Conocí a Pastor de Moya con dos poemas de producción inicial que, por azar, llegaron a mis manos en una hoja de ya un distante suplemento cultural, mas el asombro de aquellos dos poemas persiste en mí, pues ellos me empujaron a las lecturas que iba publicando en ediciones rústicas, orquestadas por él mismo con ese carácter esencialmente artesanal que, por las texturas de las hojas, del papel, de las portadas, de las impresiones en pobre tinta, proyectaban esos formatos donde se inscribían sus poemas de una certeza tan punzante que tenían cabida dentro de un existir que culminaba en una retahíla de rupturas.
Esos dos poemas, esas dos partículas, nos vincularon en amistad hasta este momento en que trazo estas líneas. Ocurre que nacimos y crecimos en ámbitos geográficos muy cercanos. Santiago de los Caballeros y La Vega. Dos provincias de la República Dominicana, cercanas, limítrofes, y en el discurrir, no nos topamos. Sus poemas, nos acercó en la vida. Tanto así, que hubo de escribir un prólogo para su libro: La piara. El poema donde la hoja de Gillette no sólo rasga la situación que poetiza, sino la memoria de todo aquel que toque ese poemario. Ese gesto textual, la inserción del grillete, instrumento para afeitar, pero que, por el filo que impone dentro de su estructura, se traslada a otra utilización, de inmediato: el suicidio. Y aquí, pues, enfrentando el blanco, la ausencia de gráficos de estas páginas en procura de agregar, precisamente, blancor, iluminación que distingue estos poemas, a pesar del horror, de la otra realidad que vive y palpitan en ellos.
Este escrito toma como cuerpo una muestra de la obra poética de Pastor de Moya que, como tal, responde en estructura, recursos, visiones a solo obra entera, pues ella responde a un pulso tendido y sostenido que no declina, ni doblega, es una de su suerte. Extraída de estos títulos: El humo de los espejos, Alfabeto de la noche, Instantes de la lluvia, Jardines de la lengua.
Y los poemas de estos libros, así como los otros, propios de otros títulos, los unifica un horizonte suspendido y a la vez derramado por el mito, la historia, la lengua fundadora de la realidad poética que, en este caso asume lo esencial de su práctica, su vivir mismo, su existir, su historia íntima, memoria memorial del poeta en los otros, en esos otros que en discurrir se suceden, reverdeciendo siempre en el verso, lo que se donó para que fuera herencia prolongada de un hacedor de imágenes dramáticas.
Hay un equilibrio equilibrado en esta obra poética, que nos muestra de esta manera: cuando nos encontramos con una obra propia del mundo imaginario como responde aquella, propia del ámbito literario que en diversas vertientes se expresan, se concretan y responden a estas tres fundamentales realidades que, intrínsecamente, pertenecen a su naturaleza que ellos mismos generan, creándose una especie de reciprocidad necesaria, una relación de alguna forma tautológica. Y estos son, primero, aplicación de unos procedimientos estructurales e, igualmente, de unos recursos retóricos que proceden de las primigenias expresiones orales y escriturales humanas y de las que se fueron sumando en fluir del hacer; segundo, creación de un armazón de ideas, de asuntos, las substancias, que proceden de lo muy muy antiguo, y de lo muy, muy actual, contrayéndose una mixtura de lo que siempre es, que se eleva de circunstancias y contextos, sin dejar de ser históricas razones humanas igualmente inmediatas. Y tercero, lograr despertar, en el receptor de esa sustancia y de esa forma, el lector, interés verdadero.
Así, pues, cuando estas tres substancias se argamasan, se hacen inherentes al hecho creativo, al acto expresivo, nos encontramos con la legitimidad, que se traduce en originalidad. Y esto acontece, lo que constituye una de nuestras conclusiones de este escrito, con la obra íntegra de Pastor de Moya…
Los poemas en ojo y lupa
La esfera
la primera imagen rueda en el cristal
un búho resacado por la noche
denuncia el sacrificio de Narciso frente al río
ese tu mío discurrir en corazones como ostra
maroma de la vida
sospecha del espía que homicida la sombra de su otro
segundo sacrificio de la imagen
de los árboles tan altos cuando crece gris ese pensar
de las cosas orinadas al amor
una llovizna quema el fuego de su fea-belleza
el hombre reconoce en el sueño
su otro sueño de mujer
Un horizonte de blancor suspendido, que se derrama por mitos, leyendas, por ancestros y cotidianidades, y por la lengua fundadora, todo armazón de historia, substancia incensaste cada vez más que sea historia, vidas paralelas, múltiples y siempre una, la realidad poética: el hombre reconoce en el sueño/su otro sueño de mujer. Esta dualidad que marca el eje de este poema, constante es de los poemas en su íntima y propia estructura como en el conjunto de su obra toda. E, igualmente, este blancor, ya señalado, constante será esta obra, de esta vida, de este hacer que recoge lo que muy abajo palpita y con misma morfología humana, en la superficie pone con misma disimulada forma.
Circularidad de la locura
Del rojo al verde todo el amarillo se mueve
Apollinaire
de rojo al blanco
hay un vacío obstinado
de nubes de pájaros
de espirales mundos que blasfeman soledades
es voraz el reloj
si la moneda retorna a sus inicios
del rojo al blanco
hay un vacío de los signos entre cepos
en el loco del pueblo se repite
la historia de mis locos
anteriores
Así, igualmente, como el título, concepción y práctica: en el poema esa circularidad se siente y toca. Y es el poema, y el mundo, la poesía: la imagen dramática que, en memoria, temblor es.
Sí, el espacio, los saltos, desplazamiento de un sentido lúdico y que también se eleva y desciende. Desplazamiento entero en imaginado plano y, más aún, en la concreta realidad que siempre ha sido realidad cuántica.
Transfiguración
voy nada/ ando en mi interior
la espuma revienta lo que somos
voces que reflejan el reflejo
sabor homosexual en los labios del ser
a la hora del suicidio
gatos que se miran en la luna
qué noche tan mía laberinta el espejo desnudo
cuando empieza la riña con el otro
allá afuera solo hay
presencia de luces en los
rostros
viacrucis infinito de sombras y cuidados
disputa por mirarse
y no mirar cada mirada
Poema que se impone por sí, por los otros, por la integridad de conciencia: uno es el otro siempre, y siempre uno. Aparejarse, circunstancia nomás de un existir que transfiere, en aparencial sentido, la razón del uno, pues el otro es el otro, la circunstancia, suerte o desgracia de origen y extensión, uno es solo gastándose en el uno, a silencio o a gritos, desgarrado o sumisos. Uno: viacrusis infinito de sombras y cuidados/disputas por mirarse/y no mirar cada mira. Aquí, esta poesía, única, sola, en la planicie una modernidad que se retuerce, se revuelca en ceniza, estiércol, polvo de los tiempos.
Pastor de Moya. Poema horizontal
tendido en lo infinito
la otra realidad es la misma
esta transfiguración del sueño en la sustancia
es tan grande
que puede llegar a tropezar
con el olvido
a lo lejos azul
a 2:0 instante en que la vida
y las muertes paralelas se prologan
y divagan los objetos por tus piernas
son los cuerpos transparentándose
en la tibieza del vacío
para ser
vertical en la estatura
y seguir caminando por los mares
entremezclando ligereza en el
espacio
Visión del mundo, de la vida entera y única; consistencia de su escritura, y ofrenda para nosotros, sus lectores, este poema. Y en total integridad, el conjunto, respondiendo a esa creencia, procedencia del vivir mismo, del ejercicio de carne y alma, lo experimentado en discurrir, en el andar en esa dualidad asentada. Vida y muerte, parejo fluir a instante, instante, continuidad y suma que se dirige a esa dualidad de origen, punto de conjunción, y que en su naturaleza posee la necesaria e ineludible dispersión, que también es.
Y uno y otro, los horizontes, las líneas paralelas, y los nudos. el arriba tensado, el de abajo, semejante, estados y estadios atados con retorcidas y mugrosas sogas, siempre en el hilo del mito, de la hendija por donde se distancia el ojo, y advierte el fuego que también construye. Todo el pulso de Pastor de Moya; fluir de llanto, gestos, espantos, indeseables criaturas que caen del moco y se agigantan, así el otro mundo, y el mismo, sentencia de una voz que se bifurca en la temporalidad y en los otros,
Y esto es centro de su poesía, de su expresión imaginada. Del mundo encontrado y el construido con esas dos herencias que no cesan de ser una y otra, y la misma:
tendido en lo infinito
la otra realidad es la misma
esta transfiguración del sueño en la sustancia
El pez cero
es tan cuadrada el agua en la pecera
el pez salta y se desnada hacia el misterio
muda su primera escama
y el prisionero lo mira
y piensa en su camisa
ahora el pez no es rojo
pero ha teñido de sangre la pecera
(lo que lo aleja del cuerpo es la agonía)
el prisionero piensa al pez
y piensa en el estupro de su primera víctima
¡oh gran pez!
sagrado misterio
condena nocturna
Es un juego de ida y vuelta, que no tiene fin como lo que acontece en el mar, Una estructura que en el ojo que ve y el pensamiento y acertar el decir. Se descompone en el mismo proceso de lectura, y solo queda regresar al inicio de lectura para practicar de nuevo una lectura que conduzca al acierto. Es, un auténtico, extraño gesto de un agua de serenidad impuesta que asalta de pronto al ojo que la mira.
Dentro de su estructura hay desajuste, un desbalanceo estructural en el poema: salta de su ordinaria órbita, de la dimensión física a una surreal, a tajos, digresiones. A contrariedades, y a las corporeidades que se descarnan a sí mismas.
Lluvia circular
Nada permanece azul en la mirada
Todo discurre
Nada acontece para siempre en el espejo
Todo muere en la memoria
Nada permanece en el todo de la vida
Si en el sueño perece una paloma
Y al despertar no encuentro sus despojos
Este poema de Pastor de Moya, sencillamente, constituye la dualidad, la certeza de la existencia, de lo posible, lo medible y tocable, lo sentido sin la duda. Este poema, realidad concreta de esta concepción del poema: sentir la realidad, nada permanece intacto, antecedente de la nada. Lo que existe en el plano terrenal, persistente, la herrumbre que genera el despojo; la otra realidad, que proviene de la misma nada.
Registros de la expresividad inherente
Estos poemas, muestra que nos remite al todo, concluye con estos rasgos, manifestados en extensión y partes, que conjugan tradición y modernidad:
- Sentido de estructura del poema, la redondez compositiva en la que descansa la substancia última: poesía. Circularidad de tono y ritmo.
- Modificación de la totalidad y de cada componente de esa totalidad en los distintos componentes del signo lingüístico, permitiéndole lindar con lo propio, con lo original dentro de lo posible del transcurrir de una práctica: la escritura sin descanso.
- Dentro del tramado temático, del tejido de asuntos, el realismo que por espacios se asoma, con intencionalidad buscada, pues el espacio del mundo y submundo, propios del andar, medrar, existir, de personajes y situaciones, desemboca en una abstracción que el ´mismo poeta hace que regrese a su primigenio estado: suerte de imagen tautológica, que recurso es, y bien propio.
- El sentido de la tradición solamente pertenece al imperio de la lengua. A su reino de los fonemas consonánticos vocálicos. Es en ella, lo muy antiguo, donde lo nuevo enraíza. Y esto ocurre porque en esta poesía lo primigenio de la articulación: la luz que irradia el decir, igualmente, lo oscuro, andan en misma dirección.
- Surrealismo, abstracción, expresionismo, yuxtapuestos a veces, en oposición, también. En paralelo fluir, encontrados, pues los dos mundos que dominan como asuntos en estos poemas encuentran concreción y extensión en espacios propios de la expresión poética en simultaneidad con lo antiguo en la contemporaneidad fluctuante.
- Construcción de poemas, donde la simultaneidad o paralelismo se constituyen en esenciales soportes de la composición íntegra de bloques, que poseen situaciones, conflictos contrastantes: lo muy retorcido abajo que, espejeando arriba, y muy concreto abajo, mas en situación espejeada.
Como se manifiesta ese hecho en la poesía de Pastor, los seres que andan, respiran, cohabitan, que perviven, generalmente nudosos y deformes, extraviados en su misma corporeidad, en la poesía de Pastor estos seres saltan, se asoman a la superficie y camuflajeados habitan con los otros que deformes también son, porque ese fulgor predominante, es luz detenida, les penetra y los aceptan a los supuestos normales que, por calles, callejones y campos, veredas, escondrijos, andan
- Pastor de Moya anduvo y anda, a través de su poesía, por esos meandros de la vida en ámbitos nudosos y grotescos, propios del bajo mundo, esa otra cara que en el universo persiste como el otro. Hermano, no distancia, de Charles Baudelaire, Arthur Rimbaut, Isidoro Lucien Lautreamont, Gerald del Narval. Anda con los malditos poetas universales. De igual ojo y mismo pulso, En los años sesenta, un grupo de jóvenes norteamericanos, que emergen de los denominados ghettos, construyen un tipo de poesía pragmática según el contexto en que se visualizaba, derramada en un mundo silencioso constituido por ruidos que brotaban de espacios urbanos arbitrariamente poseídos por una cultura disidente, irreverente, decadente ante los lineamientos impuestos por un sistema armado de reglas apegadas a una tradición. Este grupo de poetas censuraba la doble moral existente a cambio de una plena libertad. Citamos, dentro de este movimiento a Charles Bukowski, tan cercano a Pastor.
Mas hay un dejo, un algo de trascendencia que distingue y distancia de los citados autores, tal parece que ese blancor tan sustancial en su obra proviene de un clamor, tal parece que la transformación de su obra obedece a ese clamor.
Habitando en ese mismo estercolero, en la misma miasma y la mugre, mismos asuntos y mismos personajes de procedencia y linaje semejantes hallamos valores soterrados dentro de un mundo esquemáticamente desarticulado.
- Pastor de Moya, sin el consabido talvez que esconde …, personifica, hasta hoy que pienso estas líneas, al poeta de nuestro país que de manera sistemática asume la experimentación, que ha andado siempre pareja con la práctica esencial del quehacer poético, con mayor sistematización y que alcanza altos logros expresivos. Y esto así, porque en esa práctica de escritura, hay ausencia de recosidos, de costuras, de sueltas hilachas, rastros de lo incompleto, pues sus gestos expresivos se integran a la línea, consustanciándose con la obligada tradición.
Y redondeamos
Reproducimos, íntegro, Negación de las cosas, poema que a muy bien viene para darle cierre a este escrito, pues en bien centrada encontramos la idea que lo vertebra, el poeta de nuestro país
Negación circular
el hombre corre entre la sombra
y la luz
hacia la fuente del sueño
el final de todo es el principio
en el revés de las cosas está
la puerta del suicidio
otoñecen las lunas del olvido
y todo muere
en el primer crepúsculo nace la vida
de mis mundos
en el primer crepúsculo nace la vida
de mis mundos
inhalo los mares en cada orgía
inhalo la música de los colores
afirmo en cada si/no
estoy en la nada sin descubrir
el hombre la razón
la bestia
Este doble plano: realidad de la realidad mayor- reitera el núcleo generador de ritmo y tono del conjunto de poemas que es la suma del pensar y escribir de nuestro poeta: Pastor de Moya. Muestra está, a su forma y substancia, otra manera de ser en estas páginas que recogen en esta, en otra, la misma mirada del mundo y de las cosas, lo que abajo es, lo de arriba, también. Y al final, lo otro, que es la nada, la infinitud de ser que lucha, intensamente, en ser como sea desea y sueña.
el hombre corre entre la sombra
y la luz
hacia la fuente del sueño
el final de todo es el principio
Plano de claridad: la luz. Plano de oscuridad: sombra en un único plano: el ser humano. Y siempre los dos, gravitando sobre la ordinaria existencia.
Santo Domingo,
República Dominicana
Junio,2023