Se denomina “novela bíblica” en la República Dominicana a un grupo de novelas publicadas en la década de los años 1960 que reescribe o reflexiona sobre diferentes pasajes bíblicos. Entre los autores que cultivaron este subgénero narrativo se encuentran Ramón Emilio Reyes con El testimonio (1961), Marcio Veloz Maggiolo con El buen ladrón (1960) y Judas (1962) y Carlos Esteban Deive con Magdalena (1964). De tema bíblico, Veloz Maggiolo publicó también Creonte. Seis relatos (1963). Precursora de la novela bíblica es, quizás, Flérida de Nolasco. En la biografía novelada Cuadros del Evangelio (1947), expresa que, después de haber leído Vida de Jesús escrita por Ernest Renan, le despertó el interés por conocer a Jesucristo, por lo que leyó los Evangelios. En una prosa poética, De Nolasco recrea la vida de Jesucristo desde su concepción por la Virgen María, su nacimiento hasta terminar con la “Última cena”, siguiendo al profeta Isaías, de quien transcribe un exordio a principios de cada capítulo. También, en cada uno de los capítulos, se citan textualmente diálogos tomados del profeta Isaías.  El libro de De Nolasco no posee el carácter subversivo de sus continuadores y aunque podría ser considerado como un acto de fe, en “Plegaria” inicial, la frase “Acuérdate, Señor, y obra en nosotros tu misericordia” es una declaración política en tiempos de dictadura.

 

Como en la novela histórica decimonónica, en la que el personaje principal pasa a un segundo plano, la figura de Jesucristo es vista por personajes que, aunque secundarios, son complejos sicológicamente. Por lo que estas novelas se concentran en personajes claves, como Judas, Magdalena, Pedro y el Buen Ladrón. En estas novelas se pone de manifiesto la predestinación de Judas y Pedro. Si Judas, por una parte, esta predestinado a traicionar a Jesucristo, y Pedro, a negarlo, ambos estaban exentos de culpa, por ser la voluntad de Dios que jugaran ese rol en la historia de Cristo. Otro tema tratado es la falta de fe tanto de Pedro como de María Magdalena.

 

El crítico Giovanni di Pietro plantea que estas novelas, probablemente escritas antes de 1961, no son novelas bíblicas, sino políticas. No veo en esto una contradicción: más bien son “novelas bíblicas” que constituyen alegorías políticas de la dictadura (1930-1961) de Rafael Leonidas Trujillo en la República Dominicana. La opresión del pueblo judío bajo el Imperio de Roma, más específicamente del emperador César Augusto, son claras alusiones a la opresión, la falta de libertad de expresión y tránsito, a los crímenes cometidos durante la dictadura. Si recordamos que, de las tres novelas, sólo El buen ladrón y El Testimonio fueron publicadas en los años finales de la dictadura (1960-61), se entiende que hayan hecho énfasis en la opresión y en la falta de fe en el cambio inminente, en la democracia, en los que combatían una dictadura predestinada a su fin.

 

Tanto El buen ladrón como Judas de Marcio Veloz Maggiolo tienen al inicio exordios del Evangelio según San Mateo del Antiguo Testamento. La cita bíblica que encabeza la novela Judas, tomada de San Mateo 17-22, hace énfasis en la predestinación de Jesucristo de ser sacrificado para salvar a la humanidad. En la segunda novela, El buen ladrón, las citas se refieren al carácter subversivo de la palabra de Jesucristo y al hecho de que el amor a Jesucristo está por encima del amor al padre y a la madre. Estas citas tendrán, como se verá más adelante, complicaciones estructurales en las novelas.

En Judas, Veloz Maggiolo utiliza el pretexto cervantino de un manuscrito hallado en Tel Aviv, que contiene cartas entre Judas, su padre Simón y su hermano Moabad. El manuscrito apócrifo y las cartas le confieren veracidad a la novela. Una imagen de la opresión de la dictadura de Trujillo aparece cuando Moabad, hermano de Judas, expresa: “Era un pueblo que oprimido por la tiranía necesitaba descargar sobre alguien sus malos humores” (100). En El buen ladrón, la madre del ladrón expresa: “Los Pilatos y Césares nos han traído miseria y esclavitud. Las contribuciones desangran al pueblo y nadie tiene valor para oponerse a tantas determinaciones impuras” (143). Como se puede ver, éstas son claras alusiones a la dictadura que estaba viviendo el pueblo dominicano en esos años. En Magdalena, Simón el fariseo es la encarnación local de la dictadura del emperador César Augusto, quien a su vez recuerda al faraón Ramsés, que esclavizó a los judíos en Egipto. Simón, quien posee un poder omnímodo, no sólo explotaba el pueblo de Magdala, sino que también secuestraba a cualquier mujer que deseara y organizaba orgías en su palacio. Esto último remite a la erotomanía de Trujillo en sus últimos años de vida.

 

Las novelas El testimonio, Judas, El buen ladrón, Magdalena están estructuradas como lo que Sigmund Freud denominó “romance familiar”. En éstas hay un padre malo y una madre enferma. El hijo, consciente de que el padre no es omnipotente, debe romper con él e iniciar un rito de pasaje (un viaje) para seguir a Jesucristo. Asimismo, el abandono de la madre enferma causa un sentido de culpa por parte de los personajes. Sólo así, en la fantasía del rescate por parte de Jesucristo, el individuo se sentirá libre. La novela familiar permite una lectura más fácil de la alegoría nacional, ya que los lectores se pueden reconocer en la relación familia-nación. Los padres malos y autoritarios son la representación del dictador que mantiene a sus hijos (ciudadanos) oprimidos y de los cuales los hijos tienen que liberarse y liberar la tierra del padre (Patria): la muerte del Primer Padre a manos de la horda de hijos, tal y como lo plantea Freud en Tótem y tabú. Por ejemplo, en El Testimonio, un padre maldice la mano del hijo que lo mató. A partir de ese momento, la mano del hijo se le atrofia.

 

Un comentario final, merecen los seis relatos de Veloz Maggiolo, publicados con la pieza teatral Creonte, y que rescriben algunos aspectos de la Biblia en un estilo mágico-realista-poético. En “El joven rico”, Gedeón le reclama su fortuna al padre, quien se niega, para repartirla entre los pobres y seguir a Jesucristo. Otros relatos como “La semilla y el árbol”, “El pollino sagrado” y “El dídimo” tienen la estructura de una parábola. En este último, Tomás el Dídimo es un hombre que emite luz como castigo a causa de su poca fe en Cristo. “El pollino sagrado”, que nos recuerda a Platero y yo de Juan Ramón Jiménez, es un relato lírico acerca del burro de ojos azules que llevó a Cristo a Jerusalén. Estos relatos, entre los que se incluyen además “Lázaro” y “Las bodas de Caná”, además de ser ejercicios de estilo e inventiva, plantean una ética que aluden a todas la corrupción y falta de valores morales durante la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo.

 

Aunque no pertenece al ciclo de las novelas bíblicas, David, biografía de un rey (1963) de Juan Bosch (1909-2001) es, como su título indica, la biografía crítica del rey David. Bosch escribió también y “Cuento de navidad” incluido en su libro Cuentos escritos en el exilio (1970) y el libro de ensayo Judas Iscariote, el calumniado (1955).

 

En la República Dominicana, la Biblia ha influido no solo en la cultura, sino también en la literatura de varias generaciones de escritores a través de los siglos. Si bien se tienen pocas noticias de literatura religiosa durante la colonia, hay que recordar que a partir de las Devastaciones llevadas a cabo por el gobernador Osorio en 1605-1606, la isla fue prácticamente abandona por los españoles durante el período conocido como la “España Boba”, en el que la población sobrevivió en la miseria. La lectura de la Biblia que han hecho poetas y novelistas en sus textos ha dependido del contexto histórico en que se escribieron los textos, así como también de las creencias de cada uno de ellos. Algunos han ejercido un acto de fe, mientras que otros asumen la Biblia, en su más alto sentido ecuménico, como una estrategia escritural para convertir sus pasajes en alegorías y parábolas contra la tiranía.