Que los registros de los cultos religiosos de origen pagano encuentren un paralelismo en la doctrina y ritos cristianos de los evangelios, constituye una muestra perfecta de una narrativa mítica extrapolada, en un entrelazamiento alegórico de objetos culturales, a la hipotética biografía divina de Jesukristo.

Para los romanos, antes de que se oyera hablar de Kristo, el 25 de diciembre era una fecha de grandes festejos, debido a que el sol, poniendo fin a las tinieblas y las penurias del invierno, volvía a nacer de nuevo. En las afueras de Roma, los feligreses persas celebraban en su templo el advenimiento del dios Mithra, quien, el 25 de diciembre, había bajado del cielo y nacido en una cueva o establo para redimir, lo mismo que el nazareno, al hombre de sus pecados. En un templo egipcio en Roma, localizamos al dios y salvador Horus, nacido en un establo el 25 de diciembre, tendido en un pesebre, y la estatua de su virgen madre Isis a su lado. Así como en la Iglesia Católica Romana encontramos, en los días de Navidad, al niño Jesús y la figura de María, su madre. (Obispo William Montgomery Brown, Science and History for Girls and Boys. 1932).

En ese mismo tenor, tenemos el Krishna, en la India, quien nació de las entrañas de la virgen Devaki, y cuyo nacimiento fue anunciado, al igual que el niño divino, por una estrella. A pesar de su linaje real,  Krishna vino al mundo en una cueva. Tan pronto nació, habló con su madre. De igual manera, el niño divino habló en la cuna. La deidad hindú nació mientras su padre adoptivo Nanda estaba en la ciudad pagando sus impuestos al rey. De igual manera, el Salvador  nació en tanto José, su padre adoptivo, se encontraba en la ciudad pagando los impuestos al gobernador. Ambos, Krishna y Kristo fueron adorados por pastores. Tanto el rey Kansa como el rey Herodes ordenaron la masacre de todos los varones inocentes  nacidos la misma noche en que vieron la luz Krishna y Kristo. Una voz celestial advirtió a Nanda que huyera a Gakul con el infante Krishna a través del río Jumna, para que escapara del Rey Kansa. Una voz, en sueño, aconsejó a José para que marchara a Egipto con el niño Jesús, y así pudiera escapar de la ira del Rey Herodes. Krishna y Kristo realizaron numerosos milagros en los poblados de Matarea y en Egipto, respectivamente. Fueron, además, crucificados,  atravesado el primero por una flecha, mientras el segundo por una lanza. En el día de la muerte de Krishna el sol fue borrado al mediodía, mientras el astro se oscureció desde la hora sexta hasta la novena el día de la crucifixión de Jesukristo. Krishna descendió a los infiernos para resucitar a los muertos antes de regresar a la morada de los dioses. Kristo descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos. Similar a Kristo, Krishna se levantó de la tumba y finalmente ascendió corporalmente al cielo en presencia de una multitud de espectadores. Krishna es la segunda persona en la Trinidad Hindú: Brahma, Vishnu y Siva Krishna, quien es la encarnación de Vishnu. En la Trinidad cristiana Jesukristo es considerado la segunda persona, el hijo. (T. W. Doane, Bible Myths / Nicodemo, The Apocryphal New Testament).

En comparación con la vida de Jesukristo, los eruditos señalan que  Buda nació de una virgen llamada Maya, o María, y su cumpleaños era celebrado el 25 de diciembre. Los reyes magos que lo visitaron reconocieron su divinidad. A la edad de 12 años Buda superó a los sabios del templo en conocimiento y sabiduría. Buda fue tentado por Mara, autor del mal. Además, fue transfigurado en la cima de una montaña e iluminado por un aura brillante de luz. Finalmente, después de cumplir su misión terrenal, Buda ascendió corporalmente a los reinos celestiales.

Para los aztecas del antiguo México, de acuerdo a las recopilaciones anecdóticas, Quetzalcóatl, serpiente emplumada y gran deidad Tolteca, nació de una virgen, y lo mismo que Jesukristo fue tentado y ayunó por 40 días. Después de ser crucificado resucitó de entre los muertos y se fue al oriente. Cuando los españoles invadieron sus territorios ancestrales en el siglo 16, los mexicas esperaban su segunda venida. Ésta acaso se cumplió con la invasión de los europillos. Asimismo, nosotros los cristianos seguimos esperando, pese a las contradicciones e imprecisiones de la teología bíblica, la segunda venida del Mesías, salvador nuestro.

 

Luis Ernesto Mejía en Acento.com.do