Hablar con justicia de Carmen Pérez Valerio no es solo referirse a una genuina cultora del género lírico, sino también a una recia intelectual dada al ejercicio del pensamiento profundo. Carmen Pérez Valerio tiene la capacidad de sentir, estremecerse y ejercer una sincera crítica y orientación literaria de certeza y sinceridad hecha, y para quien el hecho poético es un amoroso mirar hacia el ámbito de lo luminoso, una estela de memoria de lo acontecido y lo que acontecerá. Sus aportes hacen de ella una sacerdotisa quemando incienso en la alta alcoba de las esencias, la estancia donde todo y todos son El Todo, una única realidad que la llama con música y arcanos que su corazón conoce.
Como poeta, Pérez Valerio es singular por la temática que alienta su orbe poético y por el entramado discursivo que la distingue. Se trata de una poeta citadina para quien la ciudad es una pradera, una casa y un sonoro río que se va y no termina de irse. Llama a la atención como a esta poeta, dentro de la cotidianidad, para muchos hiriente, la ciudad se le revela como el espacio donde debe buscar su sentido de ser. Ella no fantasea ni teje imaginerías que la puedan desviar hacia laberintos hacia ninguna parte. Esta creadora de finísima sensibilidad e intuición aguda está habitada por la ciudad, abriéndole una ventana para que su conciencia dialogue con “lo de afuera”, y pueda ello asomarse y verse en lo que está dentro:
Transito el asfalto
descifrando la memoria.
Camino los extremos,
percibo esa otra forma que
atrapo y se diluye.
Trazo líneas sobre piedras,
invento números para fechar durezas,
luces encendidas, eras,
hombres desnudos.
El fuego arde en neblina,
en amapola, y sobre mi cabeza el
tiempo, siempre el tiempo.
La ciudad, en Carmen Pérez Valerio es también una mirada hacia adentro, hacia lo que pugna por revelársele. En ella canta una voz cuyo sello es la originalidad, en la búsqueda permanente de su identidad última, de su anatomía oculta. Como en toda su obra, es algo que se puede observar en el siguiente poema:
Una voz allá afuera me llama.
Abro la puerta camino repitiéndome
en las paredes y el asfalto.
De regreso mi sombra se alarga en su fatiga,
sin embargo, aun escucho mi nombre
calle abajo.
Alguna vez he de encontrarme.
En la poética de esta creadora la clave es la mirada, ese modo de ser en vínculo con las cosas. Entonces, no es ella la que mira, la ciudad le mira, se mira a través de la mujer, y es mirada que se mira de blanco en los laterales cristales de la lluvia que desanda descalza de tiempo, tocándose de antigua humedad. Y aunque a veces, tanta luz sin una mitad de sombra quiere perderla, expande su conciencia, y allí asiste a experiencias que la dejan desnuda de carne, vigorosa como un ala, y hace de esperanza un andamiaje para volver a La Fuente, al sosiego en consciencia de estar siendo con ella emanación de todas las cosas:
La tarde me devuelve sus voces.
Mariposas amarillas que caen,
una a una con la lluvia,
en furtiva ternura.
Asciendo su vuelo
hasta el fondo del pozo
ciega, de luz.
Su poesía instaura espacios donde está de niña en la otra ciudad, reverberaciones de ternura, reservorio de memorias, calles que quieren regresar a desandarse. De tanto andarlas, son las calles que caminan. En su poema, En plenitud, nuestra poeta dice lo que solo de una experiencia vívida es posible testimoniar:
Solo hay calles, pies desnudos,
horizontes que agonizan,
noche naciendo bajo el ala que pasa.
Me detengo en la brecha
vigilante de la penumbra
a escuchar el rumor de su vuelo
y mi corazón se posa
en el remanso del viento.
¿Qué aliento sigue la quietud?
¿Qué mano enciende destellos sobre el pavimento?
Trémula, acompaño su andar en plenitud.
Con esto, esta peculiar creadora logra, mediante una sintaxis diáfana, despertar en la ciudad que no vemos y en la que estamos entre espejos ciegos… En Pérez Valerio se articula una incisiva intuición que le permite acceder a vertientes de la realidad ocultas a los profanos, al otro lado de lo denso, para contemplar el cisne que ve el nenúfar cuando se mira en el agua. Para ella, la poesía es su religión, su filosofía, su estilo de vida, todo lo percibe ella poéticamente; en todo se busca ella como parte del Todo. Se busca y se encuentra con la otra Carmen, con la mujer sin tregua, en la otra ciudad:
Despierto
y entra de golpe el día aferrándose a su existencia,
confundido en sus voces.
Me defino en su contorno,
en su ojo rodante,
reclamo de vida y fuente.
Y nuevamente despierto
corriendo hacia mí,
buscándome
en cada rincón de la casa,
escribiendo en páginas sueltas.
Carmen Pérez Valerio es una poeta peculiar y de vastos recursos estilísticos; pero sobretodo, una creadora de líquidas intuiciones que dice su voz, sus testimonios sin dejarse emboscar por el entramado discursivo preestablecido y de poca suerte que lleva a los lugares comunes y al falso poema; ella testimonia su verdad de vida través del lenguaje de la conciencia.