La centralización del Estado en manos de la élite política del país, responde a  un modelo excluyente que obliga al sujeto local no sólo a que dependa de los picapollos colaterales y otros rastrojos que la “República Digital” evacua, sino que también obliga a que el sujeto municipal o comunitario se someta, forzosamente, a los dictámenes ideológicos y a los patrones culturales proyectados desde la capital metropolitana.

En ese orden de ideas, tal es el caso del destacado poeta y gestor literario de la biblioteca pública “Prof. Juan Bosch” del municipio de Bonao, provincia Monseñor Nouel, señor  Antonio Tavares, quien acogió un listado elaborado por el escritor José Rafael Lantigua, respecto a los “libros importantes”, dominicanos y extranjeros, publicados en el año 2021.

Independientemente del mérito de los susodichos “libros importantes”, el destacado poeta y amigo nouelense Antonio Tavares cometió la irreverencia de aceptar la exclusión y agravio, explícitos, contra los escritores locales que publicamos en el 2021, dejando en entredicho su función como promotor de los espacios literarios o culturales de las municipalidades, a los cuales, por la naturaleza de sus funciones, está compelido a defender y apoyar.

En ese sentido, ¿acaso los inmortales escritores todoterreno de la urbe capitaleña ceden sus espacios a nosotros, mortales escribidores que subsistimos en las municipalidades? ¿Acaso hemos visto en las ferias internacionales del libro, auspiciadas por el Estado centralizador, una estantería exponiendo los libros publicados por los escritores municipales, provinciales o regionales?

Someterse y aplaudir el criterio exclusivo y excluyente del exfuncionario José Rafael Lantigua, constituye un acto de genuflexión, indigno de un representante local, ante el poder avasallante de las élites culturales de la capital metropolitana, beneficiarias de los poderes fáticos de nuestra “República Digital”. Bien podría argumentar el poeta y gestor cultural de marras que, al filo de su “atracción fatal” por los autores de “alto vuelo”, los escritores locales carecemos de la trascendencia que se le atribuye al parnaso de los literatos de la metrópolis capitaleña. De tener razón,  una de las funciones del poeta Tavares, como funcionario público, sería coadyuvar a construir el andamiaje de la calidad narrativa local. En todo caso, la crítica literaria solamente nos puede ofrecer puntos de vistas u opiniones que no convergen, en cuanto a la descripción de la realidad, en la verdad empíricamente verificable.

Ahora bien, la propuesta excluyente del poeta Antonio Tavares y del escritor Rafael Lantigua, se remonta a la metáfora antinómica de “civilización y barbarie”, la cual concibe los procesos civilizatorios a través del desconocimiento y la subordinación del “otro”, sujeto local, a un espacio geográficamente ideológico, enclavado en las capitales metropolitanas, epicentros centralizados del poder hegemónico. Así, igualmente, como la oposición binaria orbis terrarumorbis alterius acuñada en mi novela Voces de Tomasina Rosario, ensayo sobre el tiempo, publicada, precisamente, en el 2021:

Acogiéndose a la curtiembre haitiana del Dr. Peña Gómez, motejado Oguí Pie por El Abogado del Diablo, el purpurado católico, apelando al concordato que fusiona el Vaticano y el Estado en un consorcio de negocios, exigió, ¡asaz!, al conciliábulo de pulgas que pululan y merodean, holgazanas, en el Congreso, un adendum al presupuesto para que, con discreción y cogioca, el prelado remolcara hacia el orbis alterius de Haití a los belicosos cadáveres mañenses que fueron, desde 1929, ilegalmente enterrados en el orbis terrarum de Santo Domingo.