Discurso de Mateo Morrison en el acto inaugural de la Feria Internacional del Libro, Santo Domingo, 2024

Desde que recibí la carta de la distinguida señora ministra de Cultura, Milagros Germán, en representación del Estado Dominicano, informándome de la dedicatoria de la Feria Internacional del Libro 2024, mi reacción fue de genuina sorpresa, sin embargo, al terminar el diálogo telefónico y conversar con mis hijos y hermanos se constituyó en un jolgorio colectivo.

En este momento en el que estoy hablando para ustedes, reitero mi agradecimiento por la dedicatoria de esta feria y también las múltiples felicitaciones que he recibido a lo largo de estas semanas, además de la asistencia masiva a esta inauguración, acompañándome en este encuentro memorable en el que honramos al libro como instrumento idóneo de la cultura.

Me he hecho algunas preguntas. ¿Qué realmente significa para mí ocupar este espacio, en esta magna sala, acompañado de tantas personas que aman la cultura?

Concluí en varias aseveraciones: Estoy aquí porque Egbert Morrison y Efigenia Fortunato iniciaron, en una modesta casa de Villa Duarte, la edificación de un lugar familiar donde yo fui el primero de los hijos. Esa es la razón por la cual en mis libros suelo poner la siguiente inscripción: “Padres que inculcaron el amor en mi pecho”. Estoy aquí también por mis hermanos solidarios: Heriberto, Ramón, Winston y toda la familia Morrison y Fortunato. Estoy aquí pleno de emoción por el cariño incomparable y el respaldo permanente de mis hijos: Nelson, Jocksan, Milton y Franklin y su madre, la señora Cristobalina Ramírez por sus aportes. Estoy aquí pleno de amor por mis hijas Berioska y Samantha y su madre la señora Iluminada Gónzalez por sus desvelos. Estoy aquí también por quienes me han acompañado en todas las jornadas literarias y de gestión cultural, asistiéndome. Ellas y ellos saben quiénes son porque han estado laborando arduamente conmigo y forman parte de un sector entrañable a quienes tanto agradezco su dedicación y entrega.

¿Acaso estoy en este solemne escenario en representación de una generación de escritores, gestores culturales y clubistas que salimos al escenario nacional, provenientes principalmente desde sectores marginados a través de las más variadas formas artísticas?

Creo que sí. Porque aún en momentos difíciles, en la transición entre una tiranía de treinta y un años y los esbozos de una vida democrática no exenta de múltiples tropiezos, nos atrevimos a existir. Algunos de ellos idos hacia otra dimensión, otros aún apostamos a la creación cultural para que adquiera no solo la categoría de democratización de la cultura, sino de una auténtica democracia cultural sin exclusiones geográficas, religiosas, políticas o de ningún tipo que afecte la dignidad humana. Apostamos a la defensa de la identidad cultural dominicana, pero dialogando con las demás culturas, como dirían mis profesores del Centro Latinoamericano y del Caribe para el Desarrollo Cultural (CLCDC), Ezequiel Ander-egg y Edwin Harvey.

Lo que debe estar claro es que todos debemos proteger nuestros derechos culturales siguiendo el mandato constitucional. Podemos hoy, en términos comparativos, considerar adecuado, aunque perfectible, el estado democrático existente en nuestro país, para que florezcan los libros en un ambiente de libertad.

No puedo dejar de citar tres momentos de exaltación de la lecto-escritura: Invitación a la lectura, de la valorada escritora dominicana Camila Henríquez Ureña cuando expresa:  No importa cuál sea el concepto que se tenga de lo que es literatura y de los motivos por los cuales se lee, creo que en una cosa estarán de acuerdo todas las personas que leen… se leen obras literarias para adquirir de ellas ciertas experiencias, para satisfacer en parte ese anhelo de algo más que sienten todos los seres humanos.                                                           

Al igual que la destacada ensayista española, Irene Vallejo en El infinito en  un junco, cuando dice: Somos los únicos animales que fabulan, que ahuyentan la oscuridad con cuentos, que gracias a los relatos aprenden a convivir con el caos, que avivan los rescoldos de las hogueras con el aire de las palabras, que recorren largas distancias para llevar sus historias a los extraños. Y cuando compartimos los mismos relatos, dejamos de ser extraños.

Y a la reconocida autora dominicana Ángela Hernández, quien en el libro La poesía en el tiempo: visiones dominicanas, enfatiza lo siguiente: Recuerdo un agudo deseo de leer, ignota sed que me ocupaba como una marea que venía de muy lejos. Por destino o azar, el único libro a mi alcance era la Biblia. Leí todos los libros de El Viejo Testamento y parte de El Nuevo. Creo pues que mi primer encuentro en la poesía sucedió ese año en el Eclesiástes, el Libro de Job y Cantar de los cantares.

Hoy en día, esa niña que solo tenía en su casa las sagradas escrituras es una escritora esencial en cuatro géneros literarios.

Podemos soñar con una República Dominicana de lectores y seguro que se fortalecerá nuestra ciudadanía y empoderamiento a fin de superar adecuadamente las desigualdades que, como deudas a nuestro pueblo, tenemos todos los seres que exhibimos con orgullo nuestra bandera tricolor y nuestro himno, conjunción de poesía y música, que nos legaron para siempre José Reyes y Emilio Prud’Homme.