Aunque ya conocía una buena parte de los poemas de Juan Byron, leídos ahora en su conjunto alcanzan una dimensión, que lo sitúa a él como un excelente poeta.

A la verdad, cuando hace ya algún tiempo tuve la suerte de leer un poema suyo, titulado Sueños, me sobrecogí y dije para mis adentros: “Estos versos han sido escritos, sin duda, por un poeta singular”. Entonces hablé con mi viejo amigo y le dije que sería un acto de deshonor que el pueblo dominicano y el mundo no conocieran su poesía. Y es que Juan Byron no es un poeta común y corriente, ni siquiera es un poeta más. No. Estamos en presencia de un creador que es capaz de sacudirnos por dentro y por fuera, y llevarnos al terreno de la confrontación de la verdad y la mentira. Predomina en él la intención de aproximarnos  al halo misterioso que cubre las hendeduras de la hipocresía, a fin de que seamos capaces de desnudar el oprobio  que ha imperado por siglos en nuestra historia. Para darnos cuenta de lo que digo, basta leer:

Sueños

Pabellones sin ventanas y sin puertas

aprisionan nuestros sueños,

como sombras y siluetas, como tumbas

como rosas putrefactas, como lilas

como gotas anegadas, muy adentro

muy adentro

de los cuerpos esparcidos y las almas

sin consuelo.

Juan Byron es un poeta que  escarba las imágenes y los sentimientos ocultos en lo más hondo del alma humana. Es un poeta de la trascendencia y de lo vital, enraizado en la búsqueda del dolor y de la angustia, y, por qué no, de se ese sabor amargo que persiste en el paladar de los habitantes de una isla signada por el olvido.

Creo que en la poesía de Juan Byron encontramos lo que ha estado siempre ausente en la gran mayoría de los poetas dominicanos: acercarnos a nuestra identidad, desde el agobio y la desventura, para conocer la verdad que pulula, hambrienta, por los surcos invisibles de la desesperanza. Entonces, irremediablemente, sobreviene la hecatombe, con su secuela de violencia redentora, que él nos la dibuja de esta manera:

La noche se abalanza, se derrama

sobre párpados caídos, sobre luces

la noche gris y eterna se levanta

sobre nuestras cabezas se columpia

nos agita, nos azota, nos derriba

Pero estos versos no son más que un anzuelo para que mordamos nuestra propia tragedia y hagamos conciencia de la oscuridad que nos envuelve. Estos versos, además, nos presentan la muralla de la desesperanza, para que la derribemos y encontremos la luz que ha de iluminar nuestro sendero y guiarnos hacia la vida plena de libertad, igualdad y justicia.

Así, el poeta nos dice:

Donde alumbra la lumbre del rumbo de la sombra

embarrando de hambre miradas errabundas

su sílaba de espera abate la esperanza

su letra de consuelo, su sílaba de sueño…

Leer  a Juan Byron es acercarnos a nuestra identidad perdida.

(Juan Bayron fue profesor por más de veinte años en la UASD. Impartió las asignaturas: Sintaxis, Ortografía y Gramática Avanzada).

Haffe Serulle en Acento.com.do