Irene Gracia.

Atravesó fronteras y se abrió caminos. Fue al norte y escribió Las amantes boreales, una novela sobre la Rusia prerrevolucionaria en la que la danza es casi un personaje principal. Luego se fue a aquella Alemania que vivía los estremecimientos del Romanticismo y reinventó a E.T.A. Hoffman: lo puso en una novela –Ondina o la ira del fuego– que, además de ser una declaración de amor a la música, es una exaltación al viejo oficio de contar historias

Para escribir su tercer libro hizo un viaje en el tiempo. El beso del ángel cuenta la historia del mundo en clave de fantasía. Según una nota de los editores, el protagonista “viaja a la época en la que los dioses hablaban con los hombres, y Dios acabó con los dioses”, y a aquel tiempo “en que los dioses volvieron a aparecer, y con ellos, los ángeles”. Todo eso con la imaginación.

Irene Gracia (Madrid, 1956) pertenece a la raza de los escritores que no tienen fronteras, y en sus manos todas las artes andan juntas. Es novelista, pintora, escultora, pianista y hacedora de mundos improbables. “Para mí -dice- todas las artes son vasos comunicantes, pero la vida es demasiado corta, y lamentablemente tienes que elegir”. Cuando tuvo que elegir, Irene optó por la escritura, un ámbito donde se mueve en sus aguas.

Las amantes boreales es una novela sobre la gramática de la humillación, un compendio de sufrimientos pautados por el destino, en tanto Ondina o la ira del fuego, su octava novela, es una declaración de amor al Romanticismo y un retrato de un Hoffmann ideal y fantasmal recuperado del olvido.

Irene Gracia ha publicado las novelas Fiebre para siempre (Planeta, 1994), Hijas de la noche en llamas (Planeta 1999), Mordake o la condición infame (Debate, 2001), El coleccionista de almas perdidas (Ediciones Siruela y Círculo de Lectores 2006), El beso del ángel (Ediciones Siruela, 2011), El alma de las cosas (Ediciones Siruela, 2011), Anoche anduve sobre las aguas (Editorial Pre-Textos, 2014)Ondina o la ira del fuego (Ediciones Siruela, 2017) y Las amantes boreales (Ediciones Siruela, 2018).

Con su primera novela, Fiebre para siempre obtuvo el Premio Ojo Crítico, de Radio Nacional de España, y con Anoche anduve sobre las aguas ganó el Premio de Novela Breve "Juan March Cencillo".

Las historias de Irene Gracia tienen un halo fantástico que parece sacado de su propia vida, y ella misma, por su fina estampa y su pelo revuelto, parece un personaje sacado de sus novelas. Los suyos son personajes abismales que siempre se mueven al borde del abismo. Y todo lo que se pueda decir sobre el sentido de su oficio de contadora de historias queda reducido en esta frase fundamental: “Reparar olvidos es una de las principales misiones de la literatura, pero yo prefiero el concepto de ejercer la justicia poética”.

¿De qué circunstancias nació Las amantes boreales y qué significó ese libro en su vida y en su carrera literaria?

El origen de Las amantes boreales está en la adoración y el culto que practico por todas las Bellas Artes desde la infancia. En este caso, la novela es una declaración de amor a la danza, que es una amante que ejerce una disciplina severa sobre el cuerpo. Cuando era niña también deseé ser bailarina. Para mí, la danza representa el éxtasis del sacrifico, que en mi modesta opinión ha perdido el arte actual. La danza es cuando el cuerpo se transfigura en alma.

Los tiempos convulsos son los más creativos para el arte y el pensamiento. Pensé que ambientar la historia de Roxana y Fedora en plena Revolución de Octubre potenciaría la historia y le daría fuerza. En esa época y en ese espacio brillaron los Ballets Rusos de Diaghilev, que para mí son el último Renacimiento del Arte, porque colaboraron artistas de distintas disciplinas y se fusionaron todas las artes.

Escribí Las amantes boreales en la época más crítica de mi vida. Confieso que además de utilizar mis sentimientos y mis miedos para escribir la novela, el personaje más miserable y detestable está inspirado en una persona real.

La escritura de la novela actuó como un exorcismo, pero he intentado ver el lado humano de todos los personajes, incluso de los más miserables. Mi justicia, como siempre, es una justicia poética.

 

¿Como funciona la relación con la idea de los personajes en la vida real mientras se escribe sobre ellos?

Siempre que concibo a mis personajes, les dejo respirar, porque deseo que tengan vida propia. Rechazo los personajes estereotipados, son planos y previsibles, simples sombras inertes. Cuando mis personajes no se rebelan ante      mis planes y dejan de sorprenderme, sospecho que me estoy equivocando.

En Las amantes boreales sentí que la novela funcionaba porque los personajes me guiaban, cobraban vida por sí mismos, se apoderaban de mí y me llevaban por caminos inesperados.

Para mí, uno de los milagros de la literatura es crear vida, ficticia, pero vida.

Las amantes boreales es la historia de una amistad profunda y abismal entre dos muchachas que, con el paso del tiempo y los sucesos personales y colectivos, se va convirtiendo en un gran amor definitivo.

La novela tiene dos narradoras: Roxana y Fedora, que son las protagonistas de la historia. En torno a ellas circula una galería de personajes de todas las clases sociales, desde las más humildes hasta las más pudientes. De forma que la novela, además de ser un dúo, también es una narración coral, donde el pueblo ruso ejerce de coro.

En el transcurso de la escritura aparecieron dos personajes conmovedores que hacen de contrapunto a la acción de las protagonistas: una niña salvaje, sabia y vital, y un muchacho que parece un retrasado mental, pero que a la hora de la verdad es más penetrante que los demás. En la novela también aparecen un alquimista y una adivina, porque los santones como Rasputín proliferaban en Rusia en esa época.

Al crear a Roxana y Fedora fui caprichosamente generosa, las concebí a la imagen y semejanza de mis deseos, y les concedí los dones que me parecen más encantadores. Roxana y Fedora son dos doncellas bellas, pero aspiran a la belleza través de la danza. Su inocencia contrasta con la corrupción del mundo.

También he querido reivindicar la nobleza de los humildes. En términos éticos, en esta novela los humildes aparecen como los verdaderos representantes de la bondad, la valentía y la nobleza moral. Al mismo tiempo, no es una historia maniquea desde el punto de vista sociológico, ya que sus protagonistas se apoyan más en la experiencia personal que en la moral colectiva.

¿En el panorama de la decadencia del zarismo, el duque Mikhail Novo, duque de Novo y de Valam, fue un ser real o es producto de su imaginación?

Algunos lectores me han comentado que creyeron que el duque de Novo existió, o que me inspiré en un ser real para concebirle. Nada más lejos de la realidad. ¿O sí?

No es la primera vez que me sucede. Incluso, algunos especialistas y críticos han creído que algunos personajes de mis novelas existieron realmente. El protagonista de “Fiebre para siempre”, mi primera novela, es el único retrato de un ser real: mi hermano del alma.

Sin embargo, para que un personaje resulte creíble, además de documentarme exhaustivamente sobre el tema, es vital que me meta en la piel del personaje. Esa transmigración es una de las experiencias más adictivas del acto de escribir.

Deseaba concebir un personaje como el duque Mikhail Novo de la Rusia zarista influida por mis lecturas adolescentes y juveniles de Dostoievski, Tolstoi y Pushkin, para poner en evidencia las diferencias sociales y los abusos que provocan, también de orden sexual.

La Revolución de Octubre es el telón de fondo de esta novela, que es una historia de amor, a un tiempo heterosexual y homosexual, muy conflictiva y con momentos muy corrosivos. La novela también se convirtió en una exploración de los aspectos más oscuros de la sexualidad y sus vínculos con la dominación y el poder.

La novela desvela en qué consistían la Escuela Imperial de Danza y otras instituciones parecidas, en las que, además de enseñar danza, se nutría a la nobleza de doncellas cultivadas y bellísimas, un tipo de internados perversos y pervertidos que era bastante frecuente en la Rusia prerrevolucionaria.

Fedora y Roxana, las protagonistas, son dos seres que siempre se mueven en las fronteras del absurdo y al margen de todo ¿Fue que ellas no se adaptaron al mundo o que el mundo no se adaptó a ellas?

“L’enfer c’est les autres” dijo Jean-Paul Sartre. La verdad es que para Roxana y Fedora “El infierno son los otros”. Ambas son hijas de dos familias de la alta burguesía de San Petersburgo, dos muchachas agraciadas y aparentemente afortunadas. Parece que la suerte les sonríe y que siempre les acompañará la diosa de la fortuna.

Dices que Fedora y Roxana son dos seres que actúan en situaciones que suceden en las fronteras del absurdo, pero yo creo que sus vidas, inocentes y naturales, se alteran prematuramente por lo absurdo del mundo. ¿Son absurdas las injusticias sociales que provocan las revoluciones? ¿Son absurdos los abusos de poder? ¿Son absurdas las guerras?

Roxana y Fedora se han formado en la Escuela Imperial de Danza, de donde son expulsadas justo antes de licenciarse, pese a ser sus dos alumnas más prometedoras, por razones que solo comprenderán más tarde, cuando acceden a las claves de sus vidas y comprenden que su destino no les pertenece, porque estaba marcado desde el principio por una voluntad ajena a su propia voluntad.

Tras la expulsión de la Escuela Imperial de Danza son trasladadas a Valaam, isla del lago Ladoga, donde se ubica el internado Palastnovo, con doble fondo y doble moral, en el que se educa a las chicas de dos maneras distintas. Ese tipo de internados perversos y pervertidos eran bastante frecuentes en la Rusia prerrevolucionaria.

La intriga de Las amantes boreales está construida para mantener la atención del lector hasta el final, y el suspense se sostiene en una cuidada dosificación de la información y en los hechos concretos que van componiendo cada capítulo.

El lector no tendrá todas las claves de la novela hasta el final, al igual que Roxana y Fedora, como nos sucede a todos en la vida.

La tensión lírica y la tensión existencial de Las amantes boreales avanzan a la par a lo largo del texto, que acaba siendo un relato sobre las fronteras difusas entre la amistad y el amor, sobre los abusos de poder y de clase, sobre la ambigüedad de la vida, sobre los vínculos entre el aprendizaje y la gramática de la humillación, y sobre el descubrimiento del propio ser y las trampas que se pueden ocultar tras el concepto de destino.

En Las amantes boreales quise evitar los elementos fantásticos, pero por esas paradojas de la vida, juraría que es una de las novelas más preñadas de magia que he escrito.

Un tema literario siempre es una seducción. ¿A usted qué la sedujo deE.T.A Hofmann y qué motivaciones tuvo para dedicarle toda una novela y para contar esta historia de Ondina o la ira del fuego?

Los cuentos de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann me fascinan desde la infancia. En la juventud conocí toda su obra literaria y musical, y me sedujo su personalidad.

Hoffmann y Cocteau, por ejemplo, pertenecen a una raza de autores que me seducen inmediatamente. “La fascinación” es uno de los temas de Hoffmann.

¿Cómo era Hoffmann en la realidad y qué lo diferencia del que usted convirtió en personaje de la literatura?

Hoffmann tuvo siete vidas y siete muertes, como los gatos. O más. Fue escritor, jurista, crítico musical, pintor, escenógrafo, compositor de música, director de teatro y orquesta.

Su memoria sigue rabiosamente viva, y sus obras artísticas y literarias siguen inspirando y generando obras nuevas. El fantasma de Hoffmann tiene más vida que muchas personas que viven en el presente. Hoffmann tenía un espíritu creativo y lúdico, era un duende.

La verdad es que no sabemos cómo fue Hoffmann en la vida real, aunque podemos percibirlo porque los autores genuinos desnudan su alma en sus obras.

Además, conocemos parte de su personalidad gracias a sus escuetos diarios, y a los testimonios de sus amigos escritores.

Al convertirlo en un personaje literario lo mostré como a un hombre enamorado por la música y por las voces de las cantantes. También potencié su amor por la amistad y por sus amigos escritores. Le mostré como un artista enamorado del arte absoluto, también por el arte de amar.

¿Qué tuvo que leer y qué tuvo que escuchar para escribir esta historia?

Antes de escribir mi novela ya había leído las Obras Completas de E. T. A.  Hoffmann. También había escuchado las composiciones musicales que pueden oírse gracias a la red. En la adolescencia leí Ondina, de Friedrich de la Motte Fouqué, y me enamoré de la ninfa del agua. Para documentarme leí otras obras de Fouqué, y de los otros escritores que aparecen en la novela como Ludwig Tieck, Adelbert von Chamisso, Karl W. Salice-Contessa.  Karl W. Salice-Contessa.

¿Cuáles fueron los momentos cruciales en la preparación de la obra?

En esa época leí y oí a los músicos, filósofos y escritores del Romanticismo para documentarme. El proceso de investigación es muy interesante, pero es el más fácil. Para mí lo vital fue sumergirme en el espíritu del Romanticismo Alemán, para que los personajes respirasen por sí mismos y sus vivencias delirantes fuesen verosímiles. Debo aclarar que me baso en personas reales, pero los sitúo en experiencias inventadas y extraordinarias. Jamás he escrito una novela histórica.

Pienso en el “concilio de cuentistas” que se reunía a contar historias alrededor de Hoffmann y le pregunto ¿Puede decirse que Ondina o la ira del fuego es un tributo al oficio de contar historias?

El protagonista de mi novela El coleccionista de las almas perdidas acaba contando cuentos en las calles. Los hermanos de San Serapión, de Hoffmann, recoge algunos de los cuentos que el autor contó en las tertulias literarias, donde se reunía con los autores que aparecen en la novela. En dichas "Veladas Serafinas" los asistentes leían o improvisaban relatos. La conditio sine qua non era que los cuentos debían ser fantásticos. Por supuesto, los cuentos que narran los personajes de Ondina o la ira del fuego los he creado yo.

Cuando se puso a mirar hacia Hoffmann ¿en qué elementos, situaciones o momentos de su vida y de su obra se detuvo con más acuciosidad?

Mi novela es una declaración de amor al Romanticismo. Deseé retratar mi Hoffmann ideal y fantasmal, como a él le hubiese gustado. Hoffmann decía que “la música abre al hombre un imperio desconocido, que no tiene nada que ver con el mundo sensible que nos rodea”.

Me centré especialmente en el Hoffmann músico que es el más desconocido, e infravalorado. Para Hoffmann "La música es la más romántica de todas las artes; incluso podría decirse que es la única puramente romántica”.

Hoffmann era un artista completo, un hombre que entendía el mundo a través del arte. Era músico, compositor, abogado, pintor/caricaturista, escritor, era de todo Hoffmann. ¿Qué tan complejo le resultó el personaje y qué tuvo que hacer para transmutarlo en un personaje de literatura? ¿Qué retos le planteó investigarlo y contarlo y escribirlo?

Para mí la investigación es el proceso más fácil de la escritura. Me documento para asimilar los datos de forma natural, porque las novelas cargadas de documentación me resultan artificiosas y facilonas.

Con cada nueva novela mi principal reto siempre es el mismo. Aspiro a una literatura viva y creativa. Aunque en alguna novela, como en Ondina o la ira del fuego, me inspire en una historia real y en personas reales, aspiro a crear vida nueva y personajes vivos.

En este caso tuve la buena-mala suerte de que apenas había datos sobre la ópera y los cantantes que la interpretaron, aunque resultaron suficientes para apoyarme históricamente.

En Ondina o la ira del fuego los personajes fantásticos son el territorio donde se despliegan los cuentos que cuentan los tertulianos, mientras que durante el banquete domina el realismo. La novela se desarrolla en dos dimensiones: la dimensión temporal del banquete y la dimensión atemporal de los relatos que cuentan los tertulianos.

La novela es una declaración de amor al arte, y al arte de vivir, también. Confieso que al igual que Hoffmann yo también rindo culto al Arte, y lo practico desde la infancia, pero he cultivado poco el arte de vivir.

Amo la danza desde la infancia. Estudié piano y solfeo durante siete años. Me licencié en Bellas Artes, donde me especialicé en escultura y pintura. Para mí todas las artes son vasos comunicantes, pero la vida es demasiado corta, y lamentablemente tienes que elegir.¿Cómo fue la relación de Hoffmann con la música y con los músicos de su tiempo?

Los primeros textos que publicó Hoffmann fueron críticas musicales. En su diario anotó que el día que recibió una carta de agradecimiento de Beethoven había sido uno de los días más felices de su vida.

La ópera Ondina influyó a autores como Weber o Wagner. El estreno de Ondina fue un éxito, pero tuvo malas críticas. El músico Carl Maria von Weber escribió una reseña bastante elogiosa, pero más tarde ocultó que Ondina le había influido para componer El cazador furtivo, que está considerada la primera ópera del Romanticismo Alemán, título merecido por la Ondina de Hoffmann.

Paradójicamente, el Hoffmann músico es ignorado por los músicos, pero algunos de los compositores más grandes se han inspirado en sus obras literarias. Citaré a Robert Schumann y sus piezas para piano tituladas: Kreisleriana; Richard Wagner, que incluyó su relato La contienda de los cantores en la ópera Tannhäuser; Cascanueces de Piotr Ilich Tchaicovsky; Coppélia, de Leo Délibes; y Los cuentos de Hoffmann, de Jacques Offenbach.

¿Hoffman fue un incomprendido en su tiempo y es un olvidado hoy?

Hoffmann conoció el éxito al final de su vida, y tras su muerte fue traducido. Su literatura gozó de la gloria póstuma. Por el contrario, su música sigue siendo la gran olvidada.

Ondina fue una ópera maldita porque sus funciones se interrumpieron cuando se incendió el teatro donde se representaba, y los decorados se convirtieron en humo y cenizas. Han pasado dos siglos del nacimiento de la ópera y de su inmolación, y ni siquiera en Alemania han recordado su efeméride.

¿La literatura puede ser reparadora de olvidos?

Reparar olvidos es una de las principales misiones de la literatura, pero yo prefiero el concepto de ejercer la justicia poética.

¿En un mundo que va perdiendo parte de su imaginación y que gira rápidamente hacia lo puramente “realista” y hacia lo puramente “material”, aún hay cabida para lo fantástico y lo mágico?

La imaginación es el motor del mundo. La imaginación es el motor de todos los inventos y descubrimientos reales. Los aviones existen porque los hombres soñaron con volar.

Todo lo que existe en el mundo real en el presente es una realidad porque alguien lo imaginó en el pasado. Y todo lo que ahora estamos imaginando existirá en el futuro. 

¿De dónde le viene a usted esa veta fantástica? ¿De la vida o de la lectura?

Mi veta fantástica viene de mi vida real, porque tras aquello que denominamos realidad siempre late o se oculta lo fantástico y lo fantasmal.

En especial, mi veta fantástica procede de mi vida onírica. Se podría decir que sigo soñando cuando abro los párpados.

¿La literatura es fantástica y es mágica por definición? 

Cierto, porque es una narración. Paradójicamente, siempre he sospechado que todas las personas fantasean cuando escriben diarios, y que además los escriben con la secreta fantasía de que sean leídos por otros en el futuro.

¿Ya lo fantástico no le hace falta a la creación literaria hoy?

Rotundamente no. Oscar Wilde ya nos advertía: “Recuerda que la imaginación es esa cualidad que nos permite ver las cosas y las personas en sus relaciones reales e ideales”.

Ahora que cobran fuerza los géneros de No Ficción en el mundo editorial ¿Puede concebirse la creación literaria sin la magia, la fantasía y la imaginación que tradicionalmente le ha aportado la literatura y el arte en general al mundo en cada etapa?

Imposible. Y vuelvo a citar a Oscar Wilde: “Aunque parezca paradójico, la vida imita al arte mucho más que el arte imita a la vida.”. O cuando dice: «Siempre la literatura se anticipa a la vida. No la copia, la moldea para sus fines“.

Vianco Martínez en Acento.com.do