“No fue simplemente morir.
¡Fue dar la cara para siempre!
(René Del Risco Bermúdez)
En la isla de Santo Domingo no había caña de Azúcar. Las primeras plantas las trajo el Almirante Cristóbal Colón en su segundo viaje. Fueron sembradas por vez primera en América en La Isabela, donde se reprodujeron rápidamente gracias al excelente terrero existente.
De allí fueron llevadas a la naciente villa de la Concepción de La Vega, donde también creció en abundancia. Un español conocido como Aguilón con la construcción de un rustico trapiche produjo una especie de azúcar que para el historiador Emilio Cordero Michel era una especie de raspadura, que servía para endulzar, aunque luego realmente produjo azúcar.
Esta azúcar era de carácter local y aunque se quisiera comercializar al mercado internacional tenía el obstáculo de que La Vega era una villa mediterránea, donde la llegado a un puerto para su exportación era difícil. Cuando se agotó drásticamente la extracción del oro, como eje de la economía de la colonia, los españoles, a partir de 1514, apelaron a la producción azucarera para sustituir una economía en decadencia y redefinir una nueva dimensión económica.
En Yaguate y en Nigua, el emprendedor español Gonzalo de Veloza sembró caña y por el puerto de la ciudad de Santo Domingo en 1521 exportó azúcar a nivel comercial para el mercado español. La demanda de azúcar, indujo a la construcción de ingenios para el proceso de tener suficiente azúcar para Europa. Según el distinguido historiador Frank Moya Pons hizo que rápidamente se podía contar unos 19 ingenios y 6 trapiches, construidos en la cercanía de los ríos de Haina, Ozama y Nizao para el transporte al puerto de Santo Domingo.
El núcleo central de la producción azucarera se concentró en el enclave Haina-Nigua-Nizao que llegó a tener la existencia de 19 ingenios, convirtiéndose en la primera industria azucarera de América. La casi inexistente mano de obra indígena y española, dio como alternativa a los propietarios de estos ingenios, para no colazar, acudir a la trata negrera y traer africanos en calidad de esclavos.
En el viaje del supuesto “descubrimiento” de América, ningún negro acompaño al Almirante en esa travesía. Se cree que vinieron algunos en el segundo viaje. Documentalmente está definido que en el 1499 llegaron los primeros procedentes de España. Eran negros ladinos importados de Sevilla y Lisboa y posteriormente llegaron de diversos lugares diferentes. En realidad, no llegó el africano sinos los africanos porque eran provenientes de etnias diversas que tenían cultura, lenguas, creencias, etc., diferentes. llegaron en calidad de esclavos, los cuales eran destinados para los ingenios y una parte para los quehaceres domésticos en la ciudad de Santo Domingo.
La historia oficial ha definido que estos esclavos eran sumisos, incapaces de rebelarse. En realidad, esto es una vil falsedad, una mentira, porque desde que llegaron, los esclavos pensaron en el regreso a África de donde fueron arrancados, separados de su terruño, de sus familiares y amigos.
Lo que ocurre, es que, al principio no conocían el terreno, no sabían dónde estaban y para donde ir, en el contexto de los ingenios, estaban con una seguridad y una crueldad irracional, sin piedad, llena de abusos, humillaciones y torturas, con una impunidad total. Era entonces natural que parecieran sumisos.
Aun así, a partir del 1503 comienza un proceso de agitación que culmina en el 1522 cuando en el ingenio de Diego Colón en las inmediaciones de lo que hoy es Villa Mella, en las cercanías del aeropuerto Joaquín Balaguer, 40 esclavizados de la etnia jolofes se rebelaron y huyeron para las montañas de Neyba y el Bahoruco. La casi totalidad fueron asesinados en el camino, pero su acción estremeció la isla y fue la semilla para un proceso intenso que se desarrolló desde entonces de cimarronaje. ¡Era la huida de los Ingenios en la búsqueda de la libertad!
En la antigua hacienda de Boca de Nigua, en San Cristóbal fue construido un ingenio azucarero por el Marqués de Aranda, el cual era administrado por su sobrino Juan Bautista de Oyarsabal. Este Ingenio era de los más grandes, llegando a tener más de 200 esclavos en la producción azucarera. El 30 de octubre de 1796, el grito de libertad resonó en toda la isla cuando estos 200 esclavos se rebelaron, apoderándose de el por varios días. Al frente de este acontecimiento estaban los esclavizados Tomás Congo y Antonio Carretero, destacándose Ana María, una valiente esclava, la cual en momentos de euforia fue coronada como reina de la revuelta.
Con refuerzos externos los propietarios retomaron el control del Ingenio, los cuales ejercieron todas las represarías con los esclavizados atrapados, con los castigos más crueles y despiadados.
Esta fue la rebelión de esclavizados más trascendente de la parte española de la isla, rompiendo el mito de la sumisión del esclavizado africano, demostrando su amor por la libertad en un grito de dignidad. Fueron derrotados, pero no vencidos, porque siguió el proceso del cimarronje por parte de los esclavizados. Esta rebelión quedó como símbolo libertario. Hoy es patrimonio nacional.
Pero faltan políticas culturales y educativas de Estado que valoricen la trascendencia de un acontecimiento como este que no puede pasar desapercibido. Las clases de historia de las escuelas públicas, de los colegios y de las universidades debían obligatoriamente ir a lo que queda de estos Ingenios azucareros, estudiantes y profesores, para que tengan la vivencia y comprendan la magnitud de esta parte de nuestra historia y sobre todo para que revaloricen el protagonismo de lucha de los esclavizados africanos y se rompa el mito de su supuesta sumisión y asuman conciencia de como lucharon por su libertad.
La comunidad de Nigua debe apoderarse de este monumento y patrimonio que es el Ingenio y cada 30 de octubre debe de conmemorarse este acontecimiento en una lucha contra el olvido.