Dentro de la naturaleza variada de la poesía es que los escritores, cuyo ingenio sobrepasa lo cotidiano, lo abiertamente predecible y plano, se sienten cómodos.
Algunos poetas además de hacer un poema como la naturaleza crea un árbol, tienen en sus manos esa dulce posibilidad de inventar mundos únicamente homogéneos con los intereses de su alma, con sus más íntimas preocupaciones e inclusive con la hermosa vocación de amar, a sus familiares, a la tierra que los acoge y los hace suyos.
Esa creación posible, esa libertad artística es lo que encontré en este libro, que es hermoso al doble. Desde su portada hasta su última página donde encontrarás un trabajo artístico formidable y muy ingenioso.
El viaje que va trazando la poeta nos permite ver un universo interior multiforme, no podemos decir que es el de ella, puede incluso que sea el nuestro o el de muchos, como un juego de sombras que ineludiblemente nos extrapola a las calamidades humanas, al enfrentamiento continuo de nuestras fortalezas y debilidades.
Me gustó mucho que la escritora habla con total firmeza de su vocación, es clara sobre lo que siente y cómo al asumirlo, su cuerpo, sus experiencias, su familia, la infancia y el porvenir quedan marcados por esa libertad, los nombra, los reescribe y los hace eternos.
Pondré algunos de los poemas, ellos hablan por sí solos y nos ofrecen una experiencia que, desde el onirismo de la escritora, arrojan clarividencia sobre hechos innegables de nuestro contexto:
Estos ciudadanos de figura esbelta
vestidos de noche y carbón
son los que llevan un corazón de piedra.
Danzan en la ciudad de cristal
donde las torres se desvanecen
donde la lluvia es mito
y los lirios pierden el color.
Fábricas con pies trotan por la calle
las nubes de humo salen de sus bocas
sus ojos sonríen al pisar bosques de cristal.
Las sombras siguen la rutina
trabajan para fallecer
acumulan lo que no se llevarán
en sus ojos caídos
se ve el reflejo de un lago sin profundidad.
Es tan solo un mundo sensible
habitado por seres de roca.
Un poema de una fuerza conmovedora, equiparable a distintas situaciones que podría estar enfrentando el hombre en una sociedad turbia, nefasta, que no lo reconoce más allá de sus carencias.
El amanecer volvió a alumbrar el puntillismo de sangre
que mi piel pintó sobre la cama.
Miro al espejo y despedazo aún más
las heridas que escribí mientras dormía.
Lloro ante mi figura en el espejo
grito bajo agua quemando las llagas.
Ojalá que el océano de mis ojos
caiga como gota en las heridas
para que a través de ellas crezca un jardín.
El poema junto a su espectacular ilustración, a pesar de describir una situación de notable alarma, da paso a una posibilidad esperanzadora. Me sentí identificada pues de niña era de una tendencia similar, mi piel era sensible y ante cualquier contacto con ciertas plantas se cubría por completo de llagas. Me gusta saber que Sarah Amaro hizo de todas sus heridas un hermoso jardín, que puede sin lugar a duda dar color, belleza y ventilar vida.
La causa
Se esconde en el veneno
de las frutas prohibidas.
Viene del humo
de la fragancia tóxica que envuelve mi cuerpo
desde el humano errante que consume la tierra
cuya sombra se hace más lejana con cada sol
hasta desvanecerse.
Soy la débil figura
que sostiene un alma sin límites.
Al parecer Sarah sabe que somos más que materia sólida, que la estructura de carne y hueso simplemente es habitación de la inmensidad del alma y que la verdadera encrucijada de la humanidad está en armonizar esas dos entidades. El trasfondo de los verbos iniciales, a mi parecer, hablan de una de las historias que definen una parte importantísima de la historia humana y así sigue hasta su cierre, enmarcando el hecho de que esa débil figura que somos lucha día a día por mantener esa fuerza superior que habita dentro de nosotros, que puede desde la línea de creencia que tenemos ser nombrada de distintas formas.
Ansiedad
euforia incomprensible
que destruye el papel en mis manos.
Retrata
un corazón a la deriva
un colapso ante el mañana
ojos estrellados que atraviesan multitudes
el temblor de un sueño a la espera
atrapar una visión efímera en la lluvia
pensar que se escapan los segundos
al sepultar mi voz en el olvido.
Recuérdame que el tiempo ya está hecho
que soy un siglo del camino
pero una eternidad cuando escribo.
Hace unos meses escribí una reseñas de la poeta estadounidense Louise Glück, tras leer varios de sus libros quedé completamente enganchada a su trabajo poético, el cual ha sido merecedor del Premio Nobel de Literatura en 2020 y de la misma forma que me impresionó toda la sensibilidad, la vocación de desnudarse desde el alma a la piel y revelar la íntima y dolorosa experiencia de vivir desde la óptica de una mujer que fue abrazada por la soledad y el trauma desde años tempranos, me impresionan estos versos de Sarah, no haciendo una desorbitante apología, sino aludiendo a mis preferencias más personales como una simple lectora que llega a ser tocada por el poder de unos versos tan exactos.
Ansiedad, como una sentencia, porque me toca vivirlo diariamente, enfrentar toda esa necesidad de estar alerta de forma desmedida por hechos que lejos de estar ante mis narices, podrían o no acontecer en un futuro próximo. Quizás Sarah, yo y muchas otras víctimas de toda la inmediatez, zozobra y angustia vital necesitamos filtrar nuestra alma a través del arte y que magnifica manera.
Enhorabuena, en la isla tenemos tantos escritores fenomenales, dotados de un talento que surge en medio de serias limitaciones, de poca visibilidad y aun así, muchas veces este oficio solitario engendra genios desde las sombras.