Una de las competencias que merecen ser construidas en nuestros estudiantes, y por igual, en toda la población, es la capacidad de discernir, hacerse preguntas y el sano escepticismo.
Somos un país irracionalmente crédulo.
Parte de esa mentalidad irracional es la propensión al pensamiento mágico. La proliferación de bancas de apuestas valida esa aserción.
El conceder a pícaros analfabetas los poderes que se autoatribuyen, por igual.
A cada rato aparecen querellantes porque cayeron en la estafa de que unos supuestos brujos les prometieron convertir billetes de RD$50 pesos en billetes de RD$2,000 pesos y se fugaron con la cantidad de dinero que les fue entregada.
Y qué decir de los que en Santiago entregaron millones de pesos a una jovencita dada al engaño, Sara Rodríguez, que embaucaba hablando de bitcoins y trading, prometiendo retornos fabulosos sin esfuerzo, o de Wilkin García Guerrero, alias Mantequilla, en Monte Plata, que presumía de ser el Einsteín de las finanzas, orondo y pagado de sí mismo, desafiando a la misma Superintendencia de Bancos (de chepa no prometió, como lo hizo Rafael Caro Quintero en México y Carlos Lehder en Colombia, pagar la deuda externa del país, si lo dejaban obrar a su antojo) o el seudo pastor Jairo González, de Los Alcarrizos, que hizo de la estafa su ministerio y le dio un tumbe a sus feligreses.
Vivimos tiempos que desafían nuestro buen juicio y toda información merece ser evaluada, contrastada, validada y revisada antes de tomarla como oro de ley.
Ni Juan Luis se salva
Una de las figuras más queridas y valoradas en República Dominicana es Juan Luis Guerra.
Hace poco, circuló en Facebook un video en que, aplicando inteligencia artificial y con un software de homologación de voz, ponían a Juan Luis a anunciar que había invertido en una supuesta compañía de petróleo.
La meta del anuncio era el phishing, el robo de datos.
Igual han hecho con distintos medios y con personalidades.
Y hasta con instituciones públicas.
Por ejemplo, anuncian unos “cursos gratuitos” del Ministerio de Educación de la Rep. Dominicana, MINERD, con el mismo propósito, hacer phishing.
He alertado, siempre que he podido, a las instituciones, personalidades y compañías, del uso delictuoso que están dando a su imagen y nombre. Por igual, suelo denunciar por fraudulento estos casos ante el medio, Facebook, que suele ser el más empleado por los estafadores.
Y en la pasada campaña electoral parece que se aplicaron esos recursos para buscar confundir y manipular la intención de votos.
Eso va a empeorar.
Las tecnologías se harán más eficientes, al grado de que separar lo real de lo imaginario será un desafío mayor.
La web Politifact juzgó que más del 70% de las declaraciones electorales de Donald Trump en el 2016 eran mayoritariamente falsas o grandes mentiras. Y con ese tipo de ruido venció a Hillary Clinton.
Para muchos políticos locales Trump es un modelo. Y el empleo de la falsedad, la distorsión e incluso de la calumnia conveniente y oportunamente lanzada a rodar será algo común en nuestros predios.
Hugo Pardo Kulinski expresa en su ensayo, La microfísica de la postverdad, que en comunicación política se sabe, desde siempre que, entre racionalidad y emoción, es la emoción la que predomina, y para construir una base electoral o una idea política son útiles la manipulación, las medias verdades o las mentiras estratégicas.
Y, a fin de cuentas, cuando un candidato y un partido se imponen en base a malas artes, toda la población, los que no votaron y se abstuvieron, los que votaron en contra y los que votaron engañados, todos, padecerán las consecuencias de esa elección.
Hay que entrenar a nuestra población para que aprenda a discernir, definitivamente.
Los atletas de la postverdad
El término Postverdad se refiere, según Darío Villanueva, director de la Real Academia Española, RAE, como aquella información o aseveración que
apela a las emociones, creencias o deseos del público en lugar de a hechos objetivos.
En esencia, hablamos de un fraude en que decimos lo que el otro quiere oir, porque encaja en sus creencias, prejuicios y deseos, por lo que está predispuesto a validarlo, amplificarlo, compartirlo y endosarlo.
Y ya hemos tenido presidentes de la postverdad. Donald Trump, que la emplea adrede y sin ningún tipo de escrúpulos, es el paradigma.
La falsificación profunda (deep fake), apoyándose en el uso y abuso de algoritmos RGA (red generativa antagónica), emplea videos e imágenes reales para adulterarlos y engañarnos por la apariencia de autenticidad. Ya incluso pueden generarse rostros de apariencia real.
Únale a esa tecnología la de los softwares clonadores de voz y tenemos la posibilidad de poner a hacer y decir a cualquier persona la barbaridad que nos dé la gana y divulgarla por las redes sociales de forma que se cree una predisposición emocional basada en una mentira y con el concurso de una gran cantidad de cómplices anónimos que se prestaron a compartir y avalar esa calumnia simplemente porque se correspondía con sus gustos, creencias e intereses.
El tema es este: ¿cómo preservaremos la capacidad de elección de nuestra población si no la preparamos para discernir y verificar la basura mediática a la que están expuestas vía las redes sociales?
Es claro que no basta con que se implementen mecanismos de filtraje y penalización desde el Estado.
El poder tiene que transferirse a los ciudadanos y es el poder de discernimiento, evaluación y validación.
Hay que enseñar a pensar y a discernir a nuestros ciudadanos, porque separar la paja del grano será cada día más difícil y, por igual, más crítico para la toma de decisiones.
Es tiempo de incluir pensamiento crítico en nuestro currículo
Damos la capacidad de pensar cómo inherente y dada, pero no es así. La tenemos de manera potencial, pero el pensamiento espontáneo, empírico, silvestre, está plagado de heurísticas y debilidades que nos llevan a decisiones desacertadas y desastrosas.
Los periódicos a diario nos traen las consecuencias de la carencia de pensar de manera eficiente, en forma de todo tipo de tragedias y pérdidas.
Enseñar a pensar, algo que debe acometerse desde el primer nivel o antes, enseñando al niño a discernir, evaluar, para que aprenda a desarrollar un criterio y someter sus propias conclusiones a juicio crítico, aprender de sus errores y de los errores ajenos, es algo que no se enseña en nuestras escuelas, colegios ni universidades.
De ahí esa propensión tan expandida en el país de creer fábulas y timos.
Hubo abogados, fiscales y jueces, en una profesión tan proclive a pensar de manera escéptica, que fueron estafados por Andre Feitosa y el esquema de fraude Money Free, y en muchos otros de los esquemas fraudulentos que proliferaron en nuestro país, de los que todavía hay varios en operación y sin que sus prohijadores hayan sido sometidos.
¿Por qué importa?
La toma de decisión es algo que todos hacemos a diario.
Muchas de las decisiones que tomamos se basan en hábitos e imitación, proceden de nuestra cultura y sus supuestos, que nunca hemos sometido a discriminación.
Otras proceden de nuestra propia consideración, sin que nos hayan provisto de un herramental adecuado para evaluar opciones y seleccionar la más apropiada. Actuamos, por lo general, de manera impulsiva y basada en juicios espontáneos.
Ahora bien, toda decisión no solo impacta nuestra propia conducta, sino que tiene un efecto social y puede impactar, positiva o negativamente, otras vidas e intereses.
Cada accidente de tránsito fue ocasionado por un conductor que hizo una evaluación alegre de sus posibilidades y tomó una decisión. Él no pensó accidentarse, pero tampoco pensó en absoluto, simplemente actuó de manera espontánea en base a una percepción conveniente a lo que querría que aconteciera.
¿No será que nos convendría que el ciudadano que tiene el control el guía en los vehículos que nos circundan poseyera una capacidad de discernir y tomar decisiones más eficiente y racional que su juicio espontáneo y silvestre?
Urge que en nuestras escuelas, colegios y universidades se eduquen y adiestren los cerebros en habilidades de pensamiento crítico y creativo, de manera que puedan tomar mejores decisiones, evaluar las opciones y discernir y cribar la información para separar la información falsa de la auténtica.
Ministerio para el Desarrollo de la Inteligencia, en Venezuela
En 1979, durante el gobierno de Luis Herrera Campins, en Venezuela se puso en marcha el Proyecto Inteligencia. Luis Alberto Machado, abogado y político venezolano, que en 1975 había publicado el libro La revolución de la inteligencia, y en 1979 El derecho a ser inteligente, fue puesto al frente del Ministerio para el Desarrollo de la Inteligencia. Esa iniciativa se orientó a diseñar métodos y materiales para enseñar habilidades de pensamiento durante el periodo de enseñanza secundaria y que se apoyó en autores de la Universidad de Harvard y otros.
El programa se organizó en seis lecciones, cada lección con una serie de unidades:
Uno: Fundamentos del razonamiento
Dos: Comprensión del lenguaje
Tres: Razonamiento oral
Cuatro: Solución de problemas
Cinco: Toma de decisiones
Seis: Pensamiento creativo
Este programa se impartió en 1981/82 como experiencia piloto y luego en 1982/83. Luego, para desgracia de los venezolanos, lo abandonaron. En la presidencia de Jaime Lusinchi desmantelaron el Ministerio y echaron al zafacón sus aportes. Todos conocemos las consecuencias.
El método CoRT de Edward de Bono
A comienzos de la década de los años ´90 del siglo 20 tuve mi primer encuentro con Edward de Bono, el médico, filósofo y entrenador e instructor en el tema del pensamiento, a quien perdimos lamentablemente en el 2021.
Que yo sepa, solo en la Universidad APEC hubo un acercamiento a los métodos de De Bono, cuyos libros impactaron el mundo occidental y aportaron herramientas para pensar con eficiencia y una actitud flexible, abierta e indagadora. Yo, particularmente, le debo demasiado. De nadie he aprendido más en términos de pensar con eficiencia.
Precisamente, a propósito del Ministerio para el Desarrollo de la Inteligencia que se intentó en Venezuela, la editorial venezolana Monte Ávila editó en español un libro clave de De Bono, El mecanismo de la mente, de 1969 y publicado por Monte Ávila en 1971, donde De Bono mostraba cómo la mente operaba como un sistema autoorganizado y definía los cuatro tipos básicos de pensamiento que han servido de base para el trabajo de su vida, a saber, "pensamiento natural", "pensamiento lógico", "pensamiento matemático", " y "pensamiento lateral".
También introdujo uno de sus más valiosos recursos o herramientas: el concepto PO o posibilidad, clave para el pensamiento lateral o creativo.
Para las escuelas, De Bono creó un sistema para enseñar a pensar a los niños desde la infancia: el CoRT.
El método CoRT fue desarrollado en 1981 por el Dr. De Bono proviene de Cognitive Research Trust o Investigación cognitiva confiable.
El método CoRT entrena a los estudiantes a:
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Buscar puntos más y puntos menos.
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Considerar todos los factores, CAF
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Predecir y anticipar consecuencias
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Aclarar metas y objetivos
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Evaluar prioridades
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Tener en cuenta la opinión de otras personas
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Examinar ambos lados, EBS
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Acuerdo, Desacuerdo e Irrelevancia, ADI
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¿Sí? ¿No? ¿Correo?
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Peldaños o pasos
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Entrada aleatoria
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Desafío conceptual
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Idea dominante
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Definir el problema
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Eliminación de fallas
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Combinaciones
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Requisitos
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Evaluación
El propósito de CoRT es habituar a los estudiantes a aplicar una serie de herramientas mentales orientadas a la toma de decisión y a la resolución de problemas, que busca:
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Reconocer la situación
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Analizarla, descomponerla en sus partes
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Comparar, buscar similitudes y diferencias
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Seleccionar entre posibilidades lógicas
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Encontrar otras maneras, buscar alternativas
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Comenzar, organizando un plan cronológico para atacar el problema
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Organizar, ¿quién debe hacer qué tareas? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?
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Enfoque, que todo el mundo entienda los objetivos y los enfoques
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Consolidación periódica de los avances y adecuación de los planes
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Concluir, llegar a un término, cerrar un ciclo.
Imaginen enseñar en nuestras escuelas, desde el kindergarden, estas competencias. Formar a nuestros niños, preadolescentes, adolescentes y jóvenes a discernir, discriminar, analizar de forma eficiente, centrada y productiva, para tomar decisiones informadas y sensatas.
Y alertas frente a los manifiestos o disimulados esfuerzos por engañarlos, embaucarlos y manipularlos.
Eso es clave para no terminar con un candidato manchuriano, un individuo seleccionado por su imagen, carisma y atractivo, que nos lo vendan, apelando a nuestros prejuicios, gustos y afinidades, para controlar el poder político y desde allí aplicar una agenda ajena a nuestros intereses, con nuestra colaboración inconsciente.