PEDERNALES, República Dominicana. Una brigada de “voluntarios” venía desde Trujín, antiguo Guanal (Oviedo), al este, abriéndose paso entre la sabana a golpe de machetes, hachas, mandarrias, picos y palas. Otra subía desde Pedernales, en el oeste, cortando bosques, rompiendo montañas y rellenando furnias. Al encontrarse, el camino carretero estaría terminado.
En ese trajín de 15 días corridos de cada mes, por brigada, dejaban el pellejo los colonos mientras sus parejas e hijos les esperaban impacientes en sus casas. Seguían el camino de los animales, sin importar vueltas en el mismo sitio, ni acortamiento de distancia. Cuentan que Benigno Pérez y Valdez eran los más prácticos en la inhumana tarea. Mediados de los años 30. Ya Trujillo, el tirano, hacía de las suyas.
Y las hizo hasta el 30 de mayo de 1961 en que sus antiguos aliados le ajusticiaron en la avenida George Washington, el simbólico malecón de la capital que su gobierno inició en 1931, un año después de la llegada a Palacio, usando veinte presidiarios con hachas y machetes y dos yuntas de bueyes.
En faena, las brigadas de Oviedo llegaron sin muchas dificultades hasta Las Cuatro Bocas y Guarantén. La llanura les favorecía. Las de Pedernales, que subían desde el oeste, se encontraron con una fuerte resistencia de montañas de roca brava, pero con una ventaja: tenían en su camino el agua del cenote de Trou Nicolás (Charcos de Romeo) para saciar la sed y suavizar el cansancio.
“Todos los residentes de la colonia estaban obligados a dar mantenimiento a los caminos y a la rigola para mojar los conucos que tenían. Lo primero que hubo fue un camino y los residentes en Trujín y Pedernales lo fueron haciendo más ancho para que pudieran pasar vehículos como jeep… Eso no lo hizo ningún ingeniero. Por eso es que tiene muchas curvas”, ha referido Milcíades Mancebo, 87 años, cédula 127 de la provincia.
Miguel Pérez, 80 años, también nativo del pueblo, enfatiza: “Esos hombres también trabajaron en la construcción de la fortaleza. Eran gente que señalaban como voluntarios, pero no se podían negar”.
Clemente Pérez, 98 años, tenía seis cuando llegó a lomo de caballo con su padre y su madre.
Recuerda la dinámica de trabajo forzado de los trabajadores de la carretera, y sin derecho a protestar. Aún se molesta por el maltrato.
“Los 32 colonos hicieron esa carretera. Tenían que echar 15 días de cada mes sin ver a sus familias, trabajando a pico, pala y a mandarria, y rellenando hoyos a carretilla limpia. Eso no era forma de vivir, eso era en la era de Trujillo. Yo te puedo llevar ahora mismo, y te enseño. A la derecha, de aquí pa allá, hay un relleno grande hecho a mano por esos hombres. Yo era un muchachito de ocho años, y yo iba; iban los muchachos hijos de to los colonos a buscar los animales en que los llevaban, y entonces veníamos para acá… Tenían que durar quince días, quince días”.
En su proceso constructivo, los obreros siguieron las huellas de los animales; sobre todo, de los mulos. Eran sus topógrafos y sus ingenieros. A la vuelta de las décadas, salvo algunas rectificaciones, predomina el trazado de los cuadrúpedos.
“Sólo fíjate en los lugares” –precisa el ingeniero Antonio Bretón- “porque la recta de Sansón, Las Cuatro Bocas, Guarantén, La Vuelta del Guano, La Vuelta de la Colmena y Trou Nicolás (cenotes o eso que ahora llaman Pozos de Romeo) son sitios originales y actuales; solo el cruce de Cabo Rojo sufrió una total variación”.
Refiere que antes la carretera iba paralela a la costa, bordeando los manglares y llegaba al nivel de Fundacipe para encontrar el camino de la playa.
CORREO POR LA SIERRA
La colonia de Pedernales había sido fundada en 1927 por el gobierno de Horacio Vásquez, con el propósito de dar vida a la zona y definir la frontera suroeste respecto de Haití. 32 familias seleccionadas en las provincias Independencia, Barahona y Baoruco llegaron por Puesto Escondido, cruzando la escabrosa cordillera Baoruco, a lomo de mulos y caballos.
En la llamada Sabana de Juan López les habían construido un redondel de casas, escuela, iglesia, casa de administración de la colonia, en clavó. Y les ofrecieron incentivos económicos para la subsistencia y la producción agropecuaria. Pero algunas no se adaptaron y se marcharon. Para suplir el vacío, en los años treinta, las autoridades reclutaron familias en Oviedo.
Cuando llegó con sus padres –dice Clemente Pérez- sólo hallaron en el área a Genaro Pérez Rocha, quien tenía su casa a las afueras, hacia el nordeste, y se dedicaba a la ganadería; en Las Mercedes, a Manuelica Méndez, quien también criaba ganado. Y camino a Anse -a- Pitres, unos metros después del matadero, había un horno para quemar panes, abandonado.
Según él, en la comarca se rumoreaba que la panadería pertenecía a “un hombre a quien llamaban Juan López, pero no lo vimos nunca porque dizque se había ido no se sabe por dónde”.
En aquellos tiempos, no había conexión terrestre con Oviedo. La comunicación se hacía a través de la sierra, por una carretera infernal, entre pinares, para llegar hasta Duvergé y otros pueblos. O al departamento Ansapito, al oeste, para comprar algunos productos, cuando escaseaban.
“Originalmente todo era a caballo y mulo. Aún con el camino carretero que se hizo para comunicarse con Oviedo, el correo se mantuvo por las lomas. Estaban Merejo, el papá de Milcíades y Guarín, como encargados. Yo recuerdo a Guarín en unos mulos grandotes (que les decían los mulos del gobierno). El gobierno tenía un potrero que también le decían el potrero del gobierno. Estaba ubicado camino a los mangles, y por ahí era la carretera, por ahí por el hotelito de Mema, por ahí iba la carretera, donde luego había una casa de la Alcoa… y salía por Los Olivares. Mientras tanto, Guarín hacía el correo en mulo por la cordillera. Uno subía de Pedernales y otro bajaba desde Duvergé, y, a mitad de camino, ellos intercambiaban valijas. Eso fue así hasta que se estableció el servicio de correo interdiario por el camino carretera Oviedo, Enriquillo, Barahona”.
Han pasado 83 años desde que las brigadas de los colonos, bajo el látigo de la tiranía trujillista, con instrumentos rudimentarios, a puro músculo, avanzaron desde el oeste y viceversa, y, sin importar inclemencias del tiempo, vencieron las montañas y establecieron la comunicación vial entre Oviedo y Pedernales.
La carretera poco ha cambiado desde aquellos aciagos días. Los gobiernos han sido indiferentes, pese a que han exprimido las riquezas mineras de la provincia hasta dejarla en los huesos.
Frank Pérez, 57 años, nativo de Oviedo, afirma que en el presupuesto de este año hay aprobados 522 millones de pesos como avance para reconstruirla.
“Pero el trazado de la carretera es el mismo. Lo ideal sería una a cuatro carriles que disminuya el tiempo en forma razonable entre Barahona y Pedernales. Para mí, lo que están haciendo es botando el dinero porque seguimos con las curvas incómodas entre Barahona y Enriquillo. El profesor Pablo Rafael Casimiro Castro soñaba con una carretera que atravesara la sierra del Baoruco, en línea recta, para que no se tenga que sufrir el aislamiento en tiempos de lluvia en la zona de San Rafael”.
Antonio Bretón, profesional de la ingeniería: “La idea de bordear la costa como solución, en vista de lo accidentado del Baoruco oriental, tal vez no sea la mejor, pero una solución diferente sacaría a todas las poblaciones, y esto me parece impracticable. Creo. a priori, sin elementos técnicos aún, que la mejor solución sería rectificar ésta, haciéndola más corta, sin que pierda el encanto de la costa”.
Para él, “la salida idónea es una carretera de cuatro carriles definidos, pensando en un futuro muy próximo. Sí se puede mejorar mucho y se puede acortar mucho, tanto el tiempo como la longitud. Eso es cosa de presupuesto. Las afecciones que derivaría una ruta más corta son insignificantes. A cuatro carriles debería de ampliarse la existente entre Barahona y Oviedo”.
El ingeniero Andrés Pérez y Pérez: “Debería ser una carretera con capacidad para el tráfico de cualquier tipo de vehículos, una combinación de túneles, tramos elevados y con una reducción de curvas verticales, en armonía con el medio ambiente”.
Hablan con la mirada puesta en los planes de desarrollo turístico anunciados, de manera reiterada, por el presidente Luis Abinader (2020-2024). No ocultan su preocupación por dilapidación de dinero público en soluciones de parche que disimulen momentáneamente el problema y en poco tiempo estallen con la huida de los turistas que minarán la región por la oferta de atractivos naturales y habitaciones hoteleras. Aspiran a una inversión a tono con estos tiempos. Hace décadas que la ingeniería de carreteras superó la práctica de los colonos de seguir las huellas de los mulos.
NOMBRES DE LOS COLONOS
Ya no viven más que en las memorias de sus familias. Una carretera conforme las normativas de estos días, sería el mejor monumento a su sacrificio.
Juan Pérez (Juancito Olegaria) e Irene Pérez, Benigno Pérez y Enriqueta, Carlitos Pérez, Manuel Pérez (Memén) y Celestina Féliz, Pedro Ña, Nicolás Féliz, Manuel Goya, Rafael Pérez (Jaín), Alfredo Ferreras y María Francisca Pérez (Mandín), Adelo José y Esperanza, Rosendo Pérez, (Chechén) y Jembra, Otilio Pérez (Tití) y Emilia, Onésimo Pérez y Polola, Francisco Antonio Pérez (Capitán), Benigno Pérez, Julián Pérez y Candelaria, Roque, Julio Octavio Méndez (Julio Octavito) y Julia Rocha, Atilas Méndez (Largo) y Demetria, Bienvenido Pérez, Adelo Heredia José y Esperanza, Firín Heredia José, José Altagracia Moquete y Antonia Pérez, Manuel Sulín, Caonabo y Carmela, Julio Fernández y Ernestina, Merejo Pérez y Rosa de Pérez, Norberto Pérez y Victoria Méndez, Pastor Méndez, Leticia Méndez, Macho Din y Guadalupe de la Cruz (Lupita), Consuelo Samboy, Paisito Moquete, Candelaria Pérez (Queté), Pedro Mella, Filomeno Molina y Braulia Pérez (Por favor, enriquezca la lista).
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