Que desde el preludio o los primeros versos, “cercada de”, hasta los últimos versos o el epílogo, “entre una luz”, el poeta dominicano de la imagen, José Enrique García, haya anudado el erotismo y la muerte en una misma estructura reiterativa o paralela, representa el más crudo determinismo donde convergen, irrecobrables, la carne y la pasión como una bruma extinta, “Deshabituada luz”, en la remota faz, “rostro”, de toda “posibilidad humana” o contingencia del sujeto.
De ahí que esa hebradura del amor, “las formas de ese cuerpo”, a la que se había acostumbrado el poeta, trasvase al sueño perpetuo y gélido de la idolatrada, “duerme serena cercana a una luz”, sin el porvenir de la aurora, “que no es de la mañana”, en cuanto su venerada baje a la fosa, “hacia otro aire”, al paso tardo de la oscura niebla, “humo”, aunque en la memoria del poeta, la carne insista, residiendo en el Seol, “estar entre los vivos”.
Precisamente, aquel semblante que abrumado, “hastiado”, de tanta frívola certidumbre contemplada en la multiplicidad de las muertes, la amada burlábase “de sí misma” como también de sus congéneres, “los otros…”, preguntándose, “indiferente”, a pesar de que pudríase “a desgana” en el hoyo: “¿Quién imagina lo encontrado?, persistiendo en esa habituada hondonada, ya despedida, en la forja de horrores o algazaras, “jubilo o espanto”, compartidos.
Este diálogo de amor y muerte entre uno y otro confesos, finalmente rebotó en “la confianza [de los] sueños” y las entrañas del poeta, quien, hostigado por los gestos de la boca de la amada, “rictus de labios”, voluptuosos “habituaron” la hechura sólida de ese tronco que, en recorrido preludio hasta el epílogo, yace, “duerme entre una luz [apagada] que no es de la mañana.”
Deshabituada luz
Duerme serena cercana de una luz
que no es de la mañana.
Neblina que trasluce en un rostro
ya distante de toda posibilidad humana.
Y habráse ya hastiado de certeza,
ya habrá reído de sí misma
y también de los otros…
espanto o júbilo:
¿Quién imagina lo encontrado?
La carne desciende
hacia otro aire en lentitud de humo.
Sin embargo, persiste estar entre los vivos
Indiferente sí, pero habituado aún,
al pudrirse a desgana…
Y en rictus de labios que provoca sospecha
devuelve confianza a mis sueños
que habituaron las formas de ese cuerpo
que, ahora, sin equívoco, duerme entre una luz
que no es de la mañana.