La bailarina Aidyn
Aunque en realidad esta historia trata de la relación entre la bailarina Aidyn Gomérez y el maestro Román López, bailarín de profesión, es Nursi Orsino el eje transversal de lo que el escritor Gustavo Olivo Peña nos dirá en este otro cuento, que figura en su libro: “Un hombre discreto”, recién premiado por el Ministerio de Cultura de la República Dominicana.
De forma igualmente discreta, pero inteligente, Gustavo Olivo Peña nos introduce en el mundo de los prejuicios que han obstaculizado el desarrollo de la mujer y han mutilado sus aspiraciones en el arte. Nos habla, entonces, de una sociedad inmersa en falsos valores, capaz de malograr las vocaciones artísticas del pueblo, y más si estas corresponden a la danza clásica, regida, como todos sabemos, por movimientos que están basados en el control total y absoluto del cuerpo, por lo que se recomienda empezar desde temprana edad debido a su grado de dificultad. A diferencia de otras danzas, en el ballet cada paso está codificado.
Una niña llamada Nusi
Como las inquietudes del autor van en sí más allá del cuento, nos encontramos de pronto con una niña llamada Nusi, que anhela ingresar a la Escuela Nacional de Danza, para cumplir sus sueños de bailarina. Allí escuchará fascinada la Serenata N.º 13 para cuerdas en sol mayor, más conocida como Eine kleine Nachtmusik, de Wolfgang Amadeus Mozart: los violines, el piano, la pasión por lo imposible se aúnan en un solo momento para decirnos –sin decirlo- que en el seno de nuestra sociedad late un profundo deseo de llegar a lo más puro del arte, es decir, a la creatividad libre y sincera, pero que por razones históricas le es negada al pueblo.
En esta historia, sin embargo, Nusi Orsino asume el rol de una luchadora incansable, que tiene como meta superar los escollos de una sociedad regida por prejuicios que parecen eternos. Así, “Al cumplir los diecinueve años, once en el ballet, Nusi Orsino ya era pez en el agua” (op.cit. p.67).
Hay un interés especial en esta historia, y es el de estimular a la mujer a superarse más allá de las limitaciones impuestas por una sociedad que se empecina en estar sometida a cánones de épocas arcaicas. Por eso, Gustavo Olivo Peña nos dice que Nusi Orsino “Asistía a la universidad en la mañana, en la tarde a la danza. Las horas en la casa, con breves descansos, las ocupaba en lecturas e investigaciones” (op. cit. pp. 67-68). Luego agrega que ella, empeñada en sus metas, no desmayaba ni permitía que la desviaran del camino que se había trazado para demostrar que más allá de las trabas impuestas por nuestra sociedad, es posible dar el salto soñado cuando la voluntad individual se impone. No debería ser sí, por supuesto. Es decir, no deberíamos desafiar nada para conquistar nuestros sueños, que deben ser patrocinados de la mejor manera por el Estado. Esas trabas han sido y son la razón de nuestro atraso.
En una sociedad tradicional en que la mujer queda relegada al ámbito doméstico y a las labores de crianza, no son pocas las dificultades que se le presentan en su afán de sobreponerse al despojo de su dignidad. En efecto, la sociedad transforma a las mujeres en esposas y madres, y espera que ellas cumplan su papel con obediencia y sumisión (ver: ¿Por qué no hay mujeres en la historia del arte?, por Natalia G. Barriuso).
Aun así ha habido excepciones: encontramos mujeres que logran superar esas barreras, desarrollar una profesión y dedicarse a su vocación, aunque en ocasiones eso les supone tener que renunciar a otras muchas cosas.
Desafío y logros
En La bailarina Aidyn, el desafío abierto a los métodos de la mediocridad está establecido de manera directa en la historia contada por el maestro Román López, que es la historia de todos los varones que incursionan en la danza clásica, y que nuestro autor compendia en pocas palabras: “Hombre que baila esas cosas de mujeres no es más que un marica” (op.cit. p.71).
La historia de La bailarina Aidyn es más compleja porque se trata de una mujer que decidió desde niña ser artista, y ya sabemos las implicaciones morales que se entretejen en su desempeño como tal, pero gracias a su constancia y tenacidad, la luz le brilla en la frente mientras tararea el allegro Eine Kleine.