Chicago, sábado en la tarde. Una luz breve, invernal, gobierna Logan Square como un amor que regresa tras un largo apagón. Combato el viento para ir al tradicional sancocho de Moira Pujols. Es su manera de celebrar la independencia y una gran excusa para atender asuntos de la añoranza. Luego de este exquisito compartir, acudo, por obligaciones del cariño, al encuentro de DAMA, Dominican American Midwest Assoc. Se celebraría la independencia con un acto encabezado por el cónsul dominicano, varias autoridades y dominicanos y dominicanas de distintas ramas. El orador principal de la noche sería el renombrado escritor, intelectual y diplomático dominicano Pedro Vergés. Llegué justo antes del himno que dio pie al acto protocolar. El cónsul Elías Brache brevemente se dirigió a los presentes y un líder comunitario y delegado de la JCE ofreció mensajes importantes y puntuales para el proceso que se avecina. Sin más, el Dr. Rafael Nuñez, distinguido académico, lingüista y directivo de DAMA, ofreció unas palabras de bienvenida y presentó al orador principal. Debo destacar que tanto el Dr. Nuñez como el orador principal se comunicaban, al igual que otro número considerable de personas, vía Zoom. Esto último causó un letargo técnico. Ante el retraso la maestra de ceremonias se acercó y le pidió al cónsul que dijera otras palabras, y él me extendió la cortesía. Recité un poema de Pedro Mir, Por tuoi, que me gusta mucho y porque, además, no recitaba desde diciembre. Bien. Luego de un rato más, concluimos que tendríamos que escuchar al orador principal, quien, a través del milagro de la tecnología, se comunicaría con el Dr. Nuñez, quien sí se escuchaba y se veía por las pantallas. En fin.

Lo que ocurrió la casi hora y media después me ha dejado inquieto. Digo inquietud porque es la manera más diplomática e interesante a la que recurriré para exponer mi tesis y explorar la de Don Pedro Vergés, quien no logró captar el público que, a través de deficiencias e imperfecciones propias de la comunicación virtual, se dio cita ese sábado para escucharle. Recuerdo que desde la maestría y durante el proceso del doctorado nos decían que hay que estar consciente de la audiencia a la que uno se dirige. El acto de comunicación así lo requiere. Don Pedro Vergés prometió que hablaría de la condición actual del escritor dominicano, al menos pude inferir que esa era su tesis, ya que nunca me quedó clara. En su introducción, anunció la complejidad del tema y auguró que dado el tiempo y las condiciones sólo se podrían hacer aproximaciones y acercamientos. Me hubiese gustado también algunas recomendaciones, alguna propuesta certera, una visión de futuro, un plan tangible, pero tanto yo, como el resto de los agraciados allí reunidos, nos tuvimos que conformar con un escritor e intelectual dueño de una distinguida hoja de vida y una poderosa y premiada bio-bibliografía, conocedor de una literatura enciclopédica, honorosa y global, sí, pero proyectada hacia el pasado y afincada en una hispanidad que poco tiene que ver con el Caribe en lo general y/o con lo dominicano en la actualidad, en lo particular.

Don Pedro Vergés, en su larga y magna presentación, no mencionó un escritor o escritora actual, o nacido del 1960 hacia el hoy, de ningún país y mucho menos de Dominicana. No ofreció una cita, no recomendó leer un texto, de nadie, y a parte de menciones vagas a Unamuno o a los Karamazov, a quienes nombraba como pares, el escritor Vergés escuetamente habló de literatura dominicana para decir, en resumidas cuentas, que lo que se escribió en el siglo XIX salvo raras excepciones era básicamente artesanal y que de ahí para adelante el trujillismo tuvo tal influencia que todavía se siente. Quiso además sugerir, sin ofrecer una cita o un ejemplo certero, que la cuentística nacional está ligada a Juan Bosch con una especie de hilo umbilical. Estas y otras divagaciones, dudas y supersticiones fundamentaban su proyecto o propuesta sobre “la condición actual del escritor dominicano”.

Hubiésemos preferido, a todo este comentario, que hablara de su propia novela, la de las cenizas halladas, en donde verdaderamente podríamos encontrar la oportunidad de discutir profundas ideas en cuanto a las escenas de la novela dominicana actual. Puedo dar fe de lo anterior con conocimiento de causa, ya que tuve oportunidad de estudiar la novela de las cenizas hará unos años ya, durante mi proceso de análisis de información para una tesis sobre Aída Cartagena Portalatín, escritora actual donde las haya. Pero Pedro Vergés no puede hablar de su propia obra. Tan obsesionado está por la condición actual del escritor (o la escritora), que se atrevió a compartirnos las primeras etapas de su tesis que, de nuevo, está muy cruda. Y sostengo lo anterior porque dudo que un intelectual de su talla pretenda hacernos creer que lo que se discutió el sábado allí tiene el peso necesario para iluminar nuestro nivel del discurso. De allí no salió nadie con una bibliografía, con la sugerencia de un escritor o escritora actual, con una propuesta seria de cómo, cuándo o por dónde asediar el tema. Escuchamos, por un larguísimo rato, a una persona culta quejarse sobre la falta de cultura, de librerías, de movimiento y vida editorial. Referenció, vagamente de nuevo, ciudades en donde todavía había un mercado editorial, no necesariamente para ver qué estrategias de distribución, por ejemplo, se podrían aplicar a nuestro medio. No. Utilizaba el símil básicamente para resaltar lo que como sociedad nos hace falta o hemos perdido. Ese jardín flotante de un ayer que sí valía la pena. Se quejaba de los libros de auto-ayuda, los cuales calificó de sexta o séptima categoría, y deploró el que la juventud dominicana no estuviese loca buscando los grandes relatos, etc.

Y lo dicen con un dejo de autoridad que lo que refleja en verdad es un gran sentido de nostalgia tipo “mi mami no me ama” y la añoranza de un pasado que necesariamente no fue mejor.

Recién he notado cierta preocupación en un sector de nuestra escritura sobre el supuesto papel de quien escribe en nuestra sociedad. Específicamente en estos atribulados tiempos atacados por el dembow, la narcoeconomía y la crisis, por citar unos ejemplos. ¿Cuál es el papel de quien escribe en estos tiempos? En estos días un profesor a quien admiro y respeto mucho tuvo el caché de publicar en su muro de Facebook algo así como, ¿dónde está el escritor comprometido? Y a mí me da primero risa, luego vergüenza ajena y más allá hasta un regusto rabioso porque, ¿y comprometido con qué? Por favor. El que hace una pregunta así entiende que hay una distancia entre ellos y los que no estamos “comprometidos”. Y lo dicen con un dejo de autoridad que lo que refleja en verdad es un gran sentido de nostalgia tipo “mi mami no me ama” y la añoranza de un pasado que necesariamente no fue mejor. Gracias, tanto a la filosofía estoica como la epicúrea, sabemos que todo deseo tiene dos asas, y si bien es cierto que nuestra condición actual no es la idónea, también es cierto que para josear intelectual y culturalmente hay que estar comprometido, ya sea con el propio joseo o con la idea que se tenga de la literatura. Las duras penas deben sacar lo mejor de nosotros y como escritores y escritoras dominicanas y caribeños, nos sobrepondremos a la pobre y alocada distribución editorial de nuestro medio, seguiremos publicando textos ya sea desde el performance de la ficción o académicamente pesados, traficaremos nuestros libros como droga, en maletas, con panas que le lleven a un pana, con librerías independientes, con carretones de libros, nos colaremos en su paraíso intelectual y desde ahí propondremos una conversación con lectores y editoras y librerías que están ahí, presentando libros, haciendo collages poéticos, adaptando nuestras ineficiencias para cine y organizando lecturas clandestinas en el microteatro que es nuestra sociedad. Porque Don Pedro Vergés, desde toda esa preocupación por la condición del escritor actual, demuestra poco conocimiento de nuestra realidad escritural y editorial. Este señor tuvo la fortaleza intestinal de hablar de los escritores que escriben fuera, los de la “diáspora”. Comenta él, preocupado, y lo sé porque la calefacción no me dejaba dormir, que escuchó algunos escritores en una tertulia dudar que la patria era la lengua. Y lo dudaban claro porque no habían leído a Unamuno o a los Karamazov. Que sería la patria, divagaba Vergés, para escritores que ya no están en su patria, en donde la escritura significativa que se hace afuera se limitaba a los Estados Unidos, ya que la producción que se hacía más allá, en lugares tan remotos como España o Italia, no tenía el peso suficiente para elevarse a representación. Nada más alejado de la realidad, Don Pedro Vergés. ¿Habrá tomado pausa entre Unamuno y los Karamazov para ver el catálogo de Huerga y Fierro, ACUDEBI, Amargord, Periférica, Arcoiris?

Lo que lamento aquí es que un personaje tan ilustre, se haya preparado tan pobremente, tan superficialmente para tratar un tema tan importante.

En concreto, mi tesis lleva por título Escenas de la novela dominicana actual, forma parte de un work in progress y leeré mi primera conferencia sobre la misma en Marruecos durante las celebraciones de la Semana de la Lengua Española a celebrarse en abril. El objeto de análisis de mi tesis es el performance de la ficción en nuestra narrativa. El espectro de esta abarca Escalera para Electra y el libro de cuentos Tablero, de Aida Cartagena Portalatِín y culmina con el más reciente trabajo de Rita Indiana, la novela Hecho en Saturno y el libro de cuentos Los Trajes. En mi análisis, estudio nuestra novelística utilizando la poesía y el performance como elementos indispensables para la narrativa dominicana actual. La naturaleza multidisciplinaria, tanto de mi laboratorio y los temas que examino, me han permitido acercarme a conclusiones importantes previas a la etapa de síntesis de mi investigación. La meta es alcanzar una partitura documental que nos permita compartir nuestros resultados y proponer novedosas y demandantes formas de lectura de nuestra realidad escritural. O sea, la verdadera condición, no del escritor (o la escritora), sino de la escritura dominicana actual.

Ricardo Piglia dijo una vez que uno aprende más de lo malo que de lo bueno. Desde el afán de esas dos neuronas que perdí esa tarde, levanto la red y me doy cuenta de que no está vacía. Al final, no hay que desconfiar de intelectuales como Don Pedro Vergés, ya que como decía Chiquito de la Calzada, una mala tarde la tiene cualquiera. Lo importante es durar frente a un tema y extraer, de éste o de lo propia precariedad, la esencia necesaria para seguir escribiendo, para seguir articulando nuevas formas de leernos y encontrarnos, Don Pedro Vergés, porque le prometo que, si busca, algo más que cenizas hallará.

Rey Andújar en Acento.com.do