Él piensa que, al contar la historia, el novelista puede llegar a territorios donde no puede llegar el historiador. Piensa también que, bien hecha, la novela histórica puede ser un gran instrumento para divulgar la Historia y hacerla llegar a un público mayor.

En el caso de El manuscrito de aire (Espasa 2019), que cuenta la historia de Higuemota, la hija de Anacaona y Caonabo que sobrevivió a la matanza de Jaragua, fue imprescindible acudir a las licencias de la literatura.

Con una novela en la que se escuchan las resonancias del tiempo, Luis García Jambrina (Zamora, España, 1960) recrea la atmósfera que se vivía en la isla La Española -o Ayití, o Quisqueya, o de Santo Domingo- mientras eran exterminadas las poblaciones aborígenes bajo el peso de los abusos, los trabajos forzados y las enfermedades que trajeron consigo los conquistadores.

“El principal escollo que encontré -dice el autor- fue la falta de referencias y de información, pues apenas se habla de ella en las crónicas y demás testimonios. Por otra parte, es un personaje que no ha interesado ni a historiadores ni a novelistas. Así que, en algunos momentos, he tenido que echar mano de la imaginación.”

La obra es una de seis novelas que conforman la serie histórica de los Manuscritos en las que el personaje principal es Fernando de Rojas, el discreto autor de La celestina, un hombre de su tiempo que era converso, que escribió un clásico de la literatura y que, tras la publicación de su obra, quedó sepultado en un silencio casi total.

El manuscrito de aire tiene el olor del tiempo y las mágicas resonancias que le da la ficción a la historia. En él sopla la brisa y se escuchan los gritos de dolor de un tiempo en que la vida se tambaleaba entre dos mundos.

“Higuemota -sostiene Luis García Jambrina- representa la memoria del pueblo taíno cuando este ya está a punto de desaparecer en la isla”.

Y agrega: “El trasfondo de la novela es la rápida extinción de los taínos de la isla, que en unas pocas décadas pasan de unos quinientos mil a unos centenares, hasta desaparecer casi por completo, junto a su lengua, su cultura, sus costumbres y su sistema de creencias.”

Para hacer posible su historia, Jambrina vino dos veces a la República Dominicana, accedió a las fuentes documentales de la Academia Dominicana de la Historia y se reunió con un elenco de historiadores, periodistas e intelectuales, entre estos estos Marcio Veloz Maggiolo, Carlos Esteban Deive, Frank Moya Pons, Manuel García Arévalo, Jorge Tena, José Alcántara, Xiomarita Pérez, Thimo Pimentel y Chrstian Martínez.

Habló, además, con Rafael García Bidó, autor de Voces de bohío. Vocabulario de la cultura taína, y Yaniris López, periodista que conoce muchos de los misterios que guardan los caminos.

“También -cuenta- hice un pequeño recorrido por el caudaloso río Ozama, el inquietante escenario de una parte importante de mi novela, en la que he querido rendir homenaje a El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, y a la adaptación que de ella hizo Francis Ford Coppola en Apocalypse Now.”

Con descripciones rotundas y una narración que camina con el viento, El manuscrito de aire reinventa a Higuemota y, con las licencias de la literatura, pone en su camino al autor de La celestina y construye una historia de amor, violencia, esperanza y dolor en una isla herida de muerte por la historia.

La serie de los Manuscritos a la que pertenece esta historia es una aventura de la imaginación y, según su autor, “un homenaje a esa gran figura (Fernando de Rojas) y a su gran obra La celestina, pero también a la literatura clásica española y a la ciudad de Salamanca y su centenaria universidad.”

La saga la completan El manuscrito de fuego (Espasa, 2018; Booket, 2019), El manuscrito de barro (Espasa, 2021), El manuscrito de niebla (Espasa, 2022), El manuscrito de piedra (Alfaguara, 2008; Ediciones B, 2014; Booket, 2021), y El manuscrito de nieve (Alfaguara, 2010; Ediciones B, 2015).

¿Cómo llegó usted a Higuemota y qué le sedujo tanto para convertirla en literatura?

Higuemota es una mujer muy peculiar, pues se casó con un español, Hernando de Guevara, y para ello tuvo que bautizarse; eso hizo que viviera entre dos mundos, el taíno y el cristiano. También era hija de Caonabó, que fue uno de los primeros caciques en enfrentarse a los españoles. De alguna manera, Higuemota representa la memoria del pueblo taíno cuando este ya está a punto de desaparecer en la isla. Al igual que su madre, Higuemota odia y admira a partes iguales a los españoles. Por otra parte, hay que decir que las taínas tenían más peso e importancia en su sociedad que las españolas en la suya.

¿Cómo fue el proceso de investigación y preparación de la novela?

Estuve con el historiador Jorge Tena en la Academia de la Historia, consultando libros, documentos y mapas. Asimismo, visité a los escritores Marcio Veloz Maggiolo y Carlos Esteban Deive, que me acogieron en su casa y conversaron conmigo durante horas, a pesar de sus achaques. Por supuesto, leí las crónicas, cartas y relaciones de fray Ramón Pané, Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo y tantos otros. Asimismo, consulté algunas dudas por teléfono o email con Frank Moya Pons, Manuel García Arévalo o Rafael García Bidó.

¿Y qué confiabilidad puede haber en los Cronistas de Indias como fuente de información histórica, si ellos eran las bocinas de la Corona?

La mayor parte de las crónicas hay que leerlas entre líneas, pues son versiones interesadas de unos hechos. Pretenden ser la verdad histórica, pero falsean totalmente la realidad.

¿Usted visitó los escenarios de las historias que cuenta o fue resultado de la imaginación del novelista?

Viajé dos veces a Santo Domingo durante el año 2018 con el fin de conocer los escenarios de primera mano, o lo que quedaba de ellos, así como recabar información sobre la isla y sus pobladores a comienzos del siglo XVI. Gracias a la generosidad de la periodista de viajes Yaniris López, a la que conocí a través de Andrés Neuman, pude visitar algunos manglares, que tomé luego como referencia para mi novela.

También hice un pequeño recorrido por el caudaloso río Ozama, el inquietante escenario de una parte importante de mi novela, en la que he querido rendir homenaje a El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, y a la adaptación que de ella hizo Francis Ford Coppola en Apocalypse Now. Por último, con el escritor José Alcántara visité varios lugares de interés.

¿Qué escollos encontró en sus indagaciones y qué retos debió enfrentar en ese sentido?

El principal escollo que encontré, claro está, fue la falta de referencias y de información, pues apenas se habla de ella en las crónicas y demás testimonios. Por otra parte, es un personaje que no ha interesado ni a historiadores ni a novelistas. Así que, en algunos momentos, he tenido que echar mano de la imaginación.

¿Qué recursos utilizó para recrear el espíritu de la época y la atmósfera de aquellos días?

Aparte de los numerosos libros que consulté y de los historiadores y escritores con los que hablé sobre el tema, debo mencionar también a la folclorista Xiomarita Pérez, que me abrió las puertas de su biblioteca y me invitó a degustar la comida criolla, en la que no faltaron las tortas de pan de yuca, que era el alimento básico del pueblo taíno, y alguna que otra bebida embriagante de origen ancestral.

También visité el taller del artista Thimo Pimentel, gran conocedor de la cerámica y la cultura de los taínos, a los que él prefiere llamar arahuacos. Para poder seguir charlando, al día siguiente me invitó a desayunar con él, con su esposa y con Christian Martínez, director del Museo del Hombre Dominicano, que no pude ver por estar entonces cerrado.

¿Qué otro apoyo tuvo en la República Dominicana?

Además de las personas ya mencionadas, debo dar las gracias públicamente a la Fundación cultural del conocido empresario dominicano de origen español Pepín Corripio. Gracias a su generosa invitación, pude recorrer varias veces la Ciudad Colonial y otros lugares de Santo Domingo, como la Academia de la Historia y la Universidad y hablar con diversos escritores e historiadores.

La isla me cautivó de tal manera que volví a ella acompañando al rector de la Universidad de Salamanca, Ricardo Rivero, para impartir una conferencia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, con motivo de la firma de un convenio de doctorado entre las dos universidades.

Para trabajar el personaje de Higuemota tuvo que indagar sobre la cacica Anacaona, que era su madre ¿Qué opinión se formó usted de la cacica?

Me parece un personaje fascinante. Todo un símbolo, un mito, un ícono de la resistencia de los taínos frente a los españoles. Es una heroína que sufrió un destino trágico. Un personaje realmente seductor.

¿Emocionalmente y humanamente, qué fue lo que más le llegó de la cultura taína, y qué aprendió de la vida de aquellos días?

Yo he intentado mostrar los primeros años de la conquista y colonización del Nuevo Mundo tras la llegada de Colón a la isla, la explotación y el maltrato al que fueron sometidos los taínos por parte de los españoles merced a las llamadas encomiendas, la labor de los frailes dominicos en defensa de estos y en contra de los encomenderos, la responsabilidad del rey y sus allegados en lo que allí sucedía, el encuentro o el encontronazo de dos culturas muy diferentes, la fascinación que debieron de sentir los recién llegados por una naturaleza tan extraña y exuberante y, por último, el nacimiento y desarrollo de la primera ciudad fundada por los españoles que llegaría hasta nuestros días.

¿Para usted, cuáles son los momentos cumbres de la novela, es decir, aquellos en los que quedó más satisfecho y tuvo los mejores resultados?

Uno de los momentos que más me satisfacen, sin dejarme del todo satisfecho, es el viaje, aguas arriba, por el río Ozama y el encuentro con el encomendero Lope de la Cruz; disfruté mucho escribiendo ese pasaje.

¿Cómo ha tratado la literatura española el exterminio de los aborígenes y cómo les contaron en la escuela, a usted y a su generación, la Conquista de América y el exterminio de los aborígenes del Caribe?

Es un tema que en España por desgracia no ha generado demasiada literatura, o no tanta como sería esperable. En la época en la que yo iba a la escuela, de estas cosas no se hablaba.

Solo se hablaba de la evangelización de los indígenas y de lo bien que se había hecho todo. Nunca se mencionaba la obra de Bartolomé de las Casas.

Muchos españoles -menos el filósofo Ramón Andrés- piensan que hay una leyenda negra para opacar las glorias de España con relación al proceso de conquista. ¿Cuál es su opinión?

Yo pienso que lo malo de la leyenda negra es que no es una leyenda, sino una amarga realidad. Por supuesto que Bartolomé de las Casas exageraba en algunos momentos, pero la mayor parte de lo que contaba era cierta.

Ahora hay muchos novelistas e historiadores que están tratando de blanquear esa leyenda, pero yo mantengo una posición contraria. Debemos conocer la verdad de lo que allí ocurrió. Eso es lo que he intentado yo en mi novela.

La novela es una propuesta estética y conceptual, que tiene la ventaja de la imaginación y la flexibilidad de la ficción. ¿La novela tiene derecho a enjuiciar a los conquistadores?

Las novelas no juzgan; solo narran y plantean situaciones y dilemas morales. Y luego el lector saca sus propias conclusiones. 

¿Hay más sombras que luces en la historia de la conquista de América?

De algunas sombras ya hemos hablado. Pero también hubo algunas luces, representadas por aquellos primeros dominicos que viajaron a La Española y enseguida se convirtieron en grandes defensores de los indios.

Entre ellos destacan fray Pedro de Córdoba (1482-1521), vicario de los dominicos en La Española; fray Antón de Montesinos (1475-1540), predicador de gran elocuencia. Completa el trío, el más conocido de ellos, el futuro dominico fray Bartolomé de las Casas (c. 1474-1566), encomendero antes que fraile, de quien se relata su llegada a la isla procedente de Cuba.

En 1515 todavía no ha escrito su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, una muy dura denuncia sobre los excesos de la colonización española.

En el famoso sermón de Adviento, pronunciado por fray Antón de Montesinos en Santo Domingo el 21 de diciembre de 1511, está la base de lo que, siglos después, serían los derechos humanos.

Lo que ocurrió se resume, en mi opinión, en una frase del escritor cubano Roberto Fernández Retamar que yo cito al final de mi novela: “Todas las conquistas han tenido sus horrores; lo que no han tenido las otras son hombres como fray Antón de Montesinos, fray Pedro de Córdoba, fray Bartolomé de las Casas…” El manuscrito de aire trata precisamente de eso. En ella se muestran, por un lado, los horrores y, por otro, la gran labor de esos frailes dominicos en la isla de La Española.

 ¿A fin de cuentas, los conquistadores fueron héroes o villanos?

Digamos que muchos de ellos fueron una mezcla de héroes y villanos. Hay mucha épica y mucha aventura en sus hechos, pero también muchos aspectos deleznables y reprobables, y no solo desde una perspectiva actual.

Según su personaje Lope de la Cruz, el rey Fernando el Católico era ingrato, codicioso, indolente ante el dolor humano, de los indios principalmente, irresponsable, mujeriego, licencioso, cuernero, hipócrita, soberbio y ambicioso. ¿Cuál es la ponderación suya -no de la ficción- de aquel monarca y de su tiempo?

Fernando el Católico era eso y muchas cosas más. De las Indias Occidentales lo único que le interesaba era el oro, costara lo que costara conseguirlo.

El precio lo pagaron los pueblos nativos. Era un personaje maquiavélico; no en vano fue el referente de Maquiavelo cuando escribe El príncipe; por algo sería.

¿La historia está en deuda con los primeros habitantes de estas islas?

Creo que sí. Todavía hay mucho que investigar y mucho que contar para hacerles algo de justicia. Lo que ocurrió ya no se puede cambiar, pero nuestra obligación es tratar de conocer la verdad y difundirla.

¿El extermino de los indios de La Hispaniola puede considerarse uno de los grandes genocidios de la historia?

La palabra genocidio no tiene ningún sentido en la llamada conquista y colonización del Nuevo Mundo. Los españoles no tenían intención de acabar con los indios por el hecho de ser indios; de hecho, acabar con ellos iba en contra de sus intereses, ya que eran la única riqueza que les brindaba La Española, pues el oro había que extraerlo y las haciendas trabajarlas y para eso utilizaban a los taínos.

Los taínos murieron a causa de la explotación, el desarraigo y el maltrato a los que fueron sometidos, lo que hacía que las enfermedades que llevaron los españoles se cebaran en ellos. Por tanto, yo no lo llamaría genocidio, sino brutal explotación y esclavización de todo un pueblo para satisfacer la codicia de los colonizadores; eso es lo que lleva a la extinción de los taínos de La Española en unas pocas décadas.

No es que quisieran acabar directamente con ellos; es que los someten a tales condiciones de trabajo y explotación que los acaban destruyendo. Y eso es precisamente lo que denuncian Bartolomé de las Casas y los frailes dominicos que allí estaban.

LOS MANUSCRITOS DE FERNANDO DE ROJAS

¿Qué elementos de la biografía de Fernando de Rojas le resultaron más seductores y por qué lo situó en el centro de la saga de los Manuscritos?

Lo que más me sedujo es que apenas sabemos nada de él. Su vida está llena de misterios y enigmas. También me atrajo su condición de converso, lo que lo hace ambiguo y desgarrado; su espíritu crítico y su conocimiento del ser humano.

Después de concluir La Celestina (1499), Fernando de Rojas no vuelve a escribir nada que no sean cartas, informes de sus pesquisas o documentos relacionados con su trabajo como jurista.

La serie de los Manuscritos es, de muchas maneras, un homenaje al arte de contar historias y, ante todo, al autor de La celestina y a la literatura clásica española, esa que escribió su nombre en el libro de oro de la literatura universal.

¿Cómo era Fernando de Rojas en la realidad real?

No lo sabemos. En las últimas décadas de su vida fue una persona muy discreta, probablemente porque no quería llamar la atención, dada su condición de converso.

Con los años amasa una modesta fortuna de la que nunca presume para no suscitar la envidia de sus vecinos ni llamar la atención del Santo Oficio. Su condición de converso y su carácter un tanto heterodoxo bastan para ponerlo en la diana de la Inquisición.

¿Pueden leerse sus Manuscritos como un homenaje a De Rojas y a su Celestina?

Son, por supuesto, un homenaje a esa gran figura y a su gran obra, pero también a la literatura clásica española y a la ciudad de Salamanca y su centenaria universidad.

¿Qué elementos de La Celestina le ayudaron a definir personajes para los personajes de los Manuscritos?

Yo soy de los que creen que, a lo largo de la Historia, solo cambian los ropajes y las tecnologías; el ser humano es siempre el mismo. En el fondo, nos mueven los mismos miedos, deseos y pasiones que hace miles de años.

Nos interesa la Historia para conocer mejor nuestro presente y, si algo nos enseña la Historia, es que esta se repite una y otra vez. De ahí que sea fácil establecer paralelismos entre el pasado narrado en mis novelas y el presente que nos toca vivir.

La Celestina nos muestra un gran conocimiento de las grandezas y debilidades del ser humano de ayer y de hoy; de ahí que haya servido de inspiración para mi libro.

La palabra manuscrito es hermosa y tiene la resonancia del romanticismo y la nostalgia de las viejas maneras de escribir. ¿Usted tuvo alguna razón en particular para usarla en la titulación de su serie?

Me gustan mucho las resonancias de esta palabra. Mis novelas, por otra parte, son un homenaje a la literatura, a la escritura y al libro, a la tradición literaria, a la cultura…

La idea me surgió cuando escribía El manuscrito de piedra, cuyo título surgió de forma espontánea; me pareció sugerente y tenía un sentido simbólico que luego se vio justificado en la trama.

Y eso me dio la pauta para escribir una serie de novelas con ese mismo título, completado por alguno de los famosos cuatro elementos, que vienen de la Antigüedad y que nos hablan un poco de aquel mundo entre medieval y renacentista en el que se mueve el protagonista.

Las seis novelas pueden leerse, eso sí, de manera independiente y sin seguir la cronología, pero los títulos les dan un sentido, una atmósfera y una unidad.

LA NOVELA HISTORICA Y SUS “OBLIGACIONES”

¿Cuál es el beneficio de contar la historia en novelas?

Que el novelista puede llegar allá donde no puede llegar el historiador, y eso le da una tremenda ventaja. Bien hecha, la novela histórica puede ser un gran instrumento para divulgar la Historia entre un público amplio. Yo soy de los que piensan que las novelas históricas deben entretener, emocionar y enseñar.

¿Qué obligaciones tiene que cumplir la novela histórica en una narración histórica, y de qué riesgos y seducciones debe cuidarse al hacerlo? 

El manuscrito de aire es una novela en la que se mezclan lo histórico, la intriga detectivesca, la aventura y el romance amoroso. En ella trato de mostrar las dos caras de la conquista y colonización de La Española en 1515; por un lado, el maltrato al que los encomenderos españoles sometieron a los indios taínos y, por otro, la gran labor de los frailes dominicos que fueron a la isla en favor de los nativos.

Para ello me inspiré en las crónicas de Indias que hablan de esos primeros años de la conquista y colonización del Nuevo Mundo. La novela está muy documentada; así que hay mucho de realidad.

Pero también mucho de ficción, pues se trata de una novela. Yo suelo decir que, si quieres inventar, documéntate. Es muy importante el rigor y saber dosificar la información, no abusar de ella.