Encopetados intelectuales con escasos dilemas sociales, enquistados en su mayoría allende los mares, “en los países”, donde la ciencia, las artes y la cultura general tienen una nutrida vigencia, claman por el boicot a una de las escasas fiestas de la cultura dominicana como lo es la Feria del Libro. ¡Barbarazos! Les importa un bledo que las gentes sencillas del pueblo por algunos días sientan una chispa del calor tonificante de los libros. Todos nos conocemos, sabemos el café que se cuela detrás de esta conjura contra los dominicanos.

Se arguye como motivo básico el repudio al sionismo. Estoy de acuerdo con el rechazo a esa corriente criminal, que de modo arbitrario a despojado de sus tierras a los palestinos. Pero esos “antisionistas” en su mayoría están alineados con entidades foráneas que persiguen  unificarnos con los vecinos. Sus propósitos estratégicos son una malhadada intervención “humanitaria” insular, conociendo muy bien que por encima de la territorialidad isleña común, somos dos pueblos totalmente diferentes por situaciones que se iniciaron a partir de 1606 con las devastaciones de Felipe III. Lo único plausible es promover vivir en paz, cada uno en su lado.

Desde cómodas poltronas en el exterior estos señores y sus cofrades locales en contubernio con esas instituciones exógenas, tienen como propósitos primordiales que transitemos el doloroso camino de los palestinos y pasemos a la condición de parias en nuestro propio territorio. Anhelan encerrar a los dominicanos en un Apartheid suis géneris.

Reitero, considero inmerecido que la Feria del Libro sea dedicada al Estado agresor de Israel, si se organiza una protesta frente al pabellón de ese colectivo genocida allí estaré como siempre, pero esto no es motivo para tratar disuadir a los ciudadanos pretendiendo no acudan a la más amplia actividad cultural anual. El simple recorrido a través de un mundillo libresco contribuye a motivar en los jóvenes no solo en la preocupación por el libro, sino la lectura, que constituye uno de nuestros mayores déficit de escolaridad. Las ferias del libro son muy necesarias aquí por la sequía en materia de lectura, donde el “pote” lidera como producto promocional.

Todo luce que la invitación al Estado fascista de Israel es parte del enfoque  gubernamental harto atrasado, en materia de política exterior. Pero en la Feria no será todo apología al Estado genocida.  Son unos malvados los que aspiran a inhibir el aire puro del ambiente cultural, obviamente maltratado desde hace muchos años por la desidia estatal.

Plantearse boicotear esa actividad es un vulgar atentado al desarrollo cultural y educativo dominicano. Los entiendo, la mayor parte de los distinguidos intelectuales que asumen el llamado a la odiosa exclusión solo les interesa el naufragio de ese proyecto, en nada les afecta, solo ganan, ganan…

No obstante, siempre aparecen quienes les gusta pescar en mar revuelto, pretendiendo meter gato por liebre. Para defender la calidad de esta recreación cultural no hay que traer a Stalin agarrado por los moños y presentarlo como un ogro. Este hombre de acero, con su firmeza revolucionaria fue un factor fundamental para que el pueblo ruso derrotara al nazismo hitleriano, que perseguía destruir toda la humanidad para ellos imponer un utópico y racista “espacio vital”. Fue el pueblo ruso armado liderado por Stalin que ofrendando su sangre avanzó hasta Berlín, cortando de cuajo la amenaza ecuménica de Hitler. No se equivocó Ramón de Campoamor cuando proclamó: «Es más vil la calumnia que con maña, injerta en la verdad una mentira».

En su operatividad la Feria también tendrá sus bemoles, como todas. Lo mejor es que se ha retornado al lugar más adecuado, por su amplitud y ubicación de importantes edificaciones culturales, que generalmente son poco visitadas. Además, en la zona colonial no hay condiciones logísticas para esa actividad.

Es de alto interés el cambio de fecha, porque en América la mayoría de las ferias son realizadas en abril, coincidiendo con el día de Cervantes y esto es un obstáculo para invitar a escritores y editores de América, comprometidos con sus ferias vernáculas.

Lo negativo siempre será lo de Israel. ¿Qué producción editorial nos traerán? Libros justificando sus crímenes contra el pueblo palestino y los países árabes limítrofes.

Cuando el invitado es un país de Hispanoamérica la práctica ha demostrado enormes éxitos con la presencia de  sus editoras. Recuerdo con fruición las ferias dedicadas a Venezuela, Uruguay, Chile, Puerto Rico, Cuba y Guatemala entre otras, disfrutamos bastantes con sus editoras. El lector sencillo, incluyendo a los bibliófilos empedernidos lograron conseguir importantes obras de esos países, que no conocemos no solo en sus ámbitos históricos, sino culturales y geográficos. Esto es indiscutible, sino que lo digan los reconocidos bibliófilos Odalis Pérez, Miguel de Camps, Juan Ventura y Basilio Belliard, entre otros.

Todo luce que la invitación al Estado fascista de Israel, es parte de nuestra estática  política gubernamental atrasada en materia de política exterior. Por encima de todo se debe dejar respirar un aire puro como lo es el ambiente cultural, maltratado desde hace muchos años por la desidia estatal.

Otro factor de interés es intentar que la feria sea del libro, que el libro sea el festejado, generalmente es el objeto menos mencionado. La historia de la última década, es que al realizar un recorrido por los pabellones o stand nos tropezamos con un sinnúmero de librerías fantasmas, que solo aparecen para aquellos momentos. También se produce la resurrección transitoria de librerías cerradas que en otrora fueron estelares y se levantan como Lázaro del sepulcro, para ofertar los libros que quedaron en sus anaqueles. La circulación del libro es nuestro punto débil, con la muy notable excepción de la Librería Cuesta y los ingentes esfuerzos de Isael Pérez.

En este país no hay editoriales formales, solo las patrocinadas por una que otra institución oficial. Incluso el Ministerio de Cultura desde hace varios años clausuró la librería que regenteaba en la zona colonial, con libros en su mayoría de la Editora Nacional, que desde hace mucho tiempo ha reducido su producción. Sabemos que esto reside en el bajo presupuesto de la institución, pero el Gobierno es el primero que debe interesarse en reforzar estos renglones, aunque sea con fondos del Ministerio de Educación, que en última instancia tienen los mismos fines. Es mejor que la “política” de repartir limosna.

Siempre será importante recordar la colección de libros inéditos publicados por la Editora Nacional, cuando la dirección cultural estuvo en manos de José Rafael Lantigua, promotor de la editora y la librería, obviamente recibió apoyo para esas actividades de progreso cultural. Estimo si se solicita su asesoría ferial, como muy buen bibliófilo aceptaría.

A las ferias se debe priorizar dedicar e invitar países hispanoamericanos, por el idioma que facilitan la presencia de editoras de esas naciones con obras asequibles a la mayoría de nuestra población, dada la afinidad de lengua. Es pertinente aumentar el respaldo a entidades como la Academia Dominicana de la Historia, Archivo General de la Nación, Universidad Autónoma de Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Banco Central, Banreservas y otras, para que insistan en mantener y ampliar su labor editorial. Estos deben ser los principales frutos a exhibir en una feria del libro local.

Ante la ausencia de editoras formales, los autores  en nuestro medio en gran medida son los que no han permitido que libro criollo zozobre de modo total, con sus publicaciones personales que salen muy costosas (díganmelo a mí), además son víctimas del abuso de la Dirección de Impuestos Internos, con su angurria recaudatoria arguyendo dizque no les cobran tributo al libro, pero si al autor. Mucha “eficiencia” fiscal con los pobres diablos de los escritores dominicanos.

En las ferias los escritores criollos, salvo algunos de renombre son relegados a un cucurucho con varias mesitas para que se pasen los días enteros ofertando sus libros “desgañotándose” como si vendieran  productos pútridos  en un mercado público. Por eso, aunque el suscrito es un autor del montón, no pierde su tiempo con una mesita en un rinconcito de un stand, mejor guardo mis energías bucales para cualquier piquete que participe, sin  importarme lo que haga la policía, si porque no me van a amedrentar.

Con sus errores como es lo rutinario, la Feria del Libro es una fiesta cultural de los dominicanos y nadie debe perturbarla, todo intento en esa dirección constituye un atentado al desarrollo de la patria dominicana. Esa fatídica propuesta de alejar a nuestros ciudadanos del libro es una aberración antipatriótica, promovida por personas que tienen un objetivo muy bien definido.  Hoy en día, en muchos países desarrollados donde se había impuesto la virtualidad educativa, han regresado a la escuela presencial, donde el maestro y el libro nunca perecerán.

¡¡¡Atrás la trama antinacional de pretender boicotear la Feria del Libro!!!