En el acto creativo se fluye, se destapa el torrente. Fluye la cosa y la esencia. Empieza en una negación de la cosa misma y una afirmación de la esencia. Cuando la esencia se hace afirmativa entonces aparece el arte. O sea que el arte, el que produce el estado poético, viene dado por la organización de las estructuras que conforman la conciencia en movimiento, en la fragua creativa. Hay que acotar que el arte en estado puro solo está en la imaginación y en la máxima sensación humana, capaz de alcanzar la “nota clave”, la misma que desprende la vida, la misma que desprende la muerte. No es una simple emoción estética, es la máxima emoción contemplativa del ser, o quizá la máxima emoción generativa del ser, aunque otros podrían afirmar que en vez del ser es del pensamiento o de ambos.
Primero es la nada y luego la afirmación que se autoniega para afirmarse. El acto creativo hiere y desangra, transforma y trasmuta, miente y es veraz. Profana lo sagrado y sacraliza lo profano. Pero en su estado artístico el acto creativo esencialmente miente, para revelar la verdad otra, o las verdades otras, las que están encerradas en la metáfora, en la extrema similitud transmutada.
Desde el punto de vista del otro el arte borra la logicidad y la arroja a los ingrávidos estadios de la fascinación, el éxtasis o la verdad anhelada. Aquí las razones no existen, ni tienen sentido que existan porque es el arribo al final del camino, que es la máxima aspiración del razonamiento. Las razones, los juicios, abren muchas avenidas, caminos, veredas, trochas, que pueden conducir a todas partes; pueden desembocar a las puertas del asombro, del miedo, de la felicidad, del amor, de la fascinación, de la gloria y el infierno; vistos y sentidos por medio de las acepciones asignadas por el imaginario y la realidad sensibles, particular y colectivo de los seres humanos.
La facultad de crear mueve las articulaciones mentales y físicas, y puede combinarlas. Ejercita la mente y moldea el ser. Ahora, ¿quién nos creó? Unamuno nos habla de una conciencia superior, lo mismo que aseguran ciertas escuelas místicas y religiosas. O la concepción especulativa de otros, que en algún estadio el ser humano se autofecundaba. De la frase del Génesis: “Varón y hembra los creó”, una especie de andrógino perfecto con sexos totalmente definidos capaces de la autofecundación, como pasa con algunas plantas. Bueno, pero este tema no nos conducirá a certezas irrebatibles: Nada por donde nos lleve la mente humana deja de tener sus misterios y sus tentaciones.
El acto de fe puede apoyar al acto creativo, aquí las certezas son aceptadas sin que existan evidencias verificables y eso es rechazado por el pensamiento científico. Pero la fe tiene la facultad de apoyar la voluntad que es el carro que hace mover el acto creativo generado en la conciencia.
Al crear se niega, se afirma, se miente y se hace veraz en el proceso de consumación del arte, pero primero se niega. Como hemos entredicho esa consumación nunca será totalmente pura. Esa pureza puede existir por sí misma en la autoorganización de sus componentes, pero no por la manipulación de los otros.
La creación funciona como un comportamiento de emergencia, en el sentido que plantea Edgar Morín. Ahora bien, ya hemos dicho que el arte se hace veraz en su consumación, ahora completamos que al mismo tiempo se hace mentira. Al crear se niega el vacío, y me refiero al vacío conceptual. Lo que está ahí gravita en un espacio-tiempo, que antes no estaba, ni siquiera el espacio-tiempo existía. ¿El espacio-tiempo es una creación o autocreación?, ¿es un matrimonio originario de la naturaleza misma?
Siempre habrá misterios insondables y mientras más sabemos más nos preguntaremos. Para Aristóteles el hecho y la realidad eran muy importantes, para otros la ontología de la realidad, y por supuesto, para mí el acto real, quién hace la realidad, y dentro de esa realidad, cuál es su dinámica funcional.
La creatividad apunta a la conformación de la realidad, de la realidad propia para hacerla social, aún en el más profundo surrealismo. La manera de perfección de esa realidad pone de relieve la naturaleza artística que es inherente a la creatividad. La realidad tiene estructura de ficción, como a decir de Lacan, parece entonces que la ficción es inherente a la realidad y a la verdad.
Para los pensadores como Heidegger “Solo hay mundo donde hay lenguaje”. Estas ideas se debaten en planteamientos como el de la creación según la versión cristiana: “En el principio era el Verbo…”, (Jn. 1:1-3). Pero ¿hasta dónde se puede afirmar que todo es lenguaje? La creatividad es soportada por el lenguaje y también por la lengua… Refiere Heidegger que “La lengua es la casa de la verdad del ser”. En este caso yo diría que el lenguaje también lo es, porque la verdad del ser no está solo en “la casa de la lengua”. Tampoco, las cosas no solo son conformadas por el lenguaje, como si la lengua y el lenguaje fueran los únicos artesanos. Siguiendo las razones de Heidegger debemos pensar que las cosas ya existen y habitan en el interior del lenguaje, y son sacadas a la realidad como algo nuevo. Entonces, los creadores solo son entes que vienen de ese mundo y se convierten en mediadores, en escrutadores de la casa del ser para construir otras realidades —que por supuesto— en el plano ficcional no responden a lo real que pueda ser verificada por medio de una experiencia sensible. Se diría que la realidad aparece en varios estadios, como por ejemplo: La otra realidad, la realidad y la realidad otra.
La otra realidad viene de atrás, de la ontología de la realidad, y es una memoria que guarda el subconsciente freudiano, que es producto de la memoria, de un pasado genético quizá, donde se ejercita la imaginación. La realidad otra, también es producto de la imaginación, que proviene al ser destruida la realidad que la cubre y suele ser trascendente por la aproximación e interpretación de la esencia, y la realidad, que es la percibida por medio de la experiencia sensible, la cual soporta otras fuentes, denominaciones e interpretaciones.
Aunque no se puede ser taxativo en ningunas de las descripciones anteriores, de todas maneras, la realidad caracterizada y conceptualizada, será motivo de fuertes debates, más aún cuando se desarrollen las capacidades humanas que guarda la memoria genética de los individuos, cuando se disminuya el umbral gnoseológico y se pueda inferir en otras dimensiones de la realidad. Eso fortalecerá mucho más la capacidad creativa y el desarrollo del arte.
Si bien la creación apunta a la negación, a la afirmación, a la mentira y a la verdad, también es cierto, que cada uno de estos conceptos es caracterizado por una ética particular, por lo antiético particular; por unos valores y antivalores. La puesta en práctica de los valores y antivalores que los conforman define el estado de degeneración o el estado de consumación del resultado de la creación. O sea, que el componente ético del acto creativo, sigue siendo un pilar que soporta las artes, y el caso que nos asiste, de la literatura.
El autor es escritor y educador
Domingo 5 de marzo del 2023
Virgilio López Azuán en Acento.com.do