¿Qué historias hay tras este cuadro, quién era su autor, por qué pasó cuarenta y dos años en un hospital psiquiátrico? La respuesta es larga, alucinante y perturbadora.
Richard Dadd (1817-1886) fue un pintor inglés atraído por la temática mitológica y literaria. Sus obras se caracterizan por la meticulosa atención a los detalles y su estilo imaginativo. El interés por lo sobrenatural, propio de la época victoriana a la que pertenecía el artista, marca su obra de manera espectacular. De hecho, se le considera uno de los más importantes “pintores de hadas”.
Nació en agosto de 1817, en Inglaterra, hijo de un destacado farmacéutico. Desde muy joven mostró un especial talento para el dibujo y a los veinte años fue admitido en la Royal Academy of Arts, donde formó junto con otros compañeros de estudios, el grupo de pintura conocido como “The Clique” (La Pandilla).
En 1842 fue invitado por el abogado, político y coleccionista de libros Sir Thomas Phillips a acompañarlo en un viaje por Europa y el cercano Oriente: Grecia, Turquía, Palestina y Egipto, para ilustrar todo lo que vieran en el trayecto.
Todo iba bien, hasta su llegada a El Cairo. Allí tuvo una crisis nerviosa provocada, según algunas fuentes, por un terrible golpe de calor. Pero más tarde se supo que la causa fue un consumo excesivo de opio. Dadd estuvo fumando sin interrupciones durante cinco días y noches. Afirmó estar poseído por Osiris, dios egipcio de los muertos, que lo había elegido su mensajero y justiciero y a quien erigió un altar en su camarote.
Su compañero de viaje al ver su extraño comportamiento decide enviarlo de regreso a Londres, donde le diagnostican una enfermedad mental. Los médicos recomiendan internamiento psiquiátrico, pero su padre se rehúsa alegando que un buen descanso en casa y largos paseos al aire libre serán suficientes para restablecer su equilibrio.
En uno de estos paseos, el 28 de agosto de 1843, Richard Dadd mata a su padre a hachazos, convencido de que éste es un impostor, un enviado de Seth, dios del mal y de las tinieblas, culpable de la muerte de Osiris. Le corta la cabeza, desmiembra su cuerpo y esconde torpemente los restos. “Maté a quien yo siempre consideré un pariente, pero según la secreta advertencia que se me hizo, iba a convertirse en el artífice de la ruina de mi raza”, fue su explicación sobre el parricidio.
Luego de esto Dadd escapa a Francia, donde a los pocos días es detenido tras intentar degollar a un desconocido en un tren. Entre sus pertenencias encuentran una libreta con una larga lista de personas a las que debía matar, ya que eran emisarios del mal. El primero era su padre y entre otros nombres se encontraba el Papa León XIII y de Fernando I, emperador de Austria.
Trasladado a Inglaterra, fue recluido en el State Criminal Lunatic Asylum en Bethlem Hospital, una institución tristemente conocida por la crueldad del trato, y que lo largo de su historia tuvo entre sus pacientes a varios artistas reconocidos.
El doctor Charles Hood comentó sobre Dadd: “Puede ser un compañero muy sensato y agradable, y mostrar en una conversación una mente una vez bien educada e informada a fondo en todos los detalles de su profesión, en la que todavía brilla y probablemente se hubiese destacado por su excelencia si las circunstancias no se hubieran opuesto”.
Durante los cuarenta y dos años que pasó confinado entre paredes acolchadas Dadd dio por terminada su misión de enviado del dios Seth y se volcó a la pintura de manera obsesiva. Alcanzó su madurez artística y produjo obras extraordinarias, misteriosas y perturbadoras, habitadas por hadas, duendes, elfos, gnomos y divinidades celtas, fruto de sus alucinaciones.
Pero sin dudas la más memorable de sus creaciones fue el pequeño óleo El golpe maestro del duende leñador (54 x 39 cm), expuesto actualmente en la colección permanente de la Galería Tate Britain.
La enmarañada composición presenta un alucinante jardín atiborrado de extraños personajes, frutos, flores, ramas y semillas pintados con detallismo microscópico.
Los criaturas están bajo un hechizo mágico, expectantes: un par de voluptuosas hadas se entregan a un sátiro, las libélulas tocan la trompeta, un anciano colérico observa la escena y diminutos centauros recorren el espacio. La exuberante vegetación, enfocada al ras del suelo, como si fuera vista por una hormiga, dificulta el recuento de todo el elenco.
El centro de ese pululante e inquietante espacio está ocupado por la imagen del leñador, un personaje del folclore británico, de espaldas, a punto de dar un golpe a una gigante avellana. Es la figura clave, el único personaje real, tal vez el mismo Dadd. Se cree que la pintura representa la lucha interna del autor con la enfermedad mental y refleja el conflicto entre la creatividad y la locura. De hecho, Dadd escribió un largo y confuso poema donde intentaba explicar el sentido del cuadro.
La obra no ha dejado de atraer la atención hasta la actualidad. Entre sus interpretaciones modernas se destaca la de Freddie Mercury, el líder del grupo británico Queen, quien compuso una canción homónima en la que busca traducir la complejidad del cuadro al lenguaje musical.
El escritor mexicano Octavio Paz también analizó el cuadro en su ensayo El mono gramático: “Aunque no sabemos qué esconde la avellana, adivinamos que, si el hacha la parte en dos, todo habrá cambiado: la vida volvería a fluir y se habrá roto el maleficio que petrifica a los habitantes del cuadro. La locura de Dadd hubiera desaparecido o por lo menos hubiera recobrado la libertad. Pero eso no ocurre: el hacha nunca cae”.
Dadd estuvo trabajando obsesivamente en esta obra a lo largo de casi 10 años y tuvo que dejarla inconclusa, junto con la mayoría de sus cuadros, al ser trasladado al manicomio de Broadmoor. Vivió veintiún años más entre cuatro paredes en su nuevo alojamiento, hasta que el 8 de enero de 1886 el hacha finalmente bajó.