Desde mi infinita existencia apegada a moldes y esquemas de vida heredados desde el vientre de mi madre, vivo para complacer y nunca nadie me celebra, porque todos quieren más de lo que ofreces en un mundo en que hasta los afectos y el dolor compiten por ser “el mejor”. Jorge Pineda desde su interioridad y su intimidad nos da mucho y yo estoy más que satisfecho y no te exijo más de lo que has dado esa noche en el Centro León, y nos seguirá dando, porque cada entrega de tu majestuosidad artística es un regalo, un placentero amanecer de bondades estéticas y conceptuales que nos trasladan a sus mundos y sus formas gráficas, como un gran regalo del infinito ser que eres.
El Centro León nos regala esa oportunidad de dialogar con su obra, con su ser, con su interior y con sus miradas del yo, del otro y de nosotros como sociedad y como entes vivos y muertos en un mundo cargado de pesares y deudas que solo el arte nos ayuda a distribuir su peso, como esta magnífica exposición Happy, ensayos sobre la obra de Jorge Pineda, que nos acompañará desde este fin de año de incertidumbres y dudas, hasta mediado del próximo, cargado de esperanzas y miedo a la vez.
Que suerte contar en estas soledades del mundo, con tu compañía Jorge, a través de tu obra que habla sola, nos habla y nos hace dialogar contigo y con el otro. Que trascendente es tenerte tan cerca a través de tus garabatos de carbón, tus excluidos sociales sin cabeza, acompañados de un afro, de enredos sociales, que no son más que los prejuicios que nos agobian, me gusta esa retórica estética para criticarnos, encontrarnos en nuestros débiles momentos y frágiles fundamentaciones, donde el ser pierde su propiedad y se hace prisionero de inválidos argumentos, pero tu obra artística se queda, como bien nos muestran los 90 trabajos tuyos de la sala del Centro León y sus demás espacios que nos ayudan a meditar, no solo a contemplar tu fuerza expresiva.
Happy, más que un regalo de navidad, es un tesoro que se guarda hasta la eternidad con sigiloso cuidado, porque tu obra es una narrativa del invisibilizado socialmente, una inclinación y una invitación a pensarlo, representarlo en tus cuadros y a compartirlo con tu público para sabernos cuán pequeños somos ante tantas cosas hermosas que, desde tu narrativa estética nos cuentas y nos ponen a pensar con alegría que finalmente somos más gigantes, que el discurso, somos más humanos que los infravalores que nos acompañan.
Felicito la muestra, que recorre esa trayectoria de éxito que también te ha acompañado y nos deja la gran sensación de la magnífica calidad artística, conceptual, humana y de rigor estético que se acomoda a tu lado como parte de ti y de nosotros, que la reconocemos en su justa dimensión y por supuesto, del Programa del Centro León que auspicia tu célebre exposición, Grandes Maestros del Arte Dominicano, era justo ese lugar al que corresponde tu exposición y merecido homenaje.
Tu trayectoria está plasmada en tu crecimiento profesional, en la presencia de tu obra en distintos espacios de nombrado reconocimiento internacionales, en tus premios, tu bondad y calidad humana, tu bonhomía, y tu siempre bien acogedora sonrisa y salutación; a pesar de tu grandeza artística, te hiciste acompañar de la humildad que todo grande debe tener a su lado.
Me satisfizo verte, me complació el manejo profesional del montaje y la calidad de la muestra trabajada con mano de seda por el equipo profesional donde Sara Hermann fue cabeza en una institución que eleva la dominicanidad con sus iniciativas a favor del arte y la cultura como lo es el Centro León; y entre tus amigos, esa noche fue placentero disfrutar detenidamente la museología, y los temas escogidos para saber más de ti, de tu trayectoria, de tus procesos y de tu ingeniosa manera de narrar el mundo y sus cosas. Agradecido siempre, tu obra me representa y nos representa.