Que los arquitectos de la visión mecánica o digital del mundo, en su intento por desmontar las certidumbres de las cosas, hayan asentados “múltiples ojos desde el cielo” para subvertir la vastedad del mar, “sus aguas y sus fondos”, configura, en los poemas Mar 1 y Mar 2, del destacado poeta dominicano José Enrique García, un pronóstico desequilibrado y sombrío que contrasta, ya “todo al desnudo”, con el “único” y espinoso, e impenetrable emplazamiento a revelar: el “corazón humano”.

Para ello, Enrique García, en los primeros versos de Mar 1, acorre a “las voces de los antiguos marineros” que, siendo legatarios del incógnito de los piélagos, fueron testigos de “huesos antiguos…cadáveres…cuentos y leyendas”. Pero que “ahora”, a partir de una atmósfera metálica y relegada el alma por nuevos fanales o paradigmas, a “El mar, cuerpo blando de sales”, salvo le queda replegarse, “de vuelta y revuelta”, a sosegarse de rodillas “sobre las rocas…y las arenas”, ya desvelados sus secretos.

Así, en Mar 2, ni siquiera “Dios ya no tiene mar” porque los artilugios del hombre y sus excesos han desarticulado la ida y venida de las aguas, espacio donde la deidad pudiera “engendrar” sus “criaturas fantasmales” para propiciase, quizás, el temor y devoción de nosotros sus criaturas. Y es que, agotados “los lugares para seguir obrando”, los objetos y los humanos, “barcos y… tripulaciones”, obras ad libitum del Altísimo, “han perdido [sus] misterios” a costa de observar cada noche las estrellas al margen de los prístinos anhelos “en que las travesías sueños eran”.

¡No!, no es mera inventiva o nostalgia de José Enrique García, sino, “distante ya de aquellos días”, el grito o mensaje de los bosques, ríos, cañadas, y los árboles abrazados allá en lo alto advirtiendo que ya nos queda poco tiempo porque el humo, apetitos, deseos, y los tangibles avíos de la especie exceden, más que nunca, los últimos límites del cielo y el ámbito terrestre. De ahí que, a raíz de toda esta urdimbre alegórica  del poeta de la imagen, el mundo construido por el hombre, “desnudo de misterio”, habrá de poner fin al complejo andamiaje o fundaciones de todo lo creado. Nos queda, sin embargo, “únicamente [un] lugar a descubrir”, acaso rebosado de sospechas: “el corazón humano” afín a los mismos tripulantes marineros que, hombres comunes como todos los hombres, surcan, subvertida, la misma vastedad del mar.

La-playa-y-la-exhuberante-vegetacion-del-Grand-Paradise-Samana-en-Las-Galeras
Mar Caribe, visto desde la costa de Samaná,

 

Mar 1

El mar, cuerpo blando de sales,

de algas, de huesos antiguos,

          y de cadáveres aún,

horizontes de cuentos y leyendas,

que se metamorfoseaban

en las voces de los continuos marineros…

Ahora,

          múltiples ojos desde el cielo

          violan sus aguas y sus fondos.

Y solamente,

          ya de vuelta y revuelta,

descansa derramándose

   sobre las rocas, sobre las arenas,

          desnudo de misterio.

 

Mar 2

Y Dios ya no tiene mar

donde engendrar criaturas fantasmales,

los barcos y las tripulaciones

estas hechuras de su voluntad

          han perdido misterios.

Se terminan los lugares

          para seguir obrando:

desde la misma altura,

          se traspasan los fondos

          desvelando los otroras misterios

distante ya, de aquellos días

          en que las travesías sueños eran

          que despertaban la imaginería…

Todo al denudo,

          únicamente lugar a descubrir

                    el corazón humano.

         

Luis Ernesto Mejía en Acento.com.do