El 30 de agosto del presente 2022 falleció Mijaíl Gorbachov, a los 91 años. En tímido elogio, que concordaba con la disposición gubernamental de un entierro sin honores de Estado, el actual presidente de Rusia y su predecesor en el Kremlim,
Putin, le denominó “un estadista que tuvo un enorme impacto en el curso de la historia mundial”. Y por supuesto que el paso de Gorbachov deja una profunda huella, indeleble, importante; una lección para toda la colectividad humana de hoy y de siempre.
Con Dilthey hemos de afirmar que lo que el Ser Humano ‘es’, lo experimenta sólo a través de su historia. Sin embargo, al margen del Historicismo se impone la necesidad a veces olvidada, de diferenciar la historia individual de cada uno y su posicionamiento, frente a nuestro devenir como colectivo. Un encuadre teórico válido para este escrito resulta el historiador inglés contemporáneo Nicolás Lewkowics y las ideas que emanan de su libro ‘Auge y ocaso de la era liberal: una pequeña historia del siglo XXI’, publicado en el 2020. Se trata de una crónica de los hechos posteriores al fin de la Guerra Fría. Me referiré además al contenido del extenso libro ‘Su Santidad’, de los periodistas Carl Bersntein, norteamericano y Marco Politi, italiano.
Una época y sus protagonistas
Margaret Thatcher fue primera ministra del Reino Unido de 1979 a 1990; el trono de San Pedro lo ocupaba Juan Pablo II desde octubre de 1978, y hasta su muerte ocurrida en 2005. Ronald Realgan presidió a Estados Unidos de América, de 1981 a 1989. Este último fue el año de la caída del Muro. En papeles del sitio web histórico de la Thatcher –‘Prime Ministerial Private Office files’- es posible acceder a documentación y notas oficiales sobre su visita a la Unión Soviética en ocasión del funeral de Chernenko, -prácticamente el último de los miembros de la vieja guardia comunista- en ‘PREM19/1646 Soviet Union (Prime Minister’s visits to Moscow for the funerals of Yuri Andropov and Konstantin Chernenko in February 1984 and March 1985 respectively). De total y definitivo protagonismo internacional, un rasgo inequívoco de los mandatos de Thatcher fue su completo alineamiento con la política exterior de Estados Unidos.
En aquel 1985 Rusia se preparaba para celebrar el milésimo aniversario de su aceptación del Cristianismo. Juan pablo II diría en la ceremonia de consagración: “A vos, madre de de los cristianos os confiamos de manera especial los pueblos que celebran los aniversarios, sexcentegésimo [Letonia], y milésimo [Ucrania y Rusia] de su adhesión al Evangelio’’, según se nos relata en ‘Su Santidad’ (P.514 y ss).
El inicio del papado coincidió asimismo con la preocupación de los soviéticos por el florecimiento del Fundamentalismo islámico en las repúblicas musulmanas de Asia Central pertenecientes a la URSS, y con el Ayatola Jomeini entrando en Teherán como héroe conquistador. Tal como señalan los periodistas biógrafos, era un panorama espantoso para la URSS: ‘’Sitiada por el este y el oeste por un atenazante movimiento de creyentes’’.
Un personaje de enlace que se dibujó importante en los acontecimientos que darían fin unos años después a la URSS sería William Casey, ferviente católico, que ‘’asistía a misa casi diariamente y cuya casa estaba llena de estatuas de la virgen’’. Bernstein y Politi dan cuenta del primer encuentro secreto de Casey con Juan Pablo II en su calidad de Jefe de la CIA, para entregar al pontífice una fotografía tomada en 1979 desde un satélite espía, y del que no se sabría nada sino hasta diez años más tarde.
Polonia, Walesa y el Papa
En los años contemporáneos de poder para Reagan y el papa polaco, Karol Wojtyla era la inspiración y el máximo protector del movimiento ‘Solidaridad’, una alianza de trabajadores no comunistas dentro del imperio soviético que regía a Polonia; el sindicato recibía fondos desde los países occidentales y Casey se aseguraría de que siguieran llegando’’. Con las ayudas, Solidaridad publicaba periódicos, revistas, boletines de fábrica,y transmisiones radiales encubiertas – sólo entre 1982-1983 cerca de ocho millones de dólares Usa-. Su fundador y líder, Lech Walesa era predilecto directo de Juan pablo II. En 1983 el Pontífice visitó Polonia una vez más; se reunió con él tres veces. En octubre de aquel año Walesa recibió el Premio Nóbel de la Paz.
-En este punto vale comentar que a iniciativa de Monseñor Núñez Collado, y en homenaje a la obra de Walesa contra un régimen totalitario, nuestra Universidad Madre y Maestra le confirió un Doctorado Honoris Causa en Humanidades en 2001-.
El avasallante liderazgo del papa y los acontecimientos políticos en Polonia redibujaron definitivamente el mapa estratégico de la Guerra fría. En la URSS Brezhnev había fallecido en noviembre de 1982; su sucesor Yuri Andropov ex director de la KBG se enfureció ante el premio Nobel a Walesa. Escribió a Jaruzelski, jefe comunista en Polonia: “La iglesia está reviviendo el culto a Walesa,lo inspira y lo estimula. Esto significa que la iglesia está generando un nuevo tipo de confrontación con el Partido..’’ Al fallecer Andropov le sucedió Konstantin Chernenko y once meses después de la muerte de éste se instaló en el máximo poder de la URSS Mijaíl Gorbachov.
Gorbachov mantuvo su compromiso con un Comunismo nuevo y reformado pero de una manera muy especial y alterada; su Perestroika, el régimen de reformas que promovió y sus consecuencias ocurrieron con excesiva rapidez. En junio de 1988 recibió al cardenal Casaroli en el Kremlim: “Lo más importante que existe es el ser humano –declaró el líder soviético-. El ser humano es el que debe estar en el centro de las relaciones internacionales, ese es el punto de epartida de nuestro ‘nuevo pensamiento’’. Durante el otoño e invierno de 1988 cayeron vertiginosamente uno tras otro los dictadores de Europa del Este y asumieron el poder no los comunistas reformistas sino los demócratas. Los ciudadanos, animados por el triunfo de Solidaridad, salían a la calle por millones,eufóricos.
Durante su etapa de poder nunca perdió Gorbachov tiempo ni oportunidad para entablar cercanía con Thatcher y Reagan con quienes se reunió más de una vez; en diciembre primero de 1989 apenas a unos días de la caída del Muro se encontró con Juan Pablo II en el Vaticano; era la primera vez que un secretario general del Partido comunista de la URSS y el supremo pontífice católico se reunían. Las premisas fueron la garantía religiosa para los creyentes de la Unión soviética, y el desarme mundial. El dia anterior Mijaíl Gorbachov habia hablado en el capitolio italiano sobre la necesidad de espiritualidad en el mundo. Hizo un llamado para una ‘’revolución en las almas de los hombres’’ al tiempo que exaltó ‘’las leyes eternas de humanismo y moralidad de las que hablaba Marx’’: “La religión ayuda a la Perestroika -declaró- . Hemos cesado de reclamar el monopolio de la verdad…ya no pensamos que quienes no estén de acuerdo con nosotros son enemigos’’. No cabía duda por sus palabras: reflejaban un nuevo orden del mundo.
En el contexto de avance de las relaciones con el Vaticano y de su encuentro con Juan Pablo II Gorbachov proclamó en la URSS: ‘’Queremos llevar a la práctica nuestros planes a través de medios democráticos. Pero mi experiencia en cuanto a los sucesos de los últimos años sugiere que la Democracia en sí no basta. También se requiere un código moral. La democracia no sólo puede traer el bien sino tambiéen el mal’’. Eran ideas en perfecta sinfonía con las del pontífice polaco.
Ni el pontífice ni el líder ruso esperarían que el régimen soviético se desmembrara tan rápidamente; el objetivo de Juan Pablo II era que se consolidaran las nuevas libertades conquistadas por Europa oriental; sin embargo, en agosto de 1991 el imperio rojo entró en los estertores de la muerte. La madrugada del dia 19 en un golpe de Estado miembros conservadores del Politburó tomaron el poder en Moscú poniendo bajo arresto a Gorbachov. Boris Yeltsin presidente de la República Federal Rusa se rebeló contra el golpe y transformó la sede del Parlamento en sede de la resistencia. El 23 los golpistas se rindieron. Yeltsin y su intervención se convirtieron en señal de que la voluntad popular era acabar de una vez por todas con el Comunismo: El 25 de diciembre Gorbachov dejó su cargo y en la tarde la bandera roja descendió sobre la verde cúpula del Kremlim.
En su primera visita a la Praga poscomunista, su Santidad declaró: “[El comunismo] se había revelado como un autopía inalcanzable porque se descuidaban y negaban algunos aspectos esenciales de la persona, el irreprimible anhelo del ser humano por la libertad y la verdad, y su incapacidad de sentirse feliz cuando se excluía la transcendental relación con Dios’’.
En las últimas semanas el periodista del periódico ‘Acento.com.do’ Fausto Rosario ha llevado a cabo una serie, por demás interesante, de entrevistas a diferentes líderes y personalidades relacionados con la izquierda dominicana. Sin lugar a dudas es un espacio de revisionismo, actual,objetivo, sano a favor de una ideología que penetró en la Historia para quedarse, y que, ya parte de la cultura universal, deberá alinearse con los nuevos tiempos y hacer la reverencia debida al concepto imperecedero de ‘Modernidad’, es decir: presentar sus credenciales de novedad asumiendo lo ya ganado por la Humanidad para enriquecerse a si misma, y finalmente continuar, asimilada a la inevitable transformación.