Los que hemos tenido la oportunidad de compartir con el escritor santiaguero José Adolfo Pichardo, encontramos en él una persona pasiva, tímida (si se quiere) y dispuesto (siempre) a colaborar, sin ningún tipo de interés, en lo que uno pudiera necesitar, sean temas académicos o literarios y evidentemente, personales, porque lo primero que refleja su persona es confianza y humildad.
Conocí a Pichardo en una asignatura de literatura que cursé en la Universidad Nacional Evangélica, recinto Santiago de los Caballeros cuando yo estaba matriculado en una licenciatura en Letras. Me acuerdo como si fuese ahora de que en aquella aula había unos 11 estudiantes y José Adolfo Pichardo era nuestro profesor. Cuando entré me senté en silencio y como a los cinco minutos empecé a interactuar con uno de mis compañeros. Adolfo, sentado en su lugar, no decía nada, solamente nos miraba de reojo, aún la hora de clases no había llegado y deduje que él estaba esperando para empezar la asignatura.
Cuando el estudiante y yo teníamos unos 15 minutos dialogando sobre literatura y sobre algunas historias que yo había escrito, José Adolfo Pichardo, que yo no lo conocía en ese entonces, se interesó en la conversación y me preguntó con voz calmada y tímida,que si yo era escritor. Le dije que había escrito algo, pero que necesitaba mucha corrección. Desde ese día Adolfo y yo entablamos una sincera y desinteresada amistad que ha perdurado. Quise iniciar este artículo con esta anécdota para luego hablar de él como escritor, trayendo a mi memoria las anécdotas que el mismo José A. Pichardo me ha narrado en estos años de amistad.
José Adolfo Pichardo nació en Santiago de los Caballeros, República Dominicana, el 15 de agosto del año 1964. Fueron sus padres: María Petronila Pichardo y José Alfonso Martínez.
Es licenciado en Comunicación Social, con Maestría en Ciencias de la Educación, mención Planificación Educativa por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA). Desde el 2001 dirige el grupo Teatro Experimental de UTESA, también ejerce como docente de Letras y de Literatura en la Universidad Nacional Evangélica. Es el actual director del Departamento de Arte y Cultura de la Universidad Nacional Evangélica; dirige el Taller Literario José Acosta. También es un reconocido Gestor cultural, coordina y dirige junto a otros colegas el programa de radio En Desacuerdo y el grupo de teatro de la Universidad Nacional Evangélica y es el Director de la editorial Sociedarte. En 1981 creó el grupo Núcleo Teatral Santiagués, a través del cual presentó, en diversos clubes más de diez piezas dramáticas de su autoría. En 1991 crea, junto a dos de sus amigos el Teatro de la Forma.
Este importante escritor se inició en el mundo de las letras (específicamente en el género dramático) el 2 de febrero del año 1981, año en que da a conocer su primera pieza teatral en la escuela donde estudiaba, 24 días después de su escritura) cuando aún cursaba el octavo curso del nivel primario. Su inclinación al teatro vino impulsado y motivado por su pariente y también escritor Virgilio Hernández Pichardo, quien le explicó al joven y curioso (José Adolfo Pichardo) después de que este último le pidiera orientación sobre qué obra de teatro podía leer y luego presentarla a sus compañeros y profesores; que en vez de montar la obra de un dramaturgo, fuese él mismo quien escribiera una obra y la presentara en la escuela.
“Gordo, escribe tu propia obra de teatro (…)” Fueron las amorosas y sabias palabras de su tío, quien además de iniciarlo en el vasto mundo de la literatura, también fue el responsable de su alfabetización. Pichardo, motivado por estas palabras se interesa y es ahí cuando se dedica a escribir (Sirva usted como jurado) la que sería su primera obra, esta última logró las expectativas para la cual fue escrita; Adolfo Pichardo explica que acabada la obra fue ensayada por sus amigos y luego presentada en la escuela logrando un éxito estudiantil que lo motivaría a seguir escribiendo este importante género literario.
Hasta la fecha José A. Pichardo ha creado más de 40 obras de teatro que han servido para enriquecer la literatura dominicana. Algunas de sus obras han sido traducidas al inglés, al francés y al catalán y forman parte de distintas antologías nacionales y extrajeras. Este escritor goza de varios títulos que son tomados de referencias a la hora de mencionar la creación teatral en la República Dominicana, títulos como: Alas e invierno, Caines y Abeles, Los demonios del pasado y otras soledades, Laura, Pablo K, El octavo pecado, La muerte del creador, Los ojos vacíos, Café, entre otros títulos que han sido presentados en el país y también en el extranjero.
Pero no solo teatro ha escrito este importante dramaturgo, también ha incursionado en la poesía y en el cuento: en el año 1987 publica, junto a dos colegas, una antología titulada Vademécum en donde aparecen sus primeros poemas junto a dos de sus cuentos; otro libro que reúne parte de sus creaciones poéticas vería la luz en el 1989 titulado: Riendas a un dolor gigante. En el año 2019 publica, hasta ahora, su único libro de cuentos compuesto por 12 historias cortas (El Canto alegre de la Muerte) donde pone de manifiesto su habilidad como narrador y conocedor de este desarrollado género.
José Adolfo Pichardo en cada una de sus creaciones nos muestra, por medio de sus personajes; la locura, la maldad, el dolor, el amor, etcétera que forman parte de las complejidades laberínticas de la mente humana; muchas veces nos introduce en la vida retorcida de un personaje enfermo y perturbado que busca la paz de su propia existencia en sus desquiciados actos.
Siempre he comentado que las obras de este escritor no terminan como comúnmente acaban las mayorías de las obras (no importa el género) viendo un protagonista triunfante, orgulloso por lo que ha logrado… En las creaciones de Adolfo, los propios protagonistas son víctimas de las peores desgracias, de las más tristes locuras. Lo que me ha llevado a pensar si a este autor le ocurre lo mismo que le ocurría a Juan Rulfo mientras escribía sus obras, el cual afirmó en una entrevista que siempre que escribía pensaba en la muerte y ya sabemos, en sus obras, cual fue el resultado de sus reflexiones.
El reconocido escritor dominicano Andrés Acevedo describe los personajes de José Adolfo Pichardo en su artículo: (La dramaturgia de José Adolfo Pichardo, «publicado el 19 de marzo del año 2014») de la siguiente manera:
“Los personajes de su obra en delirante éxtasis, se mueven con espontaneidad a través de espacios alucinantes, pero sin caer nunca en vulgar trama, la obra de José Adolfo Pichardo, nos sumerge en cuestionamientos pendulares que van de la superstición a la realidad, o de la realidad a la superstición, sin perder la originalidad ni la profundidad de sus pensamientos. Todos sus desplazamientos se encuentran adheridos a una atmósfera de incesante angustia.”
Debo puntualizar que José Adolfo Pichardo no es un escritor de estos que uno acostumbra a ver en los medios haciendo todo lo posible para hacerse notar, por eso dije desde el inicio de este artículo, que José Adolfo Pichardo es un escritor tímido, pasivo. Es tanto así que uno nunca lo ve participando en los concursos nacionales de literatura, o presentado sus obras en las ferias nacionales o dando a conocer sus creaciones en las redes sociales (siendo estas últimas las plataformas más utilizadas por los escritores contemporáneos, tanto nacionales como extranjeros, para dar a conocer sus escritos) Pichardo solamente se enfoca en sus creaciones sin dejarse distraer por cuestiones como estas. Pocas veces encontramos escritores con dicho comportamiento, aunque considero que la buena literatura no necesariamente necesita una constante promoción… Finalmente y por cuenta propia, encontrará repoyar y finalmente, en su momento, encontrará valoración e importancia en las manos de los lectores.
Para no hacer más largo este artículo, solo me queda invitarlos a estudiar las obras de este escritor, me atrevo asegurar y sin ánimo de ser pretencioso… De que el tiempo que les dediquen a cualquier creación de José Adolfo Pichardo será recompensado con su lectura.