La poesía se revela no solo por medio del verso; también, puede hacerlo en el escrito en forma de prosa, eso siempre lo supo Charles Baudelaire. O sea, se puede hablar de poesía en verso, poesía prosada y prosa poética. La poesía en verso viene dada en una estructura versificada.  Muestra características determinadas como son: estrofas, versos, medidas, números de sílabas, rima, ritmo… Mientras que en la poesía prosada, la poesía se presenta escrita en forma de prosa, sin los rigores del verso. La prosa poética es aquel texto realizado de forma prosada pero “salpicada” por la intención y el lenguaje poético. En esta hay una carga menor de imágenes y símbolos. Su fuerte comunicacional es más directo, destacándose la belleza del lenguaje y del uso de la lengua. Historias escritas en forma de cuentos, novelas y teatro, pueden presentar algunos elementos plásticos para embellecer la lengua y el lenguaje utilizado.

La contemplación y las ventanas de Kafka

El libro de Franz Kafka, Contemplación (1913), está compuesto por relatos literarios más cercanos a la prosa poética que a la narrativa convencionalLlegó a decirse del escritor que: “Buscó el sentido de la vida como judío no creyente, es decir, como miembro de un pueblo que se había constituido por la fe en Dios. De esta manera, su pertenencia al judaísmo fue muy problemática, porque al no creer en Dios, su identidad tenía un vacío esencial; su judaísmo era un muerto vivo, como el personaje de su cuento”. El pensamiento kafkiano no coincide con los emanados de las etapas o dimensiones de la contemplación cristiana, como sucede en los casos de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz o Sor Juana Inés de la Cruz.  Sin embargo, a pesar de no ser creyente, Kafka llegó a “contemplarse”, hacer un retrato de sí mismo, con una fuerte carga de imaginación, razonamiento e intuición. Lo revelan los relatos “Niños en la carretera” (1904-05) y “Contemplación distraída” (1907), contenidos en el libro antes aludido.

Kafka fue un autor con acceso a múltiples ventanas para contemplar no solo su memoria, sino todas las memorias dentro de cada memoria. Ventanas para mirar lo que pasa afuera y penetrar por las ventanas de los de afuera para ver lo que pasa dentro de ellos.  También, veía puertas en la locura por donde penetraba y se verificaba la metamorfosis del alma del hombre. Podía ver lo horrendo y lo estético, sondear como argonauta, mares cerúleos o procelosos. Era un personaje del mundo que vino del vientre de otro mundo. Y habitaba el mundo nuevo. Nadie podría describirlo mejor que su genialidad, cuando en una carta a su prometida Felice Bauer (6-agosto-1913) le dice: “Tuve durante la noche un verdadero ataque de locura, no lograba dominar mis ideas, todo se disolvía hasta que en medio de mi máxima angustia vino en mi ayuda la figura de un sombrero negro como de comandante napoleónico, que se apoyó sobre mi conciencia y la mantuvo apretada con fuerza”.

El relato kafkiano

Lo expresado anteriormente viene del mundo de las ideas. Kafka estaba contemplando su "conciencia”, que estaba siendo “apretada con fuerza”. No entraremos en los detalles de las teorías de la conciencia mística, metafísica o iluminada, para alargar la explicación del acto contemplativo, porque este no es el objetivo principal del presente texto. Pero sí deben explicarse algunos aspectos: El relato kafkiano está presentado en prosa, y con las ideas en caos, hecha ríos, hasta que un objeto simbólico “como un sombrero negro”, pudo contener esos ríos. De la conciencia misma, en el mundo de las ideas, está conectada la vena interna que hace fluir el río donde debe sumergirse el sujeto para poder contemplar.

Y en un acto de pura contemplación, Kafka en el relato “Niños en la carretera”, escribe: “Luego los pájaros salpicaban el espacio con su vuelo; yo los seguía con los ojos, los veía subir de un solo impulso, hasta que ya no me parecía que subieran, sino que yo caía; debía sostenerme de las sogas, y comenzaba a balancearme un poco, de debilidad; pronto me columpiaba con más fuerza, el aire refrescaba y en vez de pájaros en vuelo parecían temblorosas estrellas”. Aquí el acto contemplativo se sigue con la vista, los “veía subir de un solo impulso…”, (a los pájaros). Se reconocen y exploran imágenes hasta llegar a divisar luces de “temblorosas estrellas”.

La contemplación y la experiencia mística

Contemplar no es solo fijar la atención en algo o reflexionar sobre ello. Al hacerlo, se entran a dimensiones de angustias, abordajes, éxtasis previos, pequeños descubrimientos, en espera de la captación de la verdad de forma infusa, como sucedería con la contemplación mística. Santa Teresa de Jesús en “el proceso de su contemplación pasa a través de una riquísima gama de alternativas y sacudidas psíquicas, de estados de ánimo y dinamismos íntimos, cuyo punto de partida es la agitación y las primeras oleadas de pavor y terror, y cuyo término final es la paz moral y psíquica” (Pág. 17). Ella llevó a la poesía sus experiencias místicas: “¡Ay que larga es esta vida! / ¡Qué duros estos destierros, /  esta cárcel y estos hierros / en que el alma está metida! / Solo esperar la salida / me causa un dolor tan fiero, / que muero porque no muero”. Penetró a sus “Moradas” espirituales por medio de la contemplación, quizá una de las experiencias místicas más destacadas del cristianismo. Santa Teresa, por medio de su poesía, logró despertar esa corriente espiritual atribuida a la sensibilidad.

La contemplación con fines de crear la conciencia mística conlleva la realización de procesos, muchos de ellos desconocidos por el sujeto. Algunos se encuentran en sagrados arcanos, que se desprenden de la conciencia cósmica. El acto de contemplación mística, conlleva a vestirse con un ropaje que fluye en forma de río y el sujeto tiene que sumergirse completamente, vestirse, como se había expresado antes. Entonces, ese sujeto empieza decisivas batallas psíquicas, físicas y metafísicas, en procura de aprehender la verdad y la realidad última de las cosas. Por medio de “la contemplación poseemos, de modo profundo y auténtico, el objeto al que se dirige nuestro entendimiento, no para adecuarlo a nuestra conveniencia, sino con el deseo de conocerlo tal cual es, respetando su naturaleza y tratando de descubrir la verdad que encierra, la realidad de su ser” (Peláez Martín, 2009. Pág. 136).

Reflexiones

A veces reflexiono, como otros lectores, sobre diferentes obras de autores clásicos o modernos, como es el caso de Dante de Alighieri y su Divina Comedia Comedia, y digo, que esta obra debió hacerse en medio de un profundo acto de contemplación y revelación. Todo lo expuesto por el poeta florentino en ese poema épico, revela de forma alegórica, el tránsito del hombre camino a la purificación. Lo hace para liberarse espiritualmente de sus pecados y poder contemplar el origen del conocimiento y la perfección. Verifica un supremo estado de catarsis impulsado por las virtudes morales.

En el libro Zen en el arte de tiro con arco de Eugen Herriegel (Bungaku Hakusi) aparece esta expresión: “El hombre es un ser pensante, pero sus grandes obras las realiza cuando no calcula ni piensa”. Otra frase parecida la referida en los estudios teosóficos o gnósticos es que “La mejor forma de pensar es no pensar”. Quizá postulantes del conocimiento de la verdad y la realidad última, por medio de la razón, podrían disentir de tales aseveraciones. Para que ambas frases tengan sentido deben ser contestadas a la luz del conocimiento adquirido por medio de la intuición y de la revelación, emanadas del proceso contemplativo.

El poeta Rabindranath Tagore en su poema “El discípulo”, donde precisamente habla del lenguaje del Señor, muestra un acto de comunicación de suprema comprensión. Una articulación plena de la conciencia divina y la del discípulo: “Yo comprendo la voz de tus alas / y el silencio de tus árboles. / Comprendo la escritura de tus estrellas / con que nos explicas el cielo”. Aquí el poeta traspasó los niveles del acto contemplativo, se envolvió con las túnicas doradas de la conciencia mística creada en la fragua del alma, y su espíritu pudo solazarse en verdades reveladas.

Esa contemplación del poeta pudo haber venido del mundo sensible, de un destello de luz, de un motivo de la naturaleza externa o interna, vinculada con lo divino, con las irradiaciones del alma. De ese material está hecha la poesía. Lo que cabe, es el análisis del lenguaje utilizado para que la poesía fluya por medio de las palabras. Que se logren trasmitir verdades reveladoras, —con Eros en estado de ebullición—, escritas en códigos secretos del alma humana, con sus rayos esplendentes, en el buen sentido Aristotélico, como si brotara en la physis.  Por ejemplo, dentro de sus claridades el poeta dominicano Tulio Cordero, que es uno de los importantes exponentes de la poesía contemplativa dominicana, en una clara muestra de la conciencia en fervor místico, nos trae los siguientes versos, de su poema “Claridades traviesas”: Te escuché: / cielo claro y nube mansa, / arroyuelo travieso, / fuego y hervor de cascadas. / Te escuché: / ardorosa savia, / ligero viento sonoro, / juego de verde en las ramas.

Consideraciones finales

Así como se cristaliza la conciencia mística, también se puede crear la conciencia poética. La fuente de luz de ambas puede ser la misma. El acto de creación ha sido tratado como un acto propio de los dioses. Incluso Apolo, en la mitología greco-romana, era considerado como un dios. Era el dios de las artes, de la belleza, de la armonía, del equilibrio y de la razón. Era identificado con la luz de la verdad. El origen de la palabra poesía la encontramos en poiesis que para los griegos significaba creación.

Ya para estos tiempos de la evolución del pensamiento humano, todos estos conceptos míticos y mágicos han ido perdiendo esencias; sin embargo, los principios de la creación poética o artística, en sentido general, buscan explicaciones en los fenómenos trascendentes de la razón, las creencias, la intuición y hasta de la imaginación.

Lo que es irrebatible es que por medio de la contemplación se puede hacer contacto con el rayo de la poesía e irse con él. La provocación producida por un simple destello de luz, o una imagen conmovedora de la naturaleza al ser contemplada, abre puertas por donde entra ese efluvio, energía, chispa o vibración de la conciencia que llamamos poesía.

 

El autor es escritor y educador

Domingo 18 de junio 2023

 

Virgilio López Azuán en Acento.com.do