Después de escribir algunos textos poéticos orientados a las luchas sociales y al amor, comencé a reflexionar acerca de un poema donde la filosofía encontrara algún espacio y me detuve en una aventura que abarcó varios ciclos. No sé por qué pensé en el autor de La cena de las cenizas y empecé a escribir “Palabras de Giordano Bruno desde la hoguera”. Mientras eso sucedía, recibí una carta desde Inglaterra; era mi hijo Milton, el tercero de ellos, que hacía sus estudios en Bradford y, ansioso como soy con las cosas de ellos Los seis recordarán la mejor fruta corriendo alrededor de mi forma de amarlos, me explicaba en una amplia carta su experiencia en el país donde había estudiado su abuelo, el profesor Egbert Morrison. Al lado, venía otro sobre más pequeño con algunos poemas y recordé que Nelson Morrison, mi primer hijo, al iniciar su carrera de ingeniería (condujo a varios de sus hermanos por el mismo camino), le preguntaron, en la biblioteca del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec), que si ellos tambien iban a ser poetas. Él contestó con una sonrisa: “Sí, pero después”.

Lo literario en Milton comenzó con su nombre. Al nacer, su abuelo, como admirador del gran escritor británico creador de El paraíso perdido,  John Milton, y dando continuidad a precedentes como La Eneida de Virgilio y La divina comedia de Dante, siguió la tradición de que los nombres de sus nietos los ponía él. Expresó: “Se llamará Milton”.

La verdad es que aún no he publicado el libro que escribía mientras recibí la visita del cartero. Milton, como escritor, lo que ha hecho hasta ahora son importantes aportes bibliográficos en el aréa de la política, la economía y la ingeniería eléctrica, entre ellos Inequality and Economic Growth que fue su tesis y que luego convertiría en libro con el título La riqueza diluida.

Su emblemático texto: La ruptura generacional: hacia una renovación de la esperanza, lo sitúa al lado de intelectuales y políticos que, al asumir la responsabilidad de participar en la vida pública, no lo hicieron desde la mera praxis, sino con aportes teóricos que sintetizan un accionar que comenzó prácticamente desde niño. Observó y estudió la situación política del país y del mundo, recorrió todas las diversas poblaciones en un proceso de acompañamiento y de integración dando siempre prioridad a los excluídos y orientando a través de charlas, seminarios, convites, diálogos, en los cuales mientras enseñaba, también aprendía.

Milton continúa su camino a través del partido País Posible; movimiento que fundó con un grupo de jóvenes soñadores y que estuvo precedido de un experimento que pude observar cuando junto a su hermano Franklin salió un día a recorrer, casa por casa,  barrios populares de Los Mina, La Cruz de Mendoza, Villa Faro, Alma Rosa y regresaron llenos de sudor con la convicción de que habían constatado, directamente, que los pobladores más humildes aceptaban la necesidad de cambiar la política y de contribuir a crear un país más inclusivo, más justo, en fin, más democrático.

Milton Morrison, de niño y de adulto.

Hoy, que preside el partido País Posible, recuerdo el poema que le escribí al nacer, y al mismo tiempo, hago un llamado a la comunidad nacional a seguir respaldando su planteamiento y a votar en la casilla 16 en las próximas contiendas electorales que se avecinan. Yo, por lo menos, lo haré siendo coherente con aquel poema, pues he comprobado que su trayectoria vital me ha llenado de un orgullo, de una satisfacción y de una identidad que me permito compartir con ustedes:

No tocaré los muros del aplauso

sin tu sonrisa

ni encaminaré mis pasos sin tu voz.

Hijo del vientre alado de la tarde,

constructor de sonidos.

Ven con tus manos tiernas

únete a mí por encima de las edades

para que sea posible

la multuiplicación del amor

y el despertar de las raíces.