Cuando se llega a cierto grado de miseria, lo invade a uno algo así como una indiferencia espectral y se ve a las criaturas como si fueran larvas. (Los Miserables/Víctor Hugo)
Ignoro sus nombres reales y sus apodos, tan extraños, igual que sus vidas. Muchos de mis amigos y conocidos reconocen sus orígenes y sus desgracias. Confieso que no sé nada de ellos. Solo lo que la percepción desde mi propia historia me ofrece.
Gente que no los rechaza. Algunos los saludan. Otros, de lejos, alzan la mano, y continúan sus conversaciones. Pocos les entregan dinero o cualquier cosa a mano. Lo que sea.
Siempre me llamaron la atención los outsiders. Los que viven en diversos videojuegos de la realidad, en lo opaco, al lado de la superficie. Lo que flota a la orilla de la playa no siempre es el mar. Creo que Marginalia, mi libro, tiene que ver con esa mirada.
Existen cangrejos que se esconden "rápidos y furiosos" en el primero hoyo que encuentran en su camino. Los spotlights se los dejan a los sanos peces de colores. A los pavos reales del agua prestos a menear sus colitas.
Gente de la periferia. Zombis de la Zona. Irradian amor y odio, compasión y rabia, a los cuerdos, a nosotros, los normales, los que pinchamos sin faltar a las 8: am en el reloj oliente a mugroso aburrimiento.
Ellos, los outsiders sin aceite de intelectualoides de cafetería, piden dinero, ropa y medicinas. Todo el mundo piensa que piden y joden y son inoportunos “pá meter drogas". Puede ser. Pero no lo sé.
¿A quién le importa la salud mental de los zombis? Gente que sufre los laberintos sin salida de la miseria y el abandono de la razón. La locura y la cordura se aman en secreto.
Sucios y hediondos. Escarban en la basura y se beben el último bigote de la cerveza abandonada. A veces el bigote lo acompañan con una servilleta o la mitad de una cucaracha ahogada, borracha, perdida total en el fondo de la Presidente.
No pretendí hacer un homenaje al mendigo desconocido. No tengo vocación de filantropía y buenismo.
Yo, que supuestamente vivo, en la superficie, me da igual. Seguro que como les pasa a ellos, nosotros somos indiferentes a su rueda.
Nos sienten como otra especie de cangrejos escondidos en arenas lejanas.
Nuestros huéspedes sin avisar…