Que la novela “Los hermanos Karamazov”, de Fedor Dostoievski, haya inspirado al científico Albert Einstein, según algunos, a formular su famosa Teoría General de la Relatividad, y que para el matemático David Fowler las reflexiones del escritor ruso sobre el tiempo y el espacio puedan valorarse “como “compatibles, en sentido cualitativo, con el marco teórico de la Relatividad Especial”, obliga a subrayar que la gran literatura, de acuerdo al filósofo Michel Serres, a menudo descubre la verdad científica mucho antes de que los científicos se familiaricen con ella. De ahí que en la obra del famoso escritor Jorge Luis Borges, un estrato de la comunidad científica, en el contexto del juego metafórico de la lengua o la intertextualidad, haya descubierto excepcionales convergencias entre la ciencia y la literatura.
En efecto, el científico Thomas P. Weissert encontró en un cuento del famoso escritor argentino, “El jardín de los senderos que se bifurcan”, una determinada coalescencia entre las complejidades de la física y las figuras retoricas de los modelos narrativos y campos semánticos de la literatura, hasta el punto de que dicha concurrencia singular auguro, de acuerdo con el científico, la “esencia” de la Teoría de la Bifurcación mucho antes de que fuera matemáticamente formalizada por los científicos del caos. Dice el: “Jorge Luis Borges se erige como una figura transitoria entre la literatura moderna y posmoderna…Saturada de ciencia su trabajo es un excelente medio para una discusión del modernismo y el posmodernismo en física”.
En ese orden de ideas, ¿de qué manera podrían las manifestaciones literarias, siguiendo a Serres, aparecer como anticipatorias de las manifestaciones científicas? Obviamente, la representación del universo en términos literarios o artísticos, y la representación del universo en términos científicos, constituyen diferentes modelos interpretativos de la misma realidad, pero que al mismo tiempo conforman mecanismos de significación comunes, comprobándose así, en el nivel de las categorías conceptuales, la sincronicidad o arquetipos comunes entre el arte y la ciencia. (Luis Ernesto Mejía, “Don Luis de Góngora, del desengaño a la entropía y otros objetos, acento.com.do, 20-06-2021). En ese sentido, quizás resulte irrelevante la tesis del profesor de historia de la ciencia, matemático Leo Corry, en el sentido de que “Borges cita problemas y paradojas matemáticas porque le resultan bellas, sin entender el abstracto aparato de cálculos que las sostiene”.
Bien visto el punto, ¿cuál sería la convergencia conceptual entre la Teoría de la Bifurcación y el susodicho texto borgiano? En su acepción general, el vocablo bifurcación se aplica a la derivación de algo en dos ramales. Ejemplos: el árbol de la vida, plantado en el jardín del Edén, se bifurca en el sendero bueno y el malo. Una calle podrá convertirse en dos vías distintas. Un río se escinde en dos nuevos flujos. La división de la tráquea da origen a los bronquios. El comportamiento lineal de la familia de los sistemas dinámicos se separa con el surgimiento o aparición de nuevos puntos. Por consiguiente, la categoría metafórica BIFURCACIÓN se manifiesta, transmigrando, en una variedad de disciplinas como la religión, la ingeniería, la biología y la física. De igual manera se comporta, dentro de la física y la biología, la categoría metafórica SONAR, aplicada a las características resonantes de los murciélagos, delfines y submarinos (Luis Ernesto Mejia, Kant, de las categorías, metáforas materiales y otros objetos, acento.com.do, 23-05-2021).
La complejidad filosófica de “El jardín de los senderos que se bifurcan”, se manifiesta en los múltiples planos de un presente que se bifurca en distintos senderos, correspondientes al entramado de los acontecimientos históricos. Precisamente, esa parábola borgiana del tiempo, concebida como una ramificación infinita, encuentra su asidero en dos divergentes interpretaciones de un mismo evento que sucedió en el fragor de la Primera Guerra Mundial. Citando la obra del historiador inglés Lidell Hart, “Historia de la Guerra Europea”, el narrador del cuento se refiere a la postergación de un ataque británico contra las líneas alemanas en Francia. En este caso, Borges entreteje dos versiones contrapuestas que se bifurcan por los senderos de dos diferentes interpretaciones que coexisten en el tiempo. Por un lado, la demora de las legiones británicas se debió, de acuerdo con Lidell Hart, al azote de las fuertes lluvias y, por el otro lado, según el espía alemán, Yu Tsum, a que la base militar británica, en Albert, fue bombardeada.
Ahora bien, ¿cuál de los dos senderos podríamos escoger?, ¿la senda propuesta por el historiador inglés o la del espía alemán? ¿Podrían los dos posibles estados converger superpuestos? En otras palabras: ¿podrían las dos versiones ocurrir, paradójicamente, al mismo tiempo? ¿El gato vivo y el gato muerto a la vez, como en el sistema propuesto por el científico Erwin Schrodinger con relación a la propiedad de los electrones? Así las cosas, a tono con las elucubraciones filosóficas de Borges, ¿cómo podríamos unificar las paradojas ocurrentes en el mundo de la física y el mundo subjetivo de los acontecimientos humanos? Sobre todo, en un erudito como Jorge Luis Borges, quien rechazaba, o poco podía entender, pretendiendo abstraerse de la problemática social y política, una obra como “Doña Bárbara” o “La Vorágine”.
Al margen de que una franja de la crítica haya endilgado a Borges, ante hechos nacionales y mundiales, de ultraderechista o reaccionario, el escritor no podía liberar sus ficciones, aunque se lo propusiera, del contexto inexorable de los acontecimientos históricos. El hecho mismo de la disyuntiva propuesta en “El Jardín de los senderos que se bifurcan”, constituye un acto político, entre otros, en el marco de una guerra mundial por la expansión del imperialismo europeo ¿Cuál de los dos senderos sería el verdadero, la del historiador o la del espía? ¿O ambos?