Con cariño, al Maestro Sixto Gabín y al poeta Enegildo Peña.
(Ilustraciones del poeta y pintor Dr. Odalís G. Pérez)
Entre las tantas falencias que pudiésemos encontrar en la actual crítica literaria dominicana contemporánea, están las de, al momento de dialogar con el texto, al criticar una obra, se omite el texto o el libro que debemos leer, desde el prisma de la reflexión hermenéutica, para darle primacía al autor, a su biografía y a las anécdotas vividas o no, por el autor.
En nuestra sociedad, hay, todavía, un escarbar en los amores y en los desamores de los autores, registrando así un rosario de hechos personales que en nada tienen que ver con los universos literarios y estéticos del libro de referencia. Hay que asumir el libro y su arquitectura literaria, desde el uso de la lengua, por parte del sujeto-autor.
Nuestra crítica literaria literaria, cuando no es repitiendo el decir de "las voces de autoridad", se queda fija, inmóvil, contando de manera cronológica, lo que ocurre en el texto, no cuestiona el texto. No establece un contexto comunicativo con el texto y el manejo de su discurso, por parte del sujeto-autor.
Nuestros "críticos" no les responden a los decires del texto, convirtiendo así a nuestra crítica en en un basurero de desechos de cronologías cansonas y repetitivas.
Andamos todavía, consagrados en la crítica tradicional, donde el autor tiene más valor que la lengua y la discursividad que integran al texto creativo o estético que debemos criticar. Se quiere convertir a la cronología en un quehacer crítico.
Con esto se establece el personalismo y el historicismo ramplón que tanto daño le ha hecho a nuestro sistema educativo y, en especial, a nuestra crítica literaria contemporánea, como abierta contradicción a los postulados y a la práctica de nuestro Pedro Henríquez Ureña, en su concepto y hecho práctico de la crítica literaria nacional y latinoamericana, como un hecho de lengua.
Se desdice del concepto sobre la crítica literaria, asumudo por nuestro José Martí, cómo (…) ejercicio del criterio" (…).
He aprovechado esta oprtunidad, de asumir esta introducción, por dos motivos: a)-Por una relación personal, política e histórica que me une al autor de este libro, "Insinuación del olvido" ( Ediciones Legajo Cultural, Made in the USA, Monce, II.11/6/2022, de José Espinal Marcelo).
Aproveché este espacio por dos razones: a)- Ese vínculo personal, no me obliga a dejar de reflexionar sobre los posibles sentidos rítmicos y estéticos que debió tener esta obra, sin caer prisionera de rimas innecesarias, forzadas que limitan el proceso creativo del sujeto-creador. b)- Porque, por cuarta vez, ayer volví a leer de nuevo, el libro "La Cultura de la Lengua" (1986), del amigo, compueblano, mi maestro, linguista y narrador, Dr. Manuel Matos Moquete, Premio Nacional de Literatura 2019.
Quería hacer públicos esos planteamientos, a sabiendas del riesgo que corro, en una sociedad de tantas pobrezas espirituales, falencias humanas, donde el humanismo es perseguido y vilipendiado a cada momento, por las fuerzas de los poderes fácticos, en su afán de seguir imponiendo el instrumentalismo, el pensamiento estructuralista y la tecnología avasallante en las escuelas y nuestras academias de estudios superiores.
Y usted se dirá por dentro, este señor "perdió la chaveta", y no se equivoca, tiene razón, porque me faltó una tercera excusa y, es que todo este decir, también me lo insinuó la lectura de este libro, pero no para el olvido, sino para esta memoria de hoy, por su apego rechazable a unas reglas que hoy son innecesarias, nos sirven como saber que están ahí y que, como historia, existió.
Ya habíamos leído de este autor, su obra poética "Olvido existencial" (2021). En esta ocasión, estamos ante una poesía que, aunque apegada al verso breve, está amaniatada a una discursividad poética tradicional, empujada por reglas de conteos silábicos y por el uso prisionero de la rima. Yo no soy juez, pero no hay necesidad de amurallarse contra la imaginación y la libertad de construir nuestras utopías poéticas.
Ese uso de la rima, desdice de su tono filosófico, vinculado a su concepto del "olvido", como razón de un estado de memoria del sujeto y búsqueda del quehacer poético libre.
Entiendo que hay que salir de toda situación creativa que conlleve apego a reglas, como la rima, el conteo de versos o ceñirse a reglas que aprisionen el imaginar. Conozca y domine su existencia, pero libere su potencial creativo.
Hay que darle riendas sueltas a la creatividad y a la imaginación. Poetas, salgan de esa cárcel mental.
La soledad, el olvido, la melancolía del Ser y la visión sobre el ideal en torno a una nueva sociedad, son temas centrales de este sujeto-autor, lo cual no me extraña encontrarlos en su obra poética.
De la página 53, a la página 63, se da el lujo innecesario de darnos una lección sobre "Análisis de la métrica“. No hay manera de justificar esa "enseñanza".
De todas maneras, estamos a tiempo de volver a la imaginación y apostar al pensar y al crear. Se puede lograr el ritmo de la lengua, sin tener que ajustarnos a la prisión de algunas "reglas", como la rima, en desmedro del ritmo.
Es tiempo todavía de seguir los senderos de la imaginación y del soñar y de seguir abrazados a la utopía.