La Anexión de la república iniciada en el 1859 por Pedro Santana, es uno de los momentos de la historia dominicana de significativa relevancia dado que a apenas tenía bajo bandera soberana 15 años (1844-1859), la joven nación. Éramos en la ocasión la segunda república del Caribe independiente, precedida por la república haitiana creada en el 1804, ambas soberanías producidas en la isla de Santo Domingo. Siendo nuestra separación hija de una lucha contra el pueblo vecino y que generó el caso poco común en la geografía mundial de ser dos repúblicas que comparten una misma isla.
Dos años convulsos precedieron los preparativos de la Anexión: 1857-1858. Desde de la propia deportación de Santana realizada por Buenaventura Báez el 11 de enero de 1857, que no logró su propósito original, pues este regresó desde Guadalupe sin llegar a su destino final Martinica. Igualmente pasó por la emisión de papel moneda que afectó la economía cibaeña produciendo la rebelión de importantes munícipes en Santiago que terminaron el 7 julio del 1857 con un Manifiesto desconociendo al gobierno de Báez.
A esta acción le siguió la formación de un gobierno provisional en esta ciudad de Santiago: José Desiderio Valverde presidente, además de los ciudadanos ilustres, Ulises Francisco Espaillat, Benigno Filomena de Rojas, Pedro Francisco Bonó, Domingo Daniel Pichardo y el cura Dionisio Valerio de Moya, que formaron parte de la proclama.
El mando militar de ese momento estuvo a cargo del general Domingo Mayol, la insurrección se extendió al sur y al este y se dieron varios enfrentamientos. Sitiada la ciudad de Santo Domingo, el Senado de Báez lo indemniza con 50 mil pesos por los daños causados a sus propiedades, afectando estos enfrentamientos la economía, la estabilidad política y la unidad del proyecto nacional, frágilmente sostenido.
Santana se integra a esa lucha en septiembre del lado de los santiagueros terminando como jefe de las operaciones militares de los alzados. Ramón Mella era el jefe de las tropas de Báez. Con la Constituyente convocada en diciembre del 1857, se produce la Constitución de Moca el 19 de septiembre del 1858 y se declara la ciudad de Santiago, capital de la República, teniendo como presidente a José Desiderio Valverde y como vice a Benigno Filomeno de Rojas.
En ese momento teníamos dos gobiernos, con dos capitales, incrementándose una diferenciación regional que existe hasta los tiempos actuales, sin contar que hasta Cotuí fue propuesta como capital en ese momento por estar más en el centro de la isla, iniciativa de Benigno Filomeno de Rojas.
El 12 de julio capitula Báez y se exilia al otro día quedando Pedro Santana como jefe de las tropas de la ciudad. Santana pocos días después traiciona la Constitución de Moca, y sus seguidores se empeñan en retornar a la constitución del 1854 y traer de nuevo la cabecera del gobierno a la capital. Entre proclamas, rebeliones y conatos se inicia una confrontación que terminó con la salida del cabeza del movimiento de Santiago, el presidente Valverde, quien depuso y se fue al exilio el primero de septiembre del 1858.
Entre insurrecciones, fusilamientos, conatos de alzamientos y derrocamiento del reinado de Faustino Soulouque en Haití; conflictos con los cónsules de España, Francia e Inglaterra, se inició el último gobierno de Pedro Santana el 31 de enero de 1859, con la suerte de su lado, por la caída del emperador Soulouque del lado haitiano y la toma del poder del general Fabre Geffrard.
El momento histórico determinante de ese período se produce cuatro meses después de la llegada del general Santana al poder (abril de1859), cuando se inicia un conflicto internacional con los cónsules de cinco importantes estados europeos: Inglaterra, Francia, España, Holanda y Cerdeña alrededor de la petición hecha por estos representantes de los gobiernos europeos al gobierno dominicano, para que le fuera reconocida una mayor indemnización al papel moneda de los fondos poseídos durante la emisión realizada bajo el gobierno de Báez, en oposición al que había reconocido ya para la ocasión, el Senado de la república, en mayo del 1859.
Desde entonces comenzó un escarceo entre el gobierno dominicano y los intereses de los capitales internacionales representados en el país por los cónsules y que, ante la oposición del gobierno de Santana, decidieron marcharse del país generando una primera crisis política, esta de carácter internacional, amén de los conflictos internos que se producían en la administración de Pedro Santana.
Tres barcos llegaron al Puerto de Santo Domingo en esos momentos a reintegrar los cónsules de Francia en el bergantín Mercure, la fragata de Inglaterra Cossack y el barco español a vapor Don Juan de Asturias, para retornar, debido al conflicto anteriormente citado, a los cónsules que se habían retirado unos meses antes hacia sus países, esa vez, por el no entendimiento con el gobierno dominicano.
Esta medida de regreso se hizo acompañar de una petición de integración de los funcionarios consulares previa aceptación de los arreglos de la indemnización solicitada que, con excepción de España, que integró a su funcionario consular, las demás embarcaciones quedaron fuera ancladas en el puerto. Este hecho abrió otro camino para un acercamiento con España.
Sumado a estos conflictos internacionales, se agregaron luchas internas y el caso de Francisco del Rosario Sánchez y su expulsión del poder, se persigue otros miembros del gobierno que se habían rebelados debilitando al régimen y creando las bases de la negociación del protectorado con España que ya era un secreto a voces, de esos acercamientos desde los inicios del gobierno último de Pedro Santana.
El 5 de julio del 1860, llega el brigadier español Joaquín Gutiérrez de Ruvalcaba para conocer la propuesta de protectorado promovida internamente por funcionarios santanistas (Tomás de Bobadilla y Briones, estuvo entre los promotores) y los beneficios que dejarían para su país (España), de cuyas iniciativas los dominicanos desconocían. Estas negociaciones se realizaron a fines del 1860, entre el ministro Pedro Ricart y Torres y el representante español José Serrano.
Bajo el amparo de una declaración del Consejo de ministros del Estado Dominicano en la cabeza del general Leopoldo O’Donnell, se explica la forma en que se produciría la anexión y se escribe de esta manera:
“que el acto deba ser y parecer completamente espontáneo, para dejar a salvo la responsabilidad moral de España”.
Una vez más el país y sus ciudadanos son vejados por el poder político y traicionado de manera sediciosa el sentimiento nacional, pues se produjeron acuerdos de aposentos para producir un hecho histórico de trascendental significado para la vida política de la nación y de su soberanía, y no se le consultó, ni se hizo de manera abierta y libre, más bien con malicia y aviesa maledicencia, quedándose sellada la Anexión el 26 de marzo de 1861 con el pronunciamiento de Puerto Plata.
El historiador Manuel Ubaldo Gómez nos resume que las actas fueron firmadas por 4,000 personas aprobando dicha anexión, de 280 mil pobladores de la república para la época, siendo la mayoría de los firmantes, empleados públicos y otros que estuvieron en su momento de acuerdo con la acción.
Este momento histórico, sigue el trauma de los acontecimientos que ha acompañado la vida política dominicana y que nos remiten a una necesaria revisión del pasado para evitar estos trastornos de una accidentada y dificultosa historia, donde los intereses de grupos e individuos pesan más que el interés nacional. Es esa la labor de la historia, estudiarlos para evitar repetirlos, como comedia o como tragedia.