He sentido una entera alegría al leer los poemas que conforman: Arrebatos, de Homero Pumarol. Un libro que la memoria no olvida. Y dejo estas líneas apresuradas como testimonio de ese regocijo.
Papel en blanco
Estampida de horas por una ventana
Estruendo de aguacero en techo se zinc
Amor de dedos trepadores que se ahoga,
Abre sombras y chupa sonrisas.
Regresa el sueño al solitario,
Como al poema regresan las palabras.
La soledad siempre es imaginación.
Este poema es una redondez total. Una imagen dramática que se construye desde la presencia de estas tres palabras: solitario, el yo que poetisa, imaginación, la otra realidad que cohabita en la realidad misma y, la palabra, instrumento y sustancia a la vez. Así enfrenta el blancor del papel que es silencio y materia y grosor y circunstancia con la imaginación, que es sustancia, también. Pulso que habita en el cuerpo y en la otra realidad que pareja y simultánea es en esa realidad concreta que somos y que enmohece y seca, y se diluye en ese inevitable trajinar, en este mundo poblado por uno y por los otros, esos otros que, como el yo, el poético, de hueso, cartílagos y fluidos luchan en pugna en procura de un vivir heredado. En todo esto, la prosa de Homero Pumarol, a golpe de ojo y lápiz de trazos, procede de esa médula suya que se reitera como debe ser por ser poética: esto es visiones del mundo y de sí mismo que transita en unos recursos retóricos epocales ya asentados, como bien se advierte en la integridad de este poema que titula: Río, que reproducimos.
Río
Todo poema ríe,
Las palabras son sus dientes
Los lectores su alimento.
El arte del poeta consiste en distraer.
El lector acude ajeno al llamado
hambriento de belleza o de tragedia
El poema observa al lector
Como el oso observa a la trucha
Nadar graciosamente a favor o en contracorriente
Y en cualquier momento ñau.
Ese final del poema, la palabra ñau, pertinente y por tanto expresiva, sinónimo de atrapar, de engullir, de hacer, de concretar es inherente a este mundo suyo que es gesto de su poética.
La soledad siempre es imaginación y aquí anclamos en estas palabras: solitario (el yo creador), palabras (sustancia e instrumento trasmisor) e imaginación (el otro estado de las palabras).
Estos elementos, como esencia y columna del objecto a presentar, permanecen en los sentidos. Y el creador al despertar las palabras florecen en el poema, al decir de Huidobro.
En eso consiste toda poética- no importa el grado de vida que se tenga- en procurar los sentidos dormidos de las palabras, de todas las palabras, y en propiedad de ello, y muy en propiedad del poeta, colocarlas justo en su lugar de la cadena expresiva- el verso- y así construir la ambigüedad, necesaria condición para la iluminación, esto es la iluminación, el acto poético. Y acontece con Homero Pumarol que carga con una poética, su poética, desde bien temprano de la vida como persona, y en este libro suyo Alboroto, bien tuvo la certeza de dar cuenta de esa condición que le es propia desde que se enfrentó con plenitud de conciencia creadora con la palabra y con todas las palabras.
Hay en esta poética de Homero unos rasgos muy propios, esa ironía que resbala, ese humor que le asiste, y que se riega, y que se eleva, y esos toscos gestos expresivos que se articulan con la más pura realidad cotidiana y, además, ese recurso de transgresiones contantes, de vueltas y revueltas que le conforman ese ritmo, a veces cabalgante, que toca altura, y ese mismo ritmo deprimido que toca suelo forman caracteres sustanciales de su singular estilo.
En el primer poema de este libro Alboroto, que se titula Bajo sombras, advertimos lo siguiente: las voces, que son los decires de los personajes que van y vienen, se enciman unas de otras, se yuxtaponen, pelean, se detienen de pronto, se adelantan, también, sobre el espacio, cabalgan desarticuladas por las mismas gargantas que las producen y se invalidan y se hacen nada, y se hacen todas.
Finalmente, en estas notas, algo constitutivo de su poética que queremos subrayar: la rusticidad lingüística y ordinaria: propiedad de las cotidianidades que ya son propiedad en esta contemporaneidad que no sabemos qué es y hacia dónde vamos es gesto que le pertenece por la sistematización de su uso en sus poemas. En esta poética, representada por el pulso y las pertenencias, que son suyas, y en la medida de la aceptación propia, y que se vuelve propiedad del otro, constituye el asiento y el vuelo de su mundo tejido de palabras de solitaria actitud y de imaginación que se anidan en cada partícula de su ser. Y es aquí donde se reunifica lo que hemos subrayado en esta lengua que bien testimonia este poema titulado: Exquisito.
Exquisito
Descubrí la palabra ideal
Quitar el velo como si se tratara de un cadáver,
Siempre la anatomía de los muertos
Cuando se trata de palabras
Algo tan maravilloso y sublime como fluir de río,
Si te vas a quedar atrás, quédate atrás,
El único cadáver eres tú.