¡Ay, abuelo ¡En los patios de nuestro pueblo ya no hay vida como antes! Manuel Jesús Melero Callado.[1]
1-Sus orígenes
Desde la alta colina de Vejer de la Frontera, municipio de la histórica, patrimonial y hermosísima provincia de Cádiz, el padre –de nuestro patricio- comenzó a descender dejando detrás los patios vejeriegos de sus vecinos, los zaguanes, las empinadas y estrechas calles, las casas y los edificios -en la actualidad- todos revestidos de blanco. De esa lejanía:
(…) situado al suroeste de la provincia de Cádiz, en la cuenca baja del río Barbate en lo alto de una loma de 190 metros sobre el nivel del mar desde la que se domina parte de la costa atlántica y de la zona interior de la provincia. Su ubicación, entre el litoral y el interior Jandeño, le dota de un variadísimo relieve en el que tienen cabida montes, profundos pinares, una zona costera sin grandes alteraciones geográficas, una zona circundante de llanos y fértiles huertos, los recursos hidrográficos que les ofrece el Barbate, el Saldo, los arroyuelos y las aguas del manto freático, además de contar con una zona interior de cerros pronunciados que nos adentra hacia la serranía gaditana.
Procede el progenitor de nuestro Padre de la Patria, el comerciante Juan José Duarte, quien nació en 1768:
De la misma tierra española donde en 1492 zarparon las tres carabelas («Santa María», «La Niña» y «La Pinta»), que conquistaron y colonizaron nuestras tierras nativas, explotando y exterminando la raza aborigen de Quisqueya, en nombre de la civilización y evangelización del nuevo mundo: el imperio colonial estaba representado por el Almirante Cristóbal Colón (1451), de origen genovés, quien solo contaba con 41 años, cuando inició su travesía hacia nuestras tierras a la que llamó Hispaniola, de las que dijo, a los Reyes el 22 de marzo de 1493:
"La gente desta isla y de todas las otras que he fallado y habido noticia, anda todos desnudos, hombres y mugeres, así como sus madres los paren; aunque algunas mugeres se cobrian un solo lugar con una foja de yerba o una cosa de algodón que para ello hacen. Ellos no tienen fierro ni acero…."
Luego, los Reyes la nombraron Isla de Santo Domingo. Hacia las tierras conquistadas, vino su padre Juan José Duarte a forjar los sueños de su vida que no había podido concretar en su terruño vejeriano, aquí conoció a su esposa doña Manuela Diez, oriunda del Seibo, con quien formó una notable familia, destacándose entre todos los demás: Juan Pablo Duarte Diez, aunque una década menor que su hermano Vicente Celestino, el núcleo familiar siguió expandiéndose con Manuel, Sandalia, Rosa, Filomena y Francisco.
En el 2009 fue la primera vez que una delegación oficial del gobierno dominicano pisó territorio de Cádiz y Vejer de la Frontera e inauguró dos bustos de nuestro patricio: «Juan Pablo Duarte (1813-1876). Fundador de la República Dominicana. Homenaje a la figura máxima de la historia dominicana, cuyo padre, Juan José Duarte, naciera en Vejer de la Frontera (Cádiz) en 1768, luego emigró a Santo Domingo donde procreó familia, incluyendo a quien sería el futuro Padre de la Patria»:
La República Dominicana fue independizada del dominio haitiano el 27 de febrero de 1844. Secretaría de Estado de Cultura de la República Dominicana y el Ayuntamiento de Cádiz, 22 de julio de 2009. 165 Aniversario de la Independencia Dominicana. Este busto de Juan Pablo Duarte fue descubierto el 22 de julio de 2009, en acto presidido por la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez y el Ministro de Cultura de la República Dominicana José Rafael Lantigua.
En otros países, igualmente podemos encontrar algunas calles con su nombre, como el caso de la cosmopolita ciudad de Nueva York.
2-Vida y formación
Aprovechemos el tiempo. Juan Pablo Duarte.
De cuerpo leve pero sostenido en la hondura honradez de la patria, alto como las acciones concretadas y consumadas en su afán incólume de luchar por el tricolor de la nación ultrajada, donde sus ojos alucinaban la libertad deseada. Luz almacenada en su alma rebelada que nunca se detuvo ante la oscuridad, quebrantada por otra nación que nos congojaba, con sus veintidós años de embestidas. Ante la ofensa, su espíritu emprendía la más noble causa de su conciencia encendida, hacia la libertaria soberanía, que era su única guarida.
Rostro valeroso y laureado, por sus acciones emprendidas, Juan Pablo Duarte nació en Santo Domingo, un martes 26 de enero de 1813 (en la casa número 303 de la calle Isabel la Católica, donde hoy funciona el Instituto Duartiano), cuando aún nuestro territorio era una colonia española. Fue un niño que desde temprana edad empezó a revelar sus extraordinarias virtudes, su honorable madre Manuela Diez fue quien empezó las llamas iniciales y encendidas de su educación:
Desde las primeras lecciones –dice Pedro Troncoso Sánchez- con su madre y con la señora Montilla, reveló ser el niño lo que la moderna psicología llama un superdotado. De la escuela mixta de párvulos de la señora Montilla pasó pronto a la escuela primaria de varones, en donde se distinguió por la rapidez con que progresaba. Luego fue admitido en la escuela de Manuel Aybar. En ésta completó su aprendizaje de la lectura y escritura y estudió gramática y aritmética.
Entre todos sus hermanos, fue Duarte quien tenía más amor e interés por los estudios; esto fue aprovechado por su padre, para que fuera instruido de manera particular por destacadas personalidades nacionales y extranjeras, pudo realizar viajes de estudios a Estados Unidos, Inglaterra, Francia y España. Desde esas experiencias educativas se fue formando, hasta llegar a ser un políglota, es decir, sabía latín, portugués, español, francés, inglés y alemán. Incluso el idioma francés lo aprendió con el profesor haitiano don Augusto Brouard, mientras que el inglés lo hizo bajo la protección del señor Groot. En Nueva York continuó estudiando inglés y geografía universal con Mr. Davis, en su formación son destacables los doctores Bonilla y Gutiérrez; este último -en un momento dado- expresó:
Si este muchacho viviera en Europa sería ya un sabio˝. Pese a la precaria situación económica del país, su padre Juan José Duarte, siempre se mantuvo buscando los recursos necesarios para sostener la educación permanente de su hijo: «Duarte fue un joven muy aplicado en sus estudios. Una de sus hermanas, que se llamó Rosa, escribió una breve biografía sobre Juan Pablo, que se conoce con el título de ˝Diario de Rosa Duarte˝, en la que refiere que su hermano acostumbraba a estudiar hasta la una o las dos de la madrugada; y que sus libros, que él tanto apreciaba, los hacía circular entre sus amigos para que también fueran ampliando sus conocimientos.
Hay que destacar entre la familia de Duarte, a su hermano Vicente Celestino, que lo acompañó en la lucha libertaria. La presencia de su hermana Rosa, quien se convertiría prácticamente en la verdadera cronista del patricio, aunque Duarte nunca tuvo un biógrafo profesional, parecería que él mismo lo haría, pero no fue así: muchos de sus datos personales y familiares nos fueron suministrados por su querida hermana. Igualmente, que por su propio epistolario podemos leer y sentir las virtudes de su nacionalismo y patriotismo, pero también sus angustias, sus desengaños, sus desventuras. Ser humano extraordinario, Duarte, colmado de cualidades naturales, llevó a la práctica sus conocimientos sociales y políticos. Esas virtudes siempre supo ponerlas a favor de su territorio. Movido por sus ansias libertarias, estudió y se formó porque para él la patria estaba por encima de todo interés personal o familiar.
Desde temprana edad, tenía el prodigio natural y adquirido de ser un hombre paradigmático, su entereza patria era inconmensurable, de ahí que Joaquín Balaguer tuviese que bautizarlo con el nombre: El Cristo de la Libertad, obra donde estudia y analiza la vida y la obra de Duarte. Un Cristo humillado, vilipendiado, desterrado y crucificado, para luego ser la patria reencarnada:
El Padre de la Patria fue una conciencia seducida por la figura de Cristo y hecha a imagen de la de aquel sublime redentor de la familia humana. Duarte fue, como Jesús, eternamente niño, y conservó la pureza de su alma cubriéndola con una virginidad sagrada. Tuvo en su juventud una novia, a la que quiso con ternura, pero que murió soñando con su noche de boda y suspirando por su guirnalda de azahares. Rico y de figura varonilmente hermosa, pudo haber sido amado de las mujeres y haber vivido feliz y adulado en medio de los hombres; pero como Jesús, hijo de Dios, que nunca llevó manto de púrpura, ni se cortó la cabellera; que no sentó a los poderosos a su mesa ni conoció mujer alguna, Duarte huyó de los lugares donde la vida es alegría y festín para ofrecer a la Patria su fortuna en medio de la desnudez y la pobreza.
De igual forma, se refirió a Duarte el destacado escritor e intelectual de Santiago de los Caballeros Tomás Hernández Franco. Duarte fue, de carne y hueso, como todos los demás, pero poseía el don de los grandes héroes de la humanidad, los cuales se entregan en cuerpo y alma a las causas nobles y libertarias de su nación.
Uno de los datos más reveladores, quizás el principal causante del patriotismo en la vida de Juan Pablo Duarte (aunque ya le venía impregnado en el aura celeste de su conciencia juvenil) fue cuando tuvo que embarcarse para un viaje de estudios, entonces cuando le mostró su pasaporte, el capitán del barco le dijo: Eres haitiano, respondiéndole enérgicamente: No, soy dominicano. Este hecho de su juventud temprana lo marcaría para toda su vida accionaria. Otro de los acontecimientos trascendentales de Duarte, fue indiscutiblemente sus estudios en Europa y Estados Unidos, desde donde conoció, en la década de años 30, los movimientos políticos y liberales de la época.
La vida de Duarte puede ser vista y analizada desde distintas perspectivas: el pensador, el político, el revolucionario, el constitucionalista, el educador, el templario, el poeta, el romántico. Sin embargo, el que ahora nos interesa es el Duarte apóstol de la independencia y la dominicanidad.
[1] historiador y antropólogo de Vejer.