Que al principio, luego de la creación suprema y sobre las simientes del bien, el hombre, trabado en esa atmósfera primigenia y su don creativo, haya concebido, en su comprensión de la materia viva, la fecundidad de la tierra “para las germinaciones”, pero que al final, sobre las raíces del mal, se percatara, en su aprehensión humana, de que sus manos habían “repetido los mismos errores de los primeros dioses”, el poeta José Enrique García aposenta y empuña, entre los flancos de los dos primeros y los dos últimos versos, la presencia subyacente, oculta e ineluctable de un mundo determinista, inequívoco estandarte, recurrente y fijo, entroncado en su obra poética.

Ese aparente e inexorable entramado del poema Creación, consiste en un conjunto visible de imágenes, “alforjas…siembras y crianzas…alimentos…mesas”, todas engastadas en ese otro mundo palpable donde “muchas cosechas maduraron” por la acción “hacedora” del hombre que “procuró al hombre”. Empero, pasadas “las estaciones una y otra vez…”, el prójimo aherrojó cabos de cuanto trecho a su alcance pudo, “ató las distancias”, y expuestas sus garras y los mismos yerros de las deidades, en el entorno fatalista y rígido de la estructura lírica, la maniobra moldeadora del universo devino en un expedito desaliento y menoscabo.

La pregunta crítica o la problemática expuesta en dicho poema, sea ética o filosófica, bien podría remitirse al eterno, socorrido y viejo Gran Conflicto de la creación: acaso, ¿somos un ente, enteramente físico y regido por las leyes del universo, inherentemente malo o, por naturaleza, más que un artilugio biológico, inmanentemente bueno? ¿Hasta qué punto estaríamos subyugados por los vestigios del determinismo genético o por la influencia de las instituciones fraguadas por el hombre? Así, confinado y obsesionado con los intervalos del tiempo, “pasaron los vientos, y las estaciones”, el hombre, arrojado a la tierra, remata su caída, “en su última vejez”, repitiéndose, a sí mismo, atrapado por los sinos miserables, interminables y sucesivos, de su propia condición humana.

Creación

Y vio que la tierra estaba bien

para las germinaciones,

y abandonó las alforjas,

y ató distancias.

Y levantó siembras y crianzas…

Procuró al hombre,

y muchas cosechas maduraron

y alimentos fueron en las mesas.

Y se vio como una hacedora de mundos,

y pasaron los vientos,

y las estaciones una y otra vez…

y en su última vejez,

vio que sus manos habían repetido

los mismos errores de los primeros dioses.