Nataly María Rodríguez/Colaboración especial para Acento

¿Qué plantea el currículo dominicano sobre la enseñanza de la literatura? Es la pregunta que intenta responder este artículo. Lo primero que salta a la vista cuando exploramos el contenido referente a la enseñanza de la lengua y la literatura es el título, y con ello, el primer signo de alerta: ‘’Lengua Española’’ es la designación que, al parecer, engloba el aspecto literario. No obstante, lo que constituye el núcleo del problema no es un detalle tan menudo como un título, sino los contenidos literarios que se proponen.

Tras una mirada genérica a la malla curricular del área de Lengua Española del primer ciclo del nivel secundario, se puede constatar que solo existen dos textos literarios asignados a cada grado, frente a nueve textos funcionales no literarios. En estos textos funcionales abundan los contenidos conceptuales y procedimentales, relegando al último puesto las actitudes y valores. Sin embargo, concentrándonos únicamente en el aspecto literario se observa que los textos seleccionados para cada grado se circunscriben solamente al género narrativo y lírico. ¿Dónde está el teatro? ¿Dónde está el ensayo? Lamentablemente, no son tomados en cuenta.

A continuación, se muestran las tipologías narrativas y líricas correspondientes a cada grado expuestas en el diseño curricular dominicano en el área de Lengua Española (Ministerio de Educación de la República Dominicana [MINERD], 2017):

Primer grado Segundo grado Tercer grado
El cuento policíaco y detectivesco El cuento de amor y amistad El cuento social, político y cultural
El caligrama La décima El madrigal

Tomando como modelo el cuento policíaco y detectivesco se puede evidenciar que las competencias específicas se limitan a perseguir propósitos lúdicos y recreativos ‘’Comprensión escrita: Comprende cuentos policíacos que lee para conocer la trama y recrearse’’ (Minerd, 2017, p.196).

¿Dónde quedan las inferencias, las posturas y voces de los estudiantes? En este texto literario las inferencias se limitan a conocer el significado de las palabras desconocidas y a predecir el contenido del texto a través del título. Sin duda, un ejercicio crítico bastante sencillo. En este sentido, es necesario un replanteamiento de la importancia y utilidad de la literatura como vías para estructurar el pensamiento y ampliar nuestra visión de mundo. La literatura no se detiene en el disfrute o el placer; es un medio para conocer la identidad de pueblos, culturas, en fin, para conocer al ser humano, eje central de las sociedades. Es oportuno promover en las aulas dominicanas la lectura con propósito y no como simple espacio de deleite.

De la misma manera, se demuestra la debilidad en la enseñanza de la literatura del diseño curricular expuesto con el estudio de los indicadores de logro que deben alcanzar los estudiantes. Estos avances se restringen a diferenciar el cuento policíaco y detectivesco de otro tipo de cuentos, a identificar su estructura, resumir su contenido empleando conectores lógicos y responder preguntas (Minerd, 2017). Incluso en la producción escrita, el indicador de logro prioriza el apego a la estructura de la secuencia narrativa, frente a la creatividad del alumno. Este punto nos lleva a cuestionarnos: ¿Por qué tanta importancia a estructuras, normas y aspectos formales de la lengua cuando las bases curriculares exponen que la educación dominicana se sustenta en un enfoque por competencias que prioriza el uso frente a la norma? ¿Por qué no se refleja en la malla curricular y, sobre todo, en las aulas?

Libros puestos en circulación por el Banco Central.

Además de los indicadores de logro, es preciso, a su vez, señalar la escasez de contenidos relativos a las actitudes y valores. ¿Qué es la literatura sino una fuente de principios y acciones humanas? Estos contenidos deben ser reposicionados en el actual diseño curricular de cara a que los conceptos, teorías y procedimientos acerca de los textos literarios trabajados se desprendan de la interioridad del autor y alumno. Esto es, de los códigos éticos y morales, ideologías y visiones insertas en las piezas literarias propuestas en el currículo.

Es inaudito pensar que el estudiante se apropiará eficazmente de conceptos y procedimientos que se encuentran desconectados de la sensibilidad humana. La emoción es parte de la educación integral humana que plantea el mismo currículo tras el Pacto Nacional para la Reforma Educativa en el país (2014-2030):

‘’La educación está orientada a construir una ciudadanía plena mediante la formación integral de personas conscientes de sus derechos y sus deberes, respetuosas de los principios y valores constitucionales; personas autónomas, solidarias, éticas y socialmente responsables, comprometidas con la igualdad y la equidad de género, la atención a la diversidad, el uso sostenible de los recursos naturales y la protección del medio ambiente” (Minerd, 2017, p.18).

El valor añadido de esta visión educativa está, precisamente, en los principios que desarrolla la persona con miras a transformarse en un ser humano comprometido, sensible a sus conciudadanos, independiente y crítico. Para ello no es suficiente la estructura narrativa, la función y estructura de los textos funcionales o el reconocimiento de la importancia del cuento como una herramienta para socializar. Es pertinente una interiorización del contenido para que, al final, el estudiante pueda crear a partir de ello. Esta última parte parece ser la más olvidada en las aulas dominicanas.

Estamos repletos de copias e imitaciones. Los estudiantes deben estar sujetos a lineamientos de terceros que alienan su capacidad creativa. No hay espacio para la novedad o lo diferente. Si lo que muestras no cumple los criterios de evaluación, no sirve.

Fundamentalmente en la literatura las restricciones se llevan la emoción de producir algo que nadie más haya hecho. Pero ¿cómo lo crearé si lo que se me exige en la escuela es que conozca la estructura del cuento policíaco o el cuento del amor y la amistad? ¿Qué pasa con todo el universo que resta? Cuando de la enseñanza de la literatura en República Dominicana se trata, aparentemente, hay más preguntas que respuestas.

Otro aspecto que necesita fortificarse en la enseñanza de la literatura es la oralidad. Este es un punto contradictorio entre la realidad y lo que se plantea en el currículo. En la malla curricular se justifica la importancia de los textos literarios por ser ‘’un recurso para socializar con los y las demás’’ (Minerd, 2017, p.195). Ahora bien, si nos dirigimos a las aulas, y tomo como referencia mi experiencia en prácticas docentes desde hace tres años, se podría asegurar que las actividades de producción son eminentemente escritas.

En primer lugar, porque es más fácil evaluar las destrezas escritas que las orales. Segundo, porque aún existe en el sector académico el estigma de que la escritura es más importante que la oralidad. Esto explica el por qué la conversación no es uno de los textos funcionales centrales de la asignatura de Lengua Española, aun cuando es el más utilizado en la cotidianidad. De nuevo, si se prioriza el uso en nuestro currículo, ¿por qué no se refleja la conversación en el diseño de este o en las aulas? Y tercero, es más fácil imitar por escrito que de manera oral, donde la espontaneidad es la norma. Por lo tanto, el propósito de socialización que se persigue con los textos literarios no se cumple, porque las actividades programadas en la clase de Lengua Española se limitan, en su mayoría, a trabajos escritos.

De aquí, entonces, se derivan los comentarios de profesionales de la educación que escuchamos a diario: ‘’Los jóvenes de secundaria no saben expresarse’’, ‘’No saben exponer su punto de vista’’, ‘’Mis estudiantes no pueden argumentar y defender una posición’’. Efectivamente, lo que no se practica no se aprende. Añadiendo también que lo que no se retroalimenta de manera continua no se mejora.

Finalmente, y no por esto menos pertinente, se advierte la ausencia de una teoría y crítica literaria en el diseño curricular del área de Lengua Española. Si bien se reconoce que la praxis es la que lleva a cabo la transformación en todos los aspectos de la vida humana, la misma no sería posible sin la teoría; sin el conocimiento. En este sentido, ¿dónde está la teoría literaria en el currículo dominicano? Quizás, la educación de nuestros niños esté pensada para basarse en el actuar, pero toda acción debe tener una razón. Los estudiantes deben saber cuáles son los orígenes, las causas de aquello que aprenden.

Al estudiar las teorías literarias los estudiantes podrían intentar responder a la pregunta de cómo hacer literatura e, incluso, teorizar acerca de ello. Se trata, pues, de que las teorías incluidas en el programa de estudios del área de Lengua Española den paso al ejercicio del pensamiento, previo a la creación. En suma, es conveniente que los actores educativos estén plenamente conscientes de que el perfil de un egresado del sistema educativo dominicano no es simplemente desempeñar una función en la sociedad o ‘’responder’’ adecuadamente ante un reto.

Antes que ser útiles, deben ser humanos y este es el fin que la educación debe perseguir desde todas sus áreas académicas. A este respecto, ¿qué mejor conducto que la literatura para despertar en nuestros jóvenes el aprecio a la dignidad humana? ¿Qué mejor manera de inculcarles la valía del ‘’ser’’?