Desde su poemario, Arcilla solo arcilla, el notable poeta José Enrique García nos convoca a presenciar la procreación primigenia del universo, donde una deidad omnipotente, Dios, paradójica e inextricablemente envuelta en la realidad mundana, nos obliga, junto a su progenie inmediata, a confrontar la complejidad de nuestra miserable y contradictoria existencia. El texto poético fundacional queda compendiado, magistralmente, entre los actos del preludio y el epílogo de la obra. De hecho, en cuanto al primero, Bajo la ceiba de Colón, la primera mujer, Eva, hija de Dios, observa que “Solo la arcilla permanece intacta”. No obstante, en cuanto al segundo, Dios le pregunta al primer hombre, su hijo Adán: “¿en qué nos equivocamos?”, y éste, inequívoco, le responde a su padre: “En la arcilla, Señor, en la arcilla que escogiste…”

Precisamente, en el entramado de la mujer, simiente recursiva que “Dios propuso para el deleite y prolongación…”, dentro del contexto originario de una singularidad remota, Enrique García, uno de nuestros mejores poetas, recorre, a través de la triada metafórica de Dios y sus vástagos, el espacio y el tiempo en una sórdida e inescrutable andanada de billones de años, íntimamente entrelazada a la fragilidad de una apuesta entre la “arcilla amorosa” y otros “atributos que un día serán polvo”. En otras palabras, si bien procuramos, temporalmente, abastecer de vital empuje nuestra naturaleza orgánica y humana, inexorablemente, de acuerdo al segundo código destructivo de la termodinámica, acabaremos, todos, sea como sea, en el escenario del caos o el desorden.

 

José Enrique García. Dibujo de Luis Ernesto Mejía.

 

Ese instante de goce de hombre y mujer,

del uno y del otro

                        en equidad de sexos

se multiplica quién sabe en qué maldad.

Barro que no permuta nada

el cuerpo solo al cuerpo

                        obedece en la siempre

única intimidad posible.

Solo el descenso adormece,

no otra razón,

            la vejez aquieta

            y empuja al reconcilio

                        con lo inerte…

¿Acaso el mecimiento o péndulo poético, propuesto por José Enrique García, presagia una tendencia ineluctable del universo que, desde el punto de vista de la entropía apocalíptica o docta, será eventualmente desmantelado? Eva nos confiesa que, desde sus inicios “El mundo tomó su propio rumbo, distinto del que nos propusimos”. Además, la hija de Dios deplora que “…Las pérdidas nos asemejan” en virtud de que “al lanzar los dados nada cierto esperamos”. Arrepentido y amenazado por las criaturas de su propia creación, su padre, Dios, había afirmado, igualmente, en un tonillo quejumbroso, perturbado y perdido ya su control del cosmos: “Sí, perdimos la gracia de fundar”.

 

Portada de Arcilla solo arcilla, de José Enrique García.

 

Luis Ernesto Mejía en Acento.com.do