Es hijo de dos viajeros empedernidos, gente de libros y caminos, y ahora vive en México. Y allí, entre una mirada y otra, y en andares que más que travesías han sido aprendizaje, escribió unas reflexiones sobre la vida cotidiana. Y un día, a estas reflexiones le nacieron alas y se convirtieron en un libro: El libro de las ilusiones.

“Yo empecé a escribir unos pequeños ensayos -dice-, como pequeñas reflexiones en función de estímulos que recibía de manera externa. Así que este libro nació de observaciones que yo iba haciendo”.

José Juan Ubiñas Cáceres nació en Santo Domingo, del matrimonio de Guaroa Ubiñas Renville y Luisa Cáceres, y se fue a México a realizar estudios universitarios. Los viajes al campo de la mano del investigador que es su padre y de la arquitecta y académica que es su madre lo ayudaron a definir un criterio: de la vida, de la justicia, de la sociedad, de la culpa social, de la religión. Y ahora ese criterio va con él.

El libro de las ilusiones es un manojo de reflexiones vitales que se mueven entre la filosofía, la política, la poesía, el tiempo y la antropología social. Según él, es una mirada a un mundo roto y lastimado, y a un tiempo de desencuentros entre el ser humano y su entorno.

José Juan Ubiñas Cáceres tiene autores y libros preferidos, algunos de los cuales, según dice, lo ayudan a pensar y a repensar el mundo en que vive: Octavio Paz y El arco y la lira; Orham Pamuk y su Estambul; Fernando Pessoa con sus heterónimos y su Libro del desasosiego; Michel de Montaigne y sus Ensayos; Lao Tse y su Tao Te King, y los filósofos presocráticos.

¿En qué circunstancias nació este Libro de las ilusiones?

La idea del libro nació primero que el libro. Yo estaba trabajando en México y empecé a escribir unos pequeños ensayos, como pequeñas reflexiones en función de estímulos que yo recibía de manera externa.

El libro nació de observaciones que yo iba haciendo. No había pensado en un libro al principio, sino que me llamaba mucho la atención un tema y yo decía vamos a ver que hay ahí.

¿Cuáles son los grandes temas del libro?

Los temas están salteados. Desde luego, tienen una conexión estilística porque lo escribí yo, pero hay muchos que talvez no tienen una conexión directa de un tema con el otro. Es una recopilación de estas reflexiones del 2019 a octubre de 2021.

Hay reflexiones sobre la compasión, que es básicamente la capacidad que podemos tener los humanos de expansión, o sea de empatizar, de llegar al otro, como somos nosotros, un colectivo en nosotros mismos, en la misma individualidad.

Sartre decía que uno es lo que hace con lo que hacen de uno. Entonces ya uno parte de una forma que uno obtiene por la sociedad, y ahí tenemos un montón de filtros que no vamos a quitar. T. S. Elliot, en uno de sus poemas que yo leí en la universidad, decía: En este lugar baldío veo gente saltando / aquí bailaba gente, hace muchísimo tiempo.

Eso pone a pensar en que uno es un ser sucesivo, o sea, uno es la personificación del tiempo. Esto lo decía Octavio Paz, en El arco y la lira: que no era el tiempo lo que pasaba, lo que pasaba era uno, o sea uno a la medida del tiempo.

También hay reflexiones sobre Dios y sobre el estado en que nosotros vivimos; sobre el estado cotidiano, el de los problemas, el de la vida, el del disfrute, el de escribir.

Luego yo hago, de una manera sucinta, unas reflexiones como en tres niveles. Las primeras son personales sobre las cuestiones del día a día. Ese tema de la compasión es uno de ellos.

El libro de las ilusiones empieza con un epígrafe de Michel de Montaigne. ¿Cómo se encontró usted con Montaigne y qué le ha aportado su lectura?

Este hombre vive cuando el mundo empieza a girar alrededor del hombre y es el hombre que populariza los ensayos

A mí me gusta mucho la manera en que él piensa porque se me hizo contemporáneo en comparación a otra gente que tú puedes leer. En sus Ensayos habla de la gente que vive en las tierras conquistadas en América y lo maneja con mucha sobriedad, tiene muchísimas referencias.

¿Qué filósofos le han ayudado a pensar filosóficamente?

Yo diría que más que filósofos, los poetas. A mí siempre me ha gustado la poesía. Yo estoy en contra del pensamiento popular de que se use la poesía siempre con una finalidad romántica.

A mí Fernando Pessoa me gusta muchísimo, me gusta la manera en que él escribe, en que piensa las cosas, cómo profundiza, cómo va más allá, ver la vida de él que, siendo un sujeto de una vida muy normal, un sujeto medio burocrático, termina teniendo unos pensamientos muy intensos y una despersonalización por la cuestión de los heterónimos, Alberto Caeiro, Ricardo Reis.

Esos pensadores me han ayudado mucho a poder desarrollar cierto criterio filosófico.

Yo creo que la poesía está más cerca de la realidad que la prosa. El fluir de las palabras de manera natural es poética. Decía Octavio Paz que es más fácil que una persona de la calle se vuelva más poeta que prosista por la manera en que se expresa de manera natural, en que fluyen las palabras, unas llamando a otras. Él tenía una frase que decía que era más fácil conocer cómo se veían las pirámides aztecas por los poemas aztecas que por los poemas en español.

Para mí, Fernando Pessoa también es importante, igual que la poesía de Unamuno.

Yo busco siempre la poesía que tenga un carácter didáctico. Por ejemplo, Lo fatal, de Ruben Darío:

Dichoso el árbol que sea apenas sensitivo / y más la piedra dura porque esa ya no siente / pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo / ni mayor pesadumbre que la vida consciente. /Ser y no saber nada / y ser sin rumbo cierto / y el temor de haber sido y un futuro terror / y el espanto seguro de estar mañana muerto / y sufrir por la vida y por la sombra y lo que no conocemos y apenas sospechamos.

Esto trata del tiempo, de la duración de la vida, creo que todo eso va relacionado.

Si tiene cuestiones filosóficas lo que yo he escrito, ha sido más por una inercia de las reflexiones que yo he tenido, que tienen una finalidad más social, algo que pueda llegar a la gente.

A veces siento que la filosofía está secuestrada por los especialistas, pero la gente filosofa a diario.

¿Qué consecuencia quiere que tenga su libro?

Una consecuencia que me gustaría que tuviera es que le brinde a la gente un inicio en la concepción de las reflexiones, un destapar de la realidad, que ayude a ver las cosas que nos rodean. O sea, ver que hay algo más detrás de cada cosa.

Yo quiero que la consecuencia de este libro es que tú digas que hay otro mundo después de este, que hay un mundo subterráneo y ni tú terminas de conocerte a ti mismo.

¿Qué viene después de este libro?

Viene un libro de poemas. Todavía no tiene título, pero ya tiene poemas. Tengo más de cuarenta poemas escritos. Y lo que hago es que lo voy escribiendo y ya va a llegar una fase de depuración. No quiero que sea un libro inaccesible, quiero que las metáforas lleguen; no quiero un lenguaje especializado ni usar un lenguaje poético que no se pueda entender. Quiero crear un libro prismático. Yo creo que la poesía se presta mucho a esa idea de la interpretación y a ver varias perspectivas, profundizar.

Siempre tengo la inquietud de qué es lo que somos y cómo vamos a acercarnos un poco más. Es una utopía, no vamos a llegar, pero nos vamos a cercar.

Alguien ha dicho para qué para qué sirve la utopía. Para caminar. No se llega, pero te acercas.

¿Cuáles son las razones de ese poemario?

Una inquietud por el sentir humano. Eso es lo que mueve a mí, por la memoria, por como nosotros nos sentimos, por ese sentimiento de desarraigo que uno puede sentir.

Eso está influenciado directamente con que yo me fui para México. El otro día estaba caminando por la calle y escribí un poema:

Estaba caminando por la calle / y todas las personas eran el mismo hombre / pero yo no lo conocía.

Es una forma de decir que por estar lejos yo ya no conocía ciertas cosas que a mí me eran muy familiares en un lugar.

Este libro tiene ideas fundamentales: la reflexión de uno como ser humano, la intranquilidad, el costo de sentir y qué valor tiene realmente sentir las cosas. Hay un eje dando vuelta. Entonces, ese poemario lo que quiere es profundizar, no responder, sobre la cuestión del sentir humano y la memoria.

¿En qué circunstancias usted se fue a México?

Yo me fui a México en el 2011 por una beca que había para una universidad -el Tecnológico de Monterrey-. Hice el examen de admisión y obtuve una beca del Programa de Alto Rendimiento Académico (PARA).

Yo fui a estudiar diseño industrial y al final terminé cambiándome para Comunicación, y entre el cambio y el movimiento, me gradué en el 2017.

Usted es hijo de dos viajeros empedernidos. ¿Qué cosas le ha dejado su andar?

Yo desde niño me moví mucho. A mi papá le gustaba mucho ir a los campos. Recuerdo una época en la que puedo definir gran parte de mi niñez como edad fundamental para ir formando un criterio. Todos los fines de semana salíamos a los campos.

Había diferentes actividades. Mi padre, el investigador Guaroa Ubinas Renville, hacía entrevistas, trabajaba para el Museo del Hombre. Recuerdo que siempre íbamos a lugares que se encuentran marginados en comparación con la capital. Ahí siempre preguntábamos por la persona más vieja del lugar para que le contara historias y casi siempre terminábamos con una persona octogenaria.

Y en eso fui absorbiendo información y limitando con las fronteras del mundo imaginario que uno va creando en la cabeza. Eso me ayudó bastante a darme cuenta de cierta realidad social y de la diferencia que había, grandísima, entre la vida que se tenía en la capital con la vida de otros lugares.

Yo estaba pensando escribir un poema relacionado con lo de la memoria, con las ideas de cómo uno se constituye como persona en función de la idea del ayer y del futuro. Por ejemplo, el hoy es un recuerdo del ayer que se mantiene y el futuro es como una proyección.

En su libro está muy presente el tema de la justicia y la culpa social

La parte que más me interesa es la parte ligada a la justicia, es decir, a quien están inculpando por cierto delito. Esos temas me interesan muchísimo en la parte de la memoria. Es que hay un demográfico social y lo podemos ver desde la Conquista.

Basándose en esa ida hay sectores que están prácticamente criminalizados. Hay varias vertientes que miran a lo mismo: la económica, la social relacionada con la cuestión de etnia, de la procedencia económica. Todas terminan creando lo que se llama el accidente de cuna.

El accidente de cuna tiene que ver con las condiciones que tú tienes en función del lugar donde tú naciste. No es lo mismo una mujer blanca que haya nacido en Europa que una mujer que haya nacido en El Congo, o una mujer negra que se muda a un lugar donde están los blancos.

Hay unos sectores que nacen aquí o en muchas partes del mundo con menos probabilidad de tener un desarrollo estable de manera económica y social, de poderse desarrollar porque ya están impuestos cuáles son las metas que se deben llegar y cuáles son las características. Si uno no nació con ciertas características, pues se jode.