Indiana, editada en 1832, es la primera novela en la que su autora, Aurore Dudevant, firma con el pseudónimo, que se hará famoso, de George Sand. Si bien había ya publicado algunos escritos, lo hizo en colaboración con Jules Sandeau. Aurore no solo se liberó de la forzada coautoría, también tuvo que superar las críticas de su mentor, Henri Latouche, para entregarse con entera libertad a sus libros. Puede decirse que esta novela significó su afirmación, como escritora y como mujer. Fue una batalla que tuvo que librar con el marido para poder abandonar por un tiempo la casa de Nohant y permitirse tres meses del año en París, en la estrechez de un cuarto propio, pero con mayores posibilidades de darse a conocer.
La novela aborda la situación de la mujer en una Francia que ansía la Restauración y otra que alimenta utopías románticas. Nos instala entre la provincia y la ciudad de París, en medio de polémicas que desencadenan la sublevación contra el régimen, tema que aborda Víctor Hugo en Los miserables y evoca, a la vez, el mundo colonial lejano y exótico. George Sand critica el oportunismo de los hombres de negocios, de los intelectuales y de la clase política. Estos preámbulos le sirven para plantear la situación de la mujer en relación con el poder hegemónico.
En la construcción de sus personajes masculinos la autora subraya la doble moral que les permite disfrutar de libertades, atentando contra principios elementales, instrumentalizando a los otros y sometiendo a las mujeres. Estas, a la vez, establecen con los hombres una relación de vasallaje similar a la que se da entre el amo y el esclavo, lo que les dificulta vislumbrar el mal que una mala decisión puede acarrearles.
La autora desmonta a los hombres como Raymond, quien seduce a Indiana, y antes a su dama de compañía, Noun. No se libra de la mirada sagaz de la narradora el coronel Delmar, esposo de Indiana, con sus debilidades y crueldades, ni el primo Ralph, incapaz de expresar el amor que le ha profesado a Indiana desde la infancia.
A los rasgos de la protagonista se añade la variable de haber crecido en un medio tropical, a merced de la naturaleza, en una sociedad colonial cuya economía se sostiene sobre la esclavitud. Sumida en el clima romántico, George Sand reconoce su deuda con Pablo y Virgina, de Lamartine, y evidencia la lectura de Atala, de Chateaubriad, de la que ya me he ocupado en esta serie. Indiana responde al estereotipo romántico de la mujer criolla o mestiza, que ingenuamente se entrega y que se deja llevar por las pasiones, pero que también es capaz de renunciar al amor, ya sea por la culpa o por un sentimiento religioso.
Virginia se precipita en las aguas del mar, Atala ingiere el veneno mortal, Noun, la doncella de Indiana, se ahoga y ésta se suicida, ahogándose con su primo Ralph. Debe añadirse que Indiana es hija de un caballero español que se instala en la isla de la Reunión, colonia francesa entonces llamada Bourbon, y desconoce muchos códigos de ciertas clases sociales en la Francia de la época. Incapacitada para administrarse, depende del marido o del amante por quien, incluso, se rebaja a la condición de indigente.
Por todo ello, George Sand concluye con un alegato contra la pasión carnal: “El amor es la virtud de la mujer, por él redime sus faltas, convierte sus remordimientos en heroicidad. Cuanto más le cueste cometer el crimen, más habrá merecido a aquel a quien ama”.