Que el diseño material en la naturaleza, desde la célula viva más simple hasta el sistema solar y el universo más allá, encuentre asimismo repercusión corpórea en el vencimiento paulatino de la carne, “El cuerpo se derrota”, constituye un análogo o formas aledañas, “Líneas rectas y curvas, oblicuas”, que subyacen, “entre silencio y grafía”, en los Apuntes o cronología que acaece en la albura, a la par con la albugínea cuartilla, de tu semblante moribundo.
En Apuntes, el poeta señero de la imagen, José Enrique García, nos advierte sobre ese mismo “horror de las continuidades” conflagradas en las franjas de una piedra, un árbol, una bestia y en nosotros, los terrícolas, incorporados, todos, a ese esquema ordinario, común, entrometido de aperos y rodeos similares. Pues, ¿Para qué le sirve a Dios “continuar tras de la arcilla”, cuando el horizonte con sus formas se hundirá, “cae el paisaje de los ojos”, fuera del alcance de tus óculos, ocelos, avecindándose tu deceso, “se asienta la muerte en la mirada…”, irremediable, en el acecho?
Pero he aquí el sosiego ante el gesto, “rictus”, o cuando la incertidumbre el reposo nos depara, “serenidad penúltima”, antepuesto a la muerte al ritmo de los versos, y las hileras de la escala del poeta en la despedida postrera, perceptible, imperceptible, de tu imagen, historia, pulso que perece.
Apuntes
El cuerpo se derrota,
y un blancor adviene al rostro,
-y a la página misma-.
Líneas rectas y curvas, oblicuas
-entre silencio y grafía-
tapian historias.
Y Dios no tiene ya razones
para continuar tras de la arcilla:
horror las continuidades,
pues acontece
que un día cae el paisaje de los ojos
y se asienta la muerte en la mirada…
y unos versos cruzan las líneas de la tinta
y trazan el rictus,
la serenidad penúltima.
Luis Ernesto Mejía en Acento.com.do