En la investigación literaria, esa vieja cenicienta del enfoque cualitativo de tipo conceptual, a menudo se resalta la figura de un escritor que funciona como protagonista del corpus estudiado. Debido al carácter vital del análisis literario, la dimensión del autor se constituye en una categoría importante para guiar y contrastar el proceso investigativo. Por ejemplo, para comprender la axiología del universo narrativo de Juan Bosch conviene mucho acercarse lo más posible a “don Juan”, de tal modo que mientras al ir desentrañando su dimensión humana, a la par de la del sujeto histórico, se podrá lograr una aproximación más certera a la visión del mundo plasmada en el objeto de estudio. Sin embargo, a menudo los investigadores literarios tienden a dejar de lado este criterio, con lo que se echa a perder la dimensión profunda de una de las categorías centrales de su estudio. En tal caso, la biografía se circunscribe a hacer un poco de investigación histórica, dando como resultado una simple e inútil presentación de datos que cualquier lector del común puede encontrar en un diccionario de autores y que sirve de poco para profundizar en la investigación. Dentro de nuestra serie “Hacia la geografía de la investigación cualitativa, el presente artículo plantea un procedimiento metódico para abordar la biografía del autor estudiado, especialmente en la investigación literaria, como una manera de sacar un mayor provecho a una de las categorías esenciales del estudio.

Sumario

A fin de acortar un consumo de lectura innecesario, esbozaré, de entrada, de que trata este artículo. Se basa en la pregunta ¿cómo se debe escribir una biografía?, y para acomodarle las respuestas se establece una querella entre el manido estilo de contar la vida y la manera en que en algún momento se echó a perder la carga humana en la biografía. Tras evocar a los antiguos griegos y romanos y soltar al desgaire una suposición hipotética de rasgos insuficientes, me propongo plantear la biografía sensible como suerte de plantilla libre para recrear la vida de sujetos. Adelanto que no se trata de un concepto novedoso, pues de hecho resulta tan arcaico como el andar a pie; se trata simplemente de una invitación a superar el dato a la hora de recrear la vida de un sujeto sin caer en la fría secuencia informativa, asumiendo el espacio ficcional que existe en la obra del historiador y sin caer en la frívola tentación del relato histórico. Plantilla al fin, se apoya en la presentación de una especie de receta. Es cuánto.

Orígenes de la biografía

Ciertos biógrafos de, al parecer, tinta escasa o que andaban muy apurados por grabar el punto final para entregarse a la siesta o cobrar el pliego escrito antes de que el editor lo entregara a las cajas de la imprenta, en algún momento nos acostumbraron a leer estampas biográficas en las que el dato matemático o secuencial sustituye a la vida del sujeto. Me queda pendiente la tarea de indagar en qué momento preciso de la Historia se impuso mediante el oficio de contar vidas la negación a las experiencias de Plutarco o de Suetonio. Tal vez la posmodernidad ‒no la del estatuto crítico, sino la del simple hacer irreflexivo cotidiano‒ fue el caldo de cultivo para la construcción de historias de vida en las que el dato parece ser más importante que la información vital. Tómese esta última suposición como una hipótesis de pobre significancia, de ninguna manera presuntuosa, que sirva para difamar el espíritu ecurredeano y en ocasiones wikipediano como insuflación de la historicidad del sujeto.

Siempre se ha sabido que la biografía constituye una expresión textual enraizada en la antigüedad clásica. Para acortar camino, sus primeros registros se remontan al maridaje cultural entre las Grecia y Roma antiguas, donde se escribía relatos detallados de las vidas de los filósofos, políticos y otras personalidades importantes. Recuérdese la Vidas paralelas, iniciada por Plutarco en la primera centuria de nuestra era. También la Vidas de los doce césares, recogida por Suetonio unos años más adelante. Se sabe que un par de siglos después Diógenes Laertes publicó Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres.

El objeto de políticos y escritores se ampliaría en la Edad Media y el Renacimiento para dar cabida a santos, héroes y nuevos reyes. En el siglo XIX, con el auge del Iluminismo, la biografía comenzó a ser considerada una forma importante de escritura histórica y literaria. La calidad del género y la manera en que apunta hacia el sujeto vital sin dejar de lado el dato histórico se puede observar en la voluminosa obra Mémoires sur Napoléon, le Directoire, le Consulat, l’Empire et la Restauration, de Louis-Antoine Fauvelet de Bourrienne, cuyo primer tomo fue publicado en 1829. El primer párrafo de ese tomo inicia con el dato de que “Bonaparte (Napoléon) est né à Ajaccio, en Corse, le 15 août 1769” (Fauvelet de Bourrienne, 1829, p. 18), una información que cualquiera podía obtener sin necesidad de ninguna investigación histórica. Pero a partir de la siguiente oración, el biógrafo se detiene en informar del momento en que el biografiado suprimió la letra ‘u’ de su nombre, así como de los motivos que motivaron ese cambio.

En ese siglo, la biografía continuó siendo un género popular, abierta a la vida de escritores, artistas y líderes políticos. La aparición de la fotografía y la prensa también ayudó a popularizar la biografía, ya que permitió una mayor difusión de la información sobre las vidas de personas famosas. En la actualidad, la biografía sigue siendo un género literario importante y popular, y se escriben vidas de sujetos de todas las profesiones y ámbitos de la cotidianidad impregnadas por la fama de la época.

Luego, con la rapidez de la modernidad ‒según esbozábamos en la debilitada suposición del inicio‒, el aceleramiento de la prensa apuraría el dato mínimo como continente de la historia de vida. Recuérdese el viejo diccionario Larousse y los cortes radiales y televisivos de tema biográfico. Y no dejemos de lado a Wikipedia, con réplicas menores como EcuRed. En suma, en la actualidad cualquier conjunto de diez o veinte líneas, aderezadas con las fechas y los debidos referentes “precisos” pretenden suplir el antiguo y vital oficio de la biografía.

Dos catas de Suetonio y Plutarco

Antes de caer en las recomendaciones, retornemos a la experiencia de los antiguos. Suetonio (1981) da inicio de esta manera a la vida de Gayo Julio César:

Cuando contaba quince años perdió a su padre; al año siguiente fue designado para ser flamen dial y, tras separarse de Cosucia, de familia ecuestre, pero muy rica, con la que le habían prometido cuando aún llevaba él la toga pretexta, desposó a Cornelia, hija de Cinna, cuatro veces cónsul, con la que tuvo a Julia poco después; y el dictador Sila no halló medio de obligarle a repudiarla. Por este motivo, le despojó del sacerdocio, de la dote de su mujer y de los bienes heredados de su familia, y lo consideró del partido contrario, de modo que César se vio incluso obligado a ocultarse y a cambiar de escondite casi cada noche, a pesar de que le consumía la fiebre cuartana, teniendo además que recurrir al soborno para librarse de los espías, hasta que obtuvo el perdón a instancias de las vírgenes vestales y de Mamerco Emilio y Aurelio Cota, sus parientes y afines. (Suetonio, , pp. 71-74).

En ese breve y sustancioso párrafo, se presenta lo esencial y complejo de la vida del personaje. En 156 palabras el lector puede adentrarse al texto conduciéndose por el choque dramático de la experiencia vital de Julio César. La atención del autor no reposa en el repaso cuantitativo de los hechos, sino en mostrar una masa de vida abierta a la inducción. De esta manera, el lector no se encuentra ante un personaje hecho de datos, sino frente a un relato de complejidad humana que le permite comprehender la ficción ‒la Historia no puede vivir sino dentro del acomodo que provee la ficción‒, el juego vital desde el que el sujeto narrado es expuesto al acto de lectura.

Para llegar a este nivel del relato, es necesario que el biógrafo comprenda que hay espacios de la vida que no pueden ser completados por el dato fiel. Al menos no por la información constatable o incluso universalmente validada al margen de la prueba. Plutarco (1821) advierte sobre la existencia de esos vacíos antes de dar inicio al enlazamiento de las vidas de Teseo y Rómulo:

Acostumbran los historiadores, ó Sosio Senecion, cuando en la descripción de los países hay puntos de que no tienen conocimiento, suprimir estos en la carta, poniendo en los últimos extremos de ella esta advertencia: de aqui adelante no hay sino arenales faltos de agua y silvestres; ó pantanos impenetrables; ó yelos como los de Escitia; ó un mar cuajado; pues á este modo habiendo yo de escribir estas vidas comparadas, en las que se tocan tiempos á que la atinada crítica y la historia no alcanzan, acerca de ellos me estará muy bien prevenir igualmente: de aqui arriba no hay mas que sucesos prodigiosos y trágicos, materia propia de poetas y mitólogos, en la que no se encuentra certeza ni seguridad. (p. 1)

Los espacios vacíos, pues, constituyen invitaciones particulares a la ficción. Por supuesto, las invenciones que la constituyen deben ir lo más posible de acuerdo con el dato… teniendo siempre en consideración que no siempre dicho dato es absolutamente concluyente. En ocasiones, en la misma labor de los historiadores el “dato preciso” se presenta como una laguna drenada por la interpretación. Esto nos aclara desde muy temprano que en la tarea de construir una biografía entra en el escenario un juego de informaciones adaptadas a la interpretación del autor. Desde el punto de vista creativo, tales vacíos invitan a la reconstrucción desde el sentido común y las expectativas del emisor. No hay, pues, que temer al componente de la ficción al momento de plasmar la biografía. Al fin y al cabo, lo que no imagina directamente el autor lo imaginará muy probablemente el lector.

La biografía sensible

El arte biográfico clásico ha permitido observar una acción procedimental. Sánchez Marín (2009) resalta un conjunto de principios que caracterizan la estructura de la biografía que conduce al reflejo de la vitalidad del sujeto: “Por finalidad de la biografía entendemos así la caracterización de un individuo a través de la descripción de su vida y acciones” (p. 236). Más allá de los procesos comunes, así como de las particularidades estéticas y los intereses ideológicos del biógrafo, el relato biográfico tiene como objeto ocuparse de una vida, a tal punto que no centrarse en dicho objeto no implica el fundamento de una excepción, sino una debilidad en el propósito del autor.

El hecho de que la vitalidad constituya su orientación hace que la biografía se construya en el reino de los sentidos. De hecho, no puede existir nada que permanezca al margen del umbral de los sentidos. En general, cuando enfocamos nuestra atención en conocer un sujeto, en realidad no estamos tan solo interesados en sus cifras y secuencias (fechas, orden de sucesos, relaciones básicas…), sino de cómo ha sido ese sujeto. Para eso, bien señala Suetonio, resulta de asistencia vital sus situaciones dramáticas. Imaginemos una biografía sumaria de Jesús de Nazareth: “(Judea, c. del año cuatro a. C. – 30 d. C.). Hijo de María y José. Fue predicador y líder religioso judío. Figura central del cristianismo y una de las figuras más influyentes de la historia occidental. Murió crucificado en Jerusalén durante el gobierno de Poncio Pilato”. Mirada someramente, estas 46 palabras están supuestas a resolver una semblanza; ahora bien, ¿hasta qué punto contienen al sujeto? Cualquier cristiano de a pie sabe que esos datos, validados por el conocimiento común, son completamente insuficientes para tener una idea de la dimensión vital del personaje. Y que esa dimensión es lo que importa al presentar su vida. En este caso particular, tal vez una sencilla cadena del tipo: “Es considerado el hijo de Dios”, incluso en tiempo presente, aportaría la complejidad, la particularidad y el drama de este personaje, de tal manera que puede dejar de lado la importancia del dato cuantitativo.

Al escribir la biografía de un personaje, se debe considerar que se trata de un sujeto importante; de otra manera no nos molestáramos en escribirla. Personaje y sujeto son interesantes desde el punto de vista humano, es decir, como persona. Por esta razón, al componer una biografía debemos tener en cuenta que no estamos recomponiendo una conjunto de trazos olvidados en ajados folios y desperdigados en fuentes orales o de naturaleza digital. Estamos escribiendo un ser humano. Así que el éxito del relato dependerá de cómo rescatemos sus rasgos sensibles y su drama vital como elementos significativos que sirvan de enlace con el lector.

En cuanto a su estructura, la biografía no implica demasiada complejidad. Ya los antiguos trazaron el camino procedimental. El ChatGPT  ‒cuya habilidad para rastrear patrones resulta prodigiosa‒, tras prompt “Describe en un patrón los pasos que se utilizan para escribir una biografía”, sugiere seis pasos: realiza una investigación documental exhaustiva que incluya “información detallada sobre su vida, carrera, logros, fracasos, relaciones, personalidad, y otros detalles importantes”; crea un esquema cronológico o temático, a partir de una lista de asuntos principales recolectados; escribe un borrador basado en los datos y hechos encontrados; edita y revisa el texto; enriquece la biografía con detalles sobre la personalidad del sujeto; finalízala con una conclusión basada en el resumen de los logros y contribuciones del sujeto (OpenAI, 2023).

La orientación anterior, bastante genérica, puede considerarse válida. Para los fines del modelo que aquí se replantea se debe tener en cuenta una estrategia de abordamiento: en cada uno de los pasos mantente atento para aplicar cualesquiera de los seis pasos. Se debe tener en cuenta que, en la práctica, el biógrafo oscila entre el historiador y el autor de ficción histórica. Debe basarse en la precisión del dato del primero a la vez que debe tener una mayor consciencia del relato ficcional del segundo. Por esta razón toma, de uno, la criticidad del dato, mientras que del otro recupera el relato. Partiendo de estos valores, puede definirse la biografía sensible como el relato histórico que tiene como objeto la presentación de un sujeto desde el punto de vista de su particularidad como ser vivo. Dejando por sentada esta definición, en adelante se planteará, más bien se recordará, una manera de enfocar la biografía, sobre todo en su inserción dentro de los documentos de investigación literaria.

Ilustración del método de la biografía sensible.

Notas para la biografía sensible

La biografía sensible se nutre del dato crítico. En este sentido, requiere de la llamada investigación histórica. No obstante, su propósito no es la reconstrucción “objetiva” de los procesos del sujeto, sino utilizar el dato como elemento de apoyo para reconstruir e interpretar la experiencia del sujeto.

Suele ser común escribir la historia de un sujeto a partir del sujeto en sí. Así, a menudo la historia de Simón Bolívar se realiza contando los hechos de Simón Bolívar. Sin embargo, este no tiene que ser el único punto de enfoque del ejercicio biográfico. Como se trata de la vida de un personaje, de pronto cualesquiera de sus aspectos vitales puede servir para reconstruirla o interpretarla. Seguir el rastro de un gaje, más que pretender abarcar al protagonista de un todo, es un recurso de reconstrucción que permite observar desde una amplitud humana al sujeto histórico. De hecho, la literatura se ha nutrido de este punto de vista. En el cuento “The Whale Tooth”, escrito en 1908 y publicado originalmente como “The misión of John Starhurst” en 1910, Jack London acomoda su visión sobre la obra de evangelización contando el episodio de la muerte del reverendo metodista Thomas Baker. Aunque este relato no constituye una biografía, marca la manera en que un rasgo de un sujeto histórico ‒en este caso, la arrogancia del fanatismo religioso‒  sirve para reconstruir e interpretar una vida.

El ejercicio bibliográfico realizado en la película Citizen Kane, aparte constituir un estupendo ejemplo audiovisual de biografía sensible, traza un camino a seguir para estos estudios de vida. En esta obra basada en un guion de Orson Welles y Herman Mankiewicz, se presenta la necesidad de investigar la semblanza del magnate Charles Foster Kane. El periodista Jerry Thompson, cansado de la repetición de datos y valoraciones póstumas sobre el difunto, decide investigar otros aspectos que le permitan reconstruir e interpretar la vida del magnate. Para ello toma su última palabra al momento de morir: Rosebud. Su investigación estará orientada por buscar el significado de ese vocablo en la vida de Kane. Siguiendo ese rastro, ante el espectador se logra reconstruir una versión humana y dramática del personaje.

Ya en el plano del ejercicio biográfico, Stefan Zweig construye piezas en que el dato y el aspecto humano se unifican para presentar una noción profunda del sujeto histórico. En su Magallanes, por ejemplo, el lector puede sentir de manera “fidedigna” la forma en que este navegante asumió la vitalidad. Las fechas, rutas y sucesos son puntos de apoyo para comprender las actitudes de un hombre. Zweig (2019) remata de esta manera su introducción a esa brillante reconstrucción: “Mientras describía (ajustándome a los documentos fidedignos a mi alcance, fiel a la realidad) esta segunda Odisea, tenía continuamente la singular sensación de contar algo inventado, uno de los más altos anhelos, una de las sagradas leyendas de la Humanidad” (pp. 9-10). Estas línea retrata al acucioso investigador histórico transitando por un pasillo de la invención para reflejar una vida desde la magnificencia de los anhelos. El resultado es una gran obra en que el sujeto histórico se presenta humano, demasiado humano.

La biografía sensible abre el foco hacia una diversidad de puntos de vista para abordar el sujeto. Un período de la existencia de Kant podría ser abordado mediante la biografía de su perro. De hecho, un animal puede ser objeto biográfico. La vida del caballo a lo mejor llamado Incitatus podría ayudar a entender ciertas facetas de los ciudadanos de la Roma de la primera mitad del siglo I, empezando por las del propio Calígula. En suma, todo lo humano o humanizador que permita comprender al ser humano puede ser un recurso de estudio para el biógrafo.

El método de la biografía sensible

El escritor de este tipo de biografía debe asumir su objeto de estudio desde un punto de vista sensitivo. Al producir el texto debe hacerse de cuenta de que no está enfocando un “personaje histórico” para un lector general, sino de que realmente está hablando sobre una persona a otra persona, sobre un sujeto a un receptor. Esto implica resaltar el conocimiento humano desde la transmisión de los sentidos. El lector no debe “saber sobre”, sino “sentir al” sujeto biografiado. Tal vez una buena actitud del biógrafo sensible pueda ser asumirse como un autobiógrafo, porque quien plasma su autobiografía no sólo se interesa en que se conozca lo que hizo, sino en que se empatice con sus obras.

Para acercarse a este propósito, se debe tener en cuenta cuatro fases:

  1. Exploración sensual sobre el sujeto.
  2. Investigación histórica de primer nivel sobre el sujeto.
  3. Exploración histórica de segundo nivel sobre el sujeto.
  4. Estructurar una narrativa a partir de los valores de las fases 1 y 3, sustentada en los datos de la fase 2.

La exploración sensual sobre el sujeto de estudio implica una aproximación desde la empatía o antipatía. Orienta la atención hacia su obra social. En esta fase entra en juego la contextura axiológica del biógrafo. El sentimiento predominante posiblemente surja al final de la exploración: bien se puede acercar con una percepción positiva a un personaje y, tras observar sus actuaciones, concluir con una percepción negativa. O viceversa. También es posible terminar con una mezcla de sentimientos encontrados. La posición sensual que se asuma guiará la narración durante el ejercicio biográfico. En la segunda fase, relativa a las investigación histórica de primer nivel sobre el sujeto, se obtienen los datos que se pueden considerar objetivos. Aquí entran en juego todos los criterios formales que caracterizan el oficio de la biografía, a los cuales nos referimos como de primer nivel.

La tercera fase, la exploración histórica de segundo nivel sobre el sujeto, se basa en la recolección de informaciones no necesariamente formales desde el criterio de primer nivel. Se refiere a la recolección de ciertos datos marginales, sobre todo de la época del autor, otros dijeron acerca del sujeto biografiado. Incluye lo que el sujeto comentó u opinó sobre sus propias circunstancias. Se trata de cartas, defensas o acusaciones, anécdotas, declaraciones públicas o privadas, comentarios al margen y cualquier otra clase de informaciones relacionadas con el sujeto, sin importar su grado de veracidad, siempre que provengan de fuentes verificables que garanticen que se corresponden con la vida del sujeto. En esta parte son útiles fuente como el anecdotario, el chisme, la hoja de vida, los distintos comentarios realizados en vida en torno al autor, incluidos aquellos realizados al margen de nuestro objeto de estudio, así como otras informaciones informales o de segundo nivel. Estos datos, que por ser de segundo nivel no requieren de comprobación científica, permiten obtener una visión de otredad desde la coetaneidad del biografiado. La última fase, estructurar una narrativa, constituye la ejecución del texto desde las competencias narrativas, poéticas y, por supuesto, de pensamiento crítico. En este nivel resultan fundamentales los pasos primero y tercero, que son los que guiarán la intención, la marca sensible, siempre compuestos a partir de las certezas de la investigación histórica.

Este método supone la implementación sistemática del conocimiento humano del sujeto, considerado a partir de su visión de la vida, y del dato concreto. Los pasos primero y tercero resultan fundamentales para la orientación del texto, pero carecen de valor si no se articulan de manera coherente con la investigación histórica. La biografía sensitiva apunta hacia un conocimiento sobre los sujetos cuya vitalidad se ha difuminado por la corrosión inevitable del tiempo, pero que, siguiendo la pista del dato “preciso” y la información contextual del propio sujeto y su entorno, puede ser recuperada con una carga aproximada de su humanidad desde el punto de vista del biógrafo. 

Referencia

Fauvelet de Bourrienne, L. (1829). Mémoires sur Napoléon, le Directoire, le Consulat, l’Empire et la Restauration. Chez l’Advocat, Libraire.

OpenAI. (2023). ChatGPT (Versión del 2 de mayo). [Modelo de lenguaje grande]. http://chat.openai.com

Plutarco (1821). Las vidas parelas. Tomo I. Imprenta Nacional.

Sánchez Marín, J. A. (2009). La biografía de literatos en Roma. V. Sánchez Valcárcel (Ed.). Las biografías griega y latina como género literario. pp. 209-238.

Suetonio (1981). Vida de los doce césares. Juventud.

Zweig, S. (2019). El conquistador de los mares: historia de Magallanes. Ediciones LAVP.

 

Pedro Antonio Valdez en Acento.com.do