La novela Idolatría, de Jimmy Sierra, es un universo de complejidades estructurales y ficcionarias, que la mayoría de los escritores utilizan como mampara y sostén de una determinada realidad histórica social, política o cultural. El autor debe tener un altísimo esmero para deslindar la realidad objetiva de las cosas narradas, para no socavar la de las ficcionarias que son vertidas desde los personajes.
Un ejemplo contundente para nuestra lengua española lo es Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, donde la madre le dijo a su hijo una vez que la novela era la historia de Aracataca, municipio donde había nacido y vivido con ella, que más tarde él llamó en su obra «Macondo»; aunque se ha demostrado que el pueblo existe desde antes, muchos todavía creen que es imaginario. Gabriel escribió con grandísima razón: «La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla». Esta misma preceptiva, es la que el autor ha querido recuperar de un pasado que le viene de su infancia, pero que quiso contar en las postrimerías de su vida.
La simbología de los números es importante en Idolatría de Jimmy Sierra, desde el título que tiene las trece maldiciones de Papá Liborio, a los soldados que le perseguían, posteriormente asesinándolo. Los trece capítulos de la obra, igual pasa con el siete, entre muchísimos que posee. En cada uno de ellos, hay una complejidad textual y narrativa, donde el sincretismo se expresa desde distintos ángulos situacionales.
Si leemos detenidamente los capítulos, entonces nos damos cuenta de la vena poética de su autor:
Hoy, un cielo de fuego. /Caerá hecho cenizas. / En el aire, los pájaros. / Volarán contra el viento. / Mientras las aguas sudan. / Un moco seco y puro. / Hay un árbol perdido. / Arropado en la hierba. / No dará flores. / Solo parirá espinas. / No dará frutos. / Solo vendrán las piedras. / El día de la masacre de los santos inocentes (p.11).
Las descripciones están llenas de ambientes históricos, culturales, lugares, personajes, escritores, obras, rituales curativos, entre otras. El marco referencial que emerge de su caparazón histórico es trascendental en la trama que va encarnando cada uno de los múltiples personajes, que asimismo son historias, tanto de los vivos como de los muertos. El autor no se amedrenta y los refiere con sus nombres reales, con sus virtudes y defectos para hacernos una cosmovisión de ellos. No se cubre en los espacios imaginarios, sino de sus realidades históricas. Por momentos se confabula, en otros se distancia, mientras la narrativa continúa entre una intertextualidad multicultural.
La novelación como representación histórica en Idolatría de Jimmy Sierra tiene como base fundamental la historia de «Papá Liborio» y la suya. Es decir, es una narración donde el autor se revela y se apropia de la idiosincrasia, desde el ámbito de sus diversidades históricas, culturales y lecturiales. «(…) Si la diversidad es la vida», como escribiera Miguel Bakunin[1], Idolatría es el mejor testimonio de que es así. Lo único que, en el caso que nos compete, no debe de ser en singular, sino en plural, porque son las diversidades experienciales, culturales y lecturiales dominicanas y extranjeras de su escritor.
Jimmy va ensamblando una narrativa, donde lo local se realimenta de la multiculturalidad; aunque el telón sea tejido con situaciones históricas-personales, hay también muchísima referenciales internacionales. Si es verdad que una novela necesita de toda una vida, aquí tenemos el «Macondo» de Sierra.
Con alevosía el escritor la puebla de personajes vivos y muertos, con los cuales va hurgando sus particularidades, desde lo mágico-religioso hasta la tramería de la historia socio-cultural. Sierra se infla como un sociólogo, donde lo narrado es un pretexto y un contexto multidisciplinario, para recrearnos las mitologías populares dominicanas.
Un desvelamiento de ello es el título mismo de la obra: Idolatría, la portada viene acompañada de lo siguiente:
o de cómo y por qué las 13 maldiciones de Papá Liborio trasformaron a Gatagás el Divino, también llamado el Octavo Sabio, en el Quinto Evangelista y el Filósofo Motarás, como tributo a Dante Aligehieri y a otros autores predilectos, en los mejores días de mi infancia.
En este intitulado, el cual debe de ser el más largo de la novelística dominicana, está todo el entramado del texto. Desde la sanación mágico-religiosa conocida por la antropología popular, también menospreciada por los tutumpotes como la santería. Olivorio Mateo o Papá Liborio (1876-1922), fue un curandero, ocultista, líder mesiánico y revolucionario del país, que se opuso a la invasión norteamericana formando un ejército de campesinos, por lo que fue considerado como el guerrillero más peligroso, enfrentando la intervención por 16 ocasiones.
En el preámbulo de la obra (2016), Jimmy lo resume:
He aquí, señores y señoras, la única y verdadera historia del Santo Liborio y de su enviado Gatagás, quien recibió el mandato de buscar un lugar virgen, más allá de Palma Sola, «para crear un hombre nuevo y una mujer nueva, infinitamente puros, infinitamente honestos e infinitamente felices para que la causa de la justicia prevalezca en el mundo y para destruir al malvado y al perverso; lugar donde, incluso entre las bestias, reinará la paz»[2]/¹*. Y es la historia, también, del cumplimiento fatal de las impresiones que escaparon de los labios del Caimán Que Nunca Duerme contra los que atizaron el fuego aquel fatídico año de mil novecientos veinte y dos, y del día glorioso en que el falansterio místico abrió sus puertas a los tiempos pueriles e inocentes, cuando lanzábamos chichiguas contra el viento, nos bañábamos desnudos bajo los aguaceros y, cual bandadas de pájaros, pudimos conocer la verdadera felicidad (p. 13).
Liborio empezó a convertirse en un mesías cuando a los 18 años se perdió, apareciendo a los 7 días, con sus apetencias libertarias y sus rituales de sanación, no obstante algunos presentarlo como un brujo, fue un hombre muy espiritual que usaba algunos símbolos religiosos para anidar la paz, la libertad y la curación de su gente. Este sanjuanero sigue siendo recordado y admirado aún, a través de la historia de la cultura popular nuestra.
Hay un canto-ruego que se dice entre sus discípulos, que fue musicalizado y cantado y hecho popular por Luis Días –nombrado «El Terror»-, mencionado muchas veces en este texto, que reza:
Dicen que Liborio ha muerto, / Liborio no ha muerto na. / Lo que pasa con Liborio, / Que no come pendejá. / Dicen que Liberio ha muerto, / Liborio no ha muerto na. / Liborio está en la laguna/ Bien cerca de Samaná. / Dicen que Liborio no ha muerto na/ Él está con sus muchachos/ Jugando pisacolá (p.p 57-58).
Aparecen varios cantos más que invocan a Liborio Mateo, cuyo cuerpo fue envuelto en yaguas, amarrado con sogas huelas, quien ha sido el baluarte encarnado de todas las andanzas narrativas de esta obra.
El olivorismo se reactivó a principios de 1960 con sus discípulos Los Mellizos de la familia Ventura Rodríguez, quienes en la tierra de su padre hicieron un campo de acción, de la misma forma fueron abatidos por algunos militares encabezados por Francisco Alberto Caamaño, quien fue amigo de uno de los mellizos. El siniestro acontecimiento es recordado como La Masacre o Matanza de Palma Sola, acontecida el 27 de diciembre de 1962, en un paraje de San Juan de la Maguana. Caamaño posteriormente se reivindicó cuando enfrentó como coronel la intervención yanqui, junto a Rafael Tomás Fernández Domínguez, entre otros héroes nacionales.
El narrador lo describe:
Tal era el poder de aquel que desafió a los americanos en el mil novecientos veinte y dos y después, en el mayor silencio, luego de beber en la copa del olvido, resurgió con más fuerza en el cuerpo de José Papá⁵*, para transmutarse en dos más tarde, diseminado en la carne y los huesos de los mellizos Ventura, en el pueblo sagrado de Palma Sola⁶*. Y yo, alejado de la multitud, sintiendo que había llegado demasiado lejos en aquella farsa, trataba de escapar al trágico destino, pues sabía que esos fanáticos permanecerían allí inconmovibles hasta que su propio sol se apagase por completo (p.19)[3].
Jimmy Sierra se vuelca en su lectoría extranjera, empezando con un fragmento de un poema del bardo español Jorge Manrique (1440-1479), quien con «Coplas a la muerte de mi padre», inauguró la poesía como un hecho individual, como expresión particular de sentimientos.
Recuerda el alma dormida, / avive el seso y despierte/ contemplando/ cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte/ tan callando, / cuán presto se va el placer, / cómo, después de acordado, / da dolor;/ cómo, a nuestro parecer, / cualquiera tiempo pasado fue mejor (p. 9).
Este texto poético es una buena y estratégica explicación de lo que es y será Idolatría, de un «Recuerda el alma dormida, /de cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte/ tan callando, /después de acordado, /da dolor;/cómo, a nuestro parecer, / cualquiera tiempo pasado fue mejor» (p. 123)[4].
La novela de Jimmy Sierra es un recordatorio de distintos episodios de la composición social dominicana, apoyada por el eje individual y social que la entrecruza en múltiples voces y sentidos. Su autor se engalana en su convivencia recordada y en la lectoría de sus autores preferidos, para novelarnos sus pareceres y decires. Es una novela histórico-personal que nos alumbra y nos detiene. Nos alimenta de su savia y nos prodiga lo que somos, porque evidentemente, es una novela de investigación antropológica.
Independientemente de los acontecimientos históricoreales que hallamos en la obra, observamos un realismo mágico donde lo fantasioso y lo humorístico se inflaman para entretejerse por medio de la historia de Papá Liborio. Además de que los personajes principales adquieren acontecimientos propios para sustentarse como novelación, donde el pretexto y el contexto van forjando la textualidad. También, contiene una especie de teatralidad que se puede verificar en los discursos narrativos de los personajes, por donde el autor de la novela va colando sus consideraciones ficcionarias y personales. Si la leemos con atinado sosiego nos damos cuenta de que la novela Idolatría de Jimmy Sierra es un proyecto existencial de muchos años, que se va concatenando entre un universo histórico y uno ficcionario, donde cada lector puede elegir uno de ellos.
Nota: Este breve ensayo fue realizado para la puesta en circulación de la novela de Jimmy Sierra: Idolatría (2016), en el Centro León de Santiago de los Caballeros, el sábado 6 de abril. Junto a su autor participaron un grupo de escritores, intelectuales y personalidades. El autor nació en Najayo, San Cristóbal, el 16 de diciembre del año 1944. Se convirtió en un líder cultural y político a nivel nacional, desde la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde fue compañero de estudios y un gran amigo del doctor Leonel Fernández. Dos meses antes de su fallecimiento -el 18 de agosto de 2020, me llamó para qué le entregará este texto para incluirlo en una segunda edición de su obra; sin embargo, no pudo encontrarlo a tiempo para entregárselo, es por esa razón que ahora lo publico en recordación de la fecha de su defunción.
[1] Frase completa: «La uniformidad es la muerte; la diversidad es la vida».
[2][¹* Del epílogo del Código de Hammurabí, según el cual este fue llamado por los dioses con ese propósito].
[3] [⁵*José Popa sería la primera persona en la cual encarnó Liborio después de ser asesinado por los norteamericanos en 1922. ⁶* Los Mellizos Ventura serían la segunda encarnación del Papá Liborio, que establecieron la comuna de Palma Sola].
[4] Antología de la poesía española en Lengua de Signos Española (LSE), 2010.