libro y la lectura, lo cual me pareció uno de los componentes de inflexión favorable al éxito de esta nueva convocatoria.

Igualmente, Los pabellones con aire acondicionado y en un tamaño espacial, digamos que, adecuado, hicieron que la gente disfrutara dentro de ellos: las casas Editoriales, los libreros o librerías, y espacios lúdicos como el de la inteligencia artificial, eran recurrentemente visitados.

Menos notorio se hicieron las parafernalias de las instituciones públicas que apabullaban, con sus grandilocuentes inversiones, lo que por naturaleza es un espacio para el libro, no necesariamente para la promoción institucional. Meritorio el éxito alcanzado y el trabajo de entrega del Ministerio de Cultura y de su ministra que visitaba a diario en ropa informal, apoyando y dando seguimiento a la jornada.

De igual grandeza lo ha sido la trigésima Bienal que ha alcanzado hasta el momento un público desbordante de entusiasmo e intereses en el arte, los artistas y sus obras que suman más de un centenar expuestas, y por encima de 700 participantes inicialmente, que muestra el interés puesto por los creadores en la convocatoria.

Combinada con visitas guiadas, paneles, conferencias, entrevistas de prensa a los organizadores, transmisiones de programas de televisión desde el sitio de la Bienal, elección de la obra del público, y sobre todo, una buena comunicación y fluido dialogo con la Feria Internacional del libro que dieron una empatía institucional a ambas convocatorias y una oferta sin desperdicios.

De la Feria Internacional del Libro y la Lectura, me queda la agradable sensación de que se puede focalizar la actividad de cultura en la que el espectáculo, con el que no tengo conflicto, no se trague la convocatoria que  va de hecho acompañada de una propuesta conceptual que debe ser su centro de atención, y esta gestión así lo ha hecho con esta Feria Internacional del Libro y la Lectura, la Trigésima Bienal de Arte y  las celebraciones de la Noche Larga de los Museos, triada de la que se produjo un punto de inflexión de estas convocatorias a favor y en mejora de sus resultados y expectativas esperadas. Felicitaciones.

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