Un paseo necesario

El país cultural y literario ha tenido en el discurrir de su historia varios mecenas, de los que a vuelo de pájaros podemos mencionar en épocas distintas pero relacionadas en el tiempo, digamos uno detrás del otro a Manolito –don Manuel Mora Serrano– y a papá Mateo –Mateo Morrison– ambas dos glorias del trajín cultural, del apadrinamiento del accionar cultural y literario nacional. Por eso, son ellos dos los principales descubridores de talentos y escritores del país y por demás quienes se vincularon a eventos y hechos trascendentales de este ámbito, sobre manera la figura de este último (M. Morrison) que desde su participación en la Guerra Patria de abril del 65 siendo un militante de primer orden en el denominado Frente Cultural de la contienda bélica, este no ha parado de decir presente en todos los frentes en que se le ha requerido su presencia. Lógicamente que los de ayer fueron momentos más difíciles y escabrosos para esta tarea titánica de promover y agitar en el quehacer cultural y literario que los de hoy, sobre todo porque el universo del llamado Periodismo Cultural, durante los años aciagos del oscurantismo trujillista era eminentemente elitista, sin embargo, de una manera u otra se filtraban en el caso literario aquellos que demostraban ser buenos escritores, aún uniformados de juventud. Otros estaban destinados a tener presencia en los periódicos y revistas provinciales que, dicho sea de paso, impusieron una presencialidad imponente para dar a conocer a los valores escritores de sus respectivos lares y fue desde allí, desde aquellas páginas que autores que hoy figuran con un renombre en el parnaso de la literatura nacional se dieron a conocer.

Doctor Julio Cuevas

Manuel Mora Serrano

Don Manolito, empezó sus afanes de promover la literatura de provincia aún dentro del marco de la dictadura trujillista y posterior a la caída de este incremento su accionar no solamente dándole presencia en los periódicos de circulación nacional, si no visitándole en sus propios lares, compartiendo allí con ellos la realidad existencial de su universo del quehacer cultual y literario. Mateo Morrison en cambio, se suma terminada la Revolución de abril del 65 a una promoción y agitación cultural y literaria sin precedentes en los registros de la historiografía correspondiente a este ámbito en el país. Se puede asegurar que un auge y una presencialidad mantuvo este renglón del quehacer de la literatura hasta entrado los años noventa del pasado siglo y un reflujo o caída vertiginosa se presentó al inicio de siglo; hasta tal punto se dio una desaparición de todos los suplementos, revistas y páginas culturales y literarias. Sin embargo, hoy podemos decir que los escritores, gestores culturales mantienen viva la esperanza de ver reseñadas sus acciones en las que tiene permanencia por la milagrosa presencia de esencialmente dos medios: Plenamar, el Suplemente Areito y la sección cultural y literaria del periódico acento.com y digamos que esencialmente los dos últimos. Todo lo antes expuesto en estos párrafos anteriores no es más que una justificación para adentrarnos en el tema que hoy nos ocupa y claro, como un merecido reconocimiento y al mismo tiempo contextualización de dicho tema. Y es que ha dado tanto quien ayer fuera un delgaducho y diminuto muchacho de provincia a la promoción del libro, de la lectura y de los escritores dominicanos que no tienen nombre o sonoridad en el ambiente literario dominicano, ni posibilidades de acceder al mundo capitalino (aún con el auge de la modernidad de las redes).

Montado en el corcel del ensayo

Julio Cuevas ha sido y es en los últimos años ese jinete que lleva la cabeza de la marcha cabalgadora del quehacer promocionar literario dominicano, este gestor que además de docente de literatura en la Escuela de Letras de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), es sin dudas en estos momentos, el mayor gestor del periodismo cultural literario dominicano.

Este personaje, un reconocido escritor que desborda buena literatura desde sus libros de ensayos y poesía, así como en sus críticas, sobre todo en los dos primeros géneros que viene cultivando desde sus días de juventud fecunda en su Neyba amada. Desde sus ensayos sin mezquindades hace reconocimientos a otros poetas y escritores trascendentales como es el caso del escritor y poeta Víctor Villegas autor que ha trabajado y estudiado a profundidad, ya en 1985 publicó: Visión crítica en torno a la poesía de Víctor Villegas. Ahora, entre sus más recientes libros tiene uno titulado Las identidades en Juan Criollo y otras antielegías de Víctor Villegas.

Cuevas torna enjundiosa su pluma para analizar la obra del maestro Villegas: Es que el poeta, desde su discurso literario, le otorga visibilidad a lo invisible y hace, desde su entorno, su otro mundo: el mundo del imaginario y de lo mítico, reinventado desde el discurso metafórico y figurativo que tiene como soporte a la palabra. Hay aquí una interacción entre lo simbólico y el logos, lo cual conduce a la revelación de aquellas configuraciones míticas que surgen del expresar poético-filosófico que se configura en “Juan Criollo y otras antielegías”.1 Así discurre la pluma de este escritor dominicano dejando sentir su agudeza y profundidad de análisis literario poniendo en claro por qué posee el más alto grado académico de doctor de su Alma Mater.

El poeta Julio Cuevas desde su montería entre guasábaras, cambrones y a referencias de bacás, galipotes y brujas, para decirlo en lengua sureña, que es lo mismo que decir lenguaje de él y es que como dice el maestro H-G. Gadamer: La verdadera experiencia es aquella en la que el hombre se hace consciente de su finitud.2 Y sería bueno preguntarse a qué memoria se refiere el maestro Gadamer cuando apela a la experiencia. Esta sentencia Gadameriana la pone en presencia la profundidad del análisis de la obra de Villegas el maestro Julio Cuevas, veamos: Se trata de una poética testimonial donde lo simbólico-metafórico se asume como búsqueda del hecho estético-literario para configurar los sentidos de un texto poético, donde lo dominicano universal es focalizado como razón para la construcción de un hecho estético-poético, a partir de las potencialidades de la lengua.3 Pero nuestro autor va mucho más lejos y ahonda diciendo: La memoria se extiende aquí hacía el resituar de los ideologemas que le sirven de referente al sujeto poético en su travesía hacia el rejuego con la metáfora y sus múltiples sentidos.4 Cuevas concluye aseverando que el accionar de los poemas de Villegas:  es una poética donde el mundo memorial, se traduce en huella, en espacio, en recuerdos, en sueños, en historias y en sentidos poéticos.5

La obra de Julio Cuevas ha estado básicamente cimentada en el género de la poesía, desde este ámbito ha sistematizado un ritual del hacer literario que le ha merecido un buen ganado espacio entre los escritores de su convite del 70 a la que pertenece por esencia y en la generación de los ochenta en la que también le corresponde un puesto preponderante por el accionar y la presencia en los avatares y desarrollo de esta. Pero Cuevas, no ha dejado de lado otra de su pasión, la de ensayista y gestor desde el periodismo cultural y literario desde sus años mozos del pasado siglo, en el seno de los más prestigiosos diarios nacionales, este escritor ha servido el plato literario de manera asidua y sistémica hasta nuestros días.

La poética de Julio Cuevas

El escritorCuevas-1, es un poeta que pinta con su escritura su propio paisaje interior, por lo que esta es una poética de la intimidad, pero igual se disgrega a la vastedad de la memoria colectiva atrapando a los leyentes y salvándolo del suicidio colectivo de la soledad y el olvido y desde ella como dice I. Loman construye su discurso social y político.6 Esto es altamente evidente en su cuaderno poético Oráculo de la vida y de la muerte (2021- Tiempo de Nosotros Editores), en el poema Carta cimarrona a Juan Pablo Duarte, págs. 29 a 31. Veamos algunos trozos del poema: 

Mi entrañable y traicionado General:

Le escribo como simple mortal sureño

con los ojos florecidos de amor

y lluvia desde este eslabón de la patria

que soñaste donde resonó el primer tambor libertario…

¡¡¡Ay!!! Mi General, no provoques… no!!!

No hagas que estallen en bruces

los ardientes huracanes de este trópico

y sus intrépidas primaveras…

El autor Julio Cuevas desde su poética busca sin dudas situar en el leyente del presente a su Neyba amada como eslabón fundante en el escenario de las luchas libertarias en los momentos de la patria mancillada.  Pero desde ella también clama por los desaciertos del presente y en este poema sigue diciendo: 

Al leer esta cimarrona carta.

Lea también esta nota sin plegarias:

Ayer usted hizo como Cristo… estiró su látigo

y sacó del templo a los ladrones

y hoy todos han vuelto…

se adueñaron de las leyes…

de los ríos y sus peses…

Se embolsillaron tus relicarios

Tu rocío y mis girasoles…   

¡¡¡Ay!!! Mi general, no me responda…

Lea y cante, mi adorado general Duarte…

Lea y cante…mi General

y siembre de nuevo su voz y su canto

en esta tierra.

En este texto, el autor desanda y vuelve a sus días de rebeldías y evoca la acción contestaría. Cuevas hace proclama ante el despilfarro y las debilidades políticas de la nación sin importarle el bando o color del partido político, lo hace con soberano cuidado para no arrodillarse ante lo panfletario. Así Julio Cuevas se adentra en una poética que busca exorcizar los prejuicios sobre su Sur, de ahí su persistencia ontológica en su poética del decir, porque como dice Gadamer: Todo comprender es interpretar, y toda interpretación se desarrolla en el medio del lenguaje que pretende dejar hablar al sujeto y es al mismo tiempo el lenguaje propio del interprete7.

La poética de Julio Cuevas discurre como un juego escritural de rostros opacos que se recrean en el fondo de vidrios qué se fijan en el instante, como si el poema no existiera delante del leyente, a no ser, como un sobresalto del alma ante el arte celeste a que alude cual imagen transmedial, veamos en un trozo de un poema en su libro Salve Cósmica, pág. 53, donde nos dice. En esta pieza la voz autorreferencial y expresiva del poema toca “el alma dura de matar” de Olivorio Mateo: 

Yo soy el que soy

Un diestro coplero—

Repentista sin igual Yo soy el que soy

Olivorio Mateo

Alma dura de matar

desnuda

¡Paleros!

Metáforas sabaneras

¡Paleros!

¡Irradien mi lengua de luceros!  

Este autor nuestro, quien nos tiene acostumbrados a poemas de largo aliento, aunque en sus últimas cosechas hay que destacar que nos sorprende con el cultivo de poemas breves e intermedios, en los que crea universos alternativos desde su versología como un frío que se sumerge en el hábitat del lector.

Es una poética en que su espacio escritural busca un complemento de contextualización en el rincón más íntimo del recuerdo, lo busca en la esquina de la memoria donde andas sus guasábaras, sus remansas chorreras del río Panzo, sus amoratados racimos de uva y su salitroso valle encantado de bacá, galipotes y cactus florecidos en la celebridad de San Andrés. Cuevas, desde su poética se platea una estética del culto escritural en la ruta hacia un poemar del decir en el hermafrodismo literario de poesía y narrativa que lo puebla; veamos esta realidad en fragmentos del poema Confesiones de su poemario Oráculo, págs. 47-48… 

El domingo 5 de julio de 1984, día arisco y de tragos…

hablé y fuñí la paciencia con Luciano y García,

y el lunes 6, día cimarrón y bronco…

Llamé a Soler, a Rafael Meyreles, el patriarca…

Mi amigo el gordiflón con cara de burócrata, y le hablé de las

pendejadas de mi Neiba de cayucos y cambrones.

sí le hable de mi gente, de mi pueblo y de su exilio geográfico,

y puse en sus oídos un clamor de tormento… una proclama de girasoles ardiente…

y sentí y siento la ausencia de mi hija Marlin, y fue entonces

cuando sequé el sudor de mis recuerdos

con el mandil de Belán el carnicero,

y fue entonces cuando salí a la calle…

Y mi sombra se deslizó sobre la acera,

como una culebra apresurada…aaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Desandar en sus poesías es un espectáculo figurado al que nos abandonamos desnudados de la realidad para acorarnos en el infinito del figuramiento del pensar. Es una crucifixión estética, un concierto de ritmos, rimas y metáforas encontradas en la acústica del sacrosanto espacio celestial del ejercicio escritural, tal como nos lo dice en este fragmento del poema del libro Salve Cósmica, III- pág. 16.  

Yo soy el que soy —el profeta negro—

La misma muralla que detuvo la ira

Y su infernal veneno

Encina del mangle

Aquella tarde tuerta del calendario

Tiempo después de la espada

Y los arcabuces

Cuando el gringo se cagó

Sobre los cantares de mi Biblia

Y quiso cambiar mi acento

Y arrebató mis utopías

En su poética se mezcla la experiencia estética como una pintura interior que llena al lector de caos interior y de sublime candidez de lo leído. Asumir el compromiso de su lectura es ser cadáveres arruinados a la intemperie del vacío existencial que él recorre descalzo de espíritu por el hacer poético.

En su poética se adueñan las añoranzas, el honor y gloria de su ciudad legendaria en el tiempo histórico. El sujeto provinciano se apropia de los campos, de su hamaca, de sus momentos de epifanía y discurrir filosófico. Sus espacios vividos en el tejer de su sureñidad nos hacen nadar en su poética como vuelo de pájaros de sal bajo la persistencia de la lluvia, pero es un vuelo que se repite, que se hace tortuoso en el lamer de los ojos sobre el poema y como dice el maestro Heidegger: lo característico de los poetas es no ver la realidad. En vez de actuar, sueñan. Lo que ellos hacen son solo imaginaciones. Las imaginaciones son cosas que simplemente se hacen. Al acto de hacer se le llama en griego ποίησις8. Toda poética, es un conjunto de sistemas de significación que envuelven de alguna manera las formas de vida del poetizante. Esa poetización condiciona los diversos procesos del poeta comunica su estado y vivencias. Toda poética es en sí misma una pintura al óleo del alma del (poeta) artista de la palabra, es una esfera de significaciones transmisoras de energía y dinamismo, de acción, acto y potencia de ser y de no ser.  Julio Cuevas es un cimarrón que ha cantado a los dioses desde su Salve Cósmica, veamos este fragmento del poema — VI—pág. 24-25. De su libro Salve Cósmica. 

Soy

El gran retorno de los cemíes caribeños

Soy un cimarrón

La sangre rebelde del discurso trinitario

El Duarte moreno

La espiga volcánica del ciempiés… 

En Julio Cuevas no hay demencia literaria, él es niño jugando a encampanar chichiguas de colores, jugando al harinar de iguales en los días de San Andrés. Su poética es cansado amanecer en la Barías, ocultamiento de voces en Villa la Paja, pez arrastrado en la rigola del barrio el Tanque; poema de muchacha en flor perfumada de arcoíris Apolinar Perdomo abajo. Y es que como dice el maestro Gadamer… el regreso es un regalo de dos caras: no es volver a tener lo que se había perdido, sino también, al mismo tiempo, una nueva pérdida”9 y es que poetizar siempre será eso, un nuevo reencuentro, un nuevo viaje al recuerdo, regreso al apreciar de la memoria y esto en la poética de Julio Cuevas es un presente. En Julio Cuevas la dualidad escritural esta intrínseca, es poeta y ensayista por lo que juega al perdón de los pecados literarios, en su realización de periodismo cultural nuestro autor tiene que ser el otro, en el que él se encuentra reflejado desde la literalidad escritural desde donde este se vuelve voz del otro, de los otros, pero no quedándose sin voz para cantarse como una Salve Cósmica que lo transmuta la otredad de lo vivido, sin que deje de ser propietario de su identidad surestana.

Julio Cuevas evoca la cotidianidad, sí, su existencialidad y con ella atraviesa cual puñal de hilo tibio los párpados del leyente inundando de derretida lirica poética la visión del lector. El pregonar del autor es un instante que como tatuaje fresco reluce en sus disquisiciones de su decir poético ante lo cotidiano donde el amor, las luchas libertarias, el desasosiego, la rebeldía acumulada, el desprecio racial y la otredad encuentran en su poemar la casa isleña, el canto de un caribe soñado de voces libres. Julio Cuevas hace hundir en su poética el barco de los sueños de los leyentes para que estos se tiren al mar a nadar sobre sus versos para salvar sus pesadillas de aventureros lectores.

  • Juan Criollo y otras antielegías¨. Pág. 85.

2) Gadamer, H.G. (1993). Arte y verdad de la palabra, Paidós, España. pág. 434).

3) Juan Criollo y otras antielegías¨. Pág. 169-170

4) Ibidem pág. 169-170.

5) Ibidem pág. 169-170.

6) Lotman, Iuri Mijáilovich. 1996. La semiosfera I. Semiótica de la cultura y del texto. Ediciones Cátedra. Universitat de Valencia. España.

7) Ibidem: pág. 467.

8) Heidegger, M. (2001). Conferencias y Artículos, ediciones del Serbal, Barcelona.  pág. 140).

9) ibidem. Pág. 132.

10) Cuevas, J. (2021). Oráculo de la vida y de la muerte (pesias). Tiempo de Nosotros Editores, Sto. Domingo, Re. Dominicana.

11) Cuevas, J. (2023). Salve Cósmica (pesias). Tiempo de Nosotros Editores, Sto. Domingo, Re. Dominicana.

12)  Cuevas, J. (2021) Rondando (pesias y cuentos infantiles). Tiempo de Nosotros Editores, Sto. Domingo, Re. Dominicana.

13) Cuevas, J. (2022). Las Identidades de Juan Criollo y otras Antielegías de Víctor Villegas (ensayo). Tiempo de Nosotros Editores, Sto. Domingo, Re. Dominicana.