Manuela Josefa Cabrera Tavares, nuestra Fefita La Grande (1944), se merece la creación, elaboración y difusión nacional e internacional de un documental audiovisual serio, de calidad, lo bastante bien hecho para no dejar dudas del talento, la chispa y la vida de su protagonista.
Alguna vez alguien la calificó como “nuestro Mick Jagger sobre la tarima” por su dominio natural de los escenarios, acordeón en mano, la intensidad de sus bailes pese a la edad y el humor “cibadeño”, su verdadera marca de fábrica.
Sí, La Vieja Fefa se merece un documental como Under The Influence (2015) que cuenta la vida y obra de la leyenda del Rock, Keith Richards (1943). Un testimonio fílmico de alguien que ha dado mucha agua de beber. Hay que aspirar a lo grande. No todo puede terminar en la Plaza Juan Barón.
Y esto es así porque Manuela Josefa Cabrera Tavares no es solo la excitante música y acordeonista del género perico ripiao, el merengue fundacional por excelencia que atraviesa los tiempos y se mantiene en el gusto popular en los circuitos urbanos rurales de Villa González-Navarrete-Mao-Santiago Rodriguez llegando hasta Washington Heights y sus cruces. Nueva Yol no duerme y ella lo sabe.
La Fefa es más que eso, es el símbolo femenino más “duro de matar” del Cibao Profundo. Después del Monumento, nadie osa hablar mal de Manuela Josefa.
Es el sudor y la dignidad de una mujer que si no te menea, mejor que te apee. Construida a cincel por sí sola. Saltando las barreras del clasismo sin mirar hacia atrás.
Hace muchos años cuando las discotecas de pueblos se disputaban clientes y orquestas entre Santiago y Moca, tuve la oportunidad de asistir a una de sus fiestas en una de esas discotecas, si mal no recuerdo camino a Mao, Valverde.
La devoción y la pasión que esta mujer provocaba en el público eran sencillamente apabullantes. Los hombres subían a la tarima a cantar y a bailar con ella. Todo el mundo se sabía las letras de los merengues, menos yo, por supuesto…
Esa vez, se hizo dueña total de la noche. Para esa época amenizaba con su grupo, sin orquestas secundarias. Más de tres horas sin parar. No sé cómo podía. Me limité a verla actuar desde mi mesa. Más nada. Caerles atrás a esos merengues había que estar en muy buena forma…
El ambiente y los códigos en las conversaciones eran totalmente diferentes para mí. Un español cibaeño mezclado con un spanglish versión San José de las Matas o Jánico. Todo aquello te daba a entender que las discotecas de la capital no tenían nada que ver con mi experiencia maeña.
La Gran Fefa no será tan mega millonaria y super famosa como Keith Richards pero se merece su documental con buenos fotógrafos, un director de fuste que sepa lo que tiene entre manos, con buenas locaciones y un equipo de rodaje que la mime y la haga sentir en todo momento como el símbolo femenino mas “duro de matar”, la hará core del perico ripiao, la que te puede reclamar en cualquier momento ¡¡¡Te menea o te apea!!! … Adio vea, no somo loco!!!!