Haffe Serulle, nuestro  maestro, nos envuelve con su dinámica de trabajo, que arranca en los años 70, momento de gran efervescencia artística y convulsión social.

Con Haffe florece la literatura dramática y la lucha por el  rescate de la cultura popular, desde la cual habríamos de enfrentar la penetración cultural que ha asediado  nuestra identidad y pretende despojarnos de nuestras raíces patrimoniales.

La esencia de su trabajo es el grito que nos alerta de cómo los enemigos de la paz quieren mantenernos ajenos a la ciencia y al arte, y es precisamente ese grito el que amarra y compromete al público de tal manera que no lo suelta, creando un vínculo entre actor, espectador y mensaje de la obra teatral.

Haffe rompe con los esquemas tradicionales teatrales de la época y se enfrenta con altura  a sus adversarios, sobre quienes se impone, pues es amado por el público que particia en sus obras.

Haffe nos estimulaba a investigar la realidad socioeconómica y cultural de cada comunidad en particular y cuantificar los creadores que había en esos lugares.

En 1972 se funda el Teatro de la UASD, con Haffe en la dirección.

Desde sus inicios, el Teatro UASD fue una escuela que albergó a estudiantes de todas las facultades y a jóvenes artistas con ideas avanzadas que venían de los clubes culturales existentes en los barrios de la capital, algunos de ellos militantes políticos. Otros se acercaban a ver los ensayos, y luego se animaban a colaborar con los trabajos de presentación y difusión de las obras.

Con los años, muchos de esos jóvenes, formarían parte de los distintos gobiernos que hemos conocido desde entonces. Muchos, digo, menos él: menos Haffe.

Recuerdo que los integrantes del grupo nos reuníamos alrededor de la estatua Alma Mater antes de empezar los ensayos: aquello era un berenjenal de ideas. Y recuerdo que cuando hacíamos presentaciones teatrales en el interior, Haffe nos estimulaba a investigar la realidad socioeconómica y cultural de cada comunidad en particular y cuantificar los creadores que había en esos lugares.

Era responsabilidad de cada integrante del grupo dejar escrita nuestra impresión, que luego sería motivo de debate.

Los años 70 y 80 fueron de mucha efervescencia política: con una izquierda muy activa, dispuesta a arrancarle el poder a la derecha, y como todos los problemas sociales se reflejaban en la USAD, que tenía por demás sus propios problemas, el Teatro UASD se convirtió en el enlace del pueblo con los ideales uasdianos. Es cuando la labor extensionista de Haffe Serulle alcanza mayor relieve. Recuerdo que muchos sindicatos obreros-campesinos lo buscaban como mediador para resolver sus problemas.

Es una historia no contada, la de Haffe.

En medio de las grandes luchas sociales, jamás dejó el teatro aparte, jamás abandonó a ninguno de sus integtrantes y siempre se mantuvo coherente con sus principios. ¡Siempre, digo, siempre!