Ambos términos desde el punto de vista lingüístico, estético, literario y bíblico tienen gran valor a partir del tratamiento literario y explicativo. Pero también adquieren sentido  como proceso de sentido, comentario, argumento y atención compresiva. La glosa se funda en el análisis, en el escarceo, en la búsqueda de un significado que moviliza o certifica una escritura, texto, redacción o “cosa” verbal explicativa. En el marco de la tradición poética de los dialectos romances la escritura y la glosa implican fenómenos diversos en el contexto de formación de hablas o discursos científicos, jurídicos, teologales, literarios y otros, donde también encontramos particularidades de sentido junto a la visión explicativa de la forma escrita (autobiográfica, biográfica, filosófica, epistolar, novelesca y poética, entre otras.

Es así como se hace notorio el proceso de trabajo divulgador, del sujeto que glosa o aclara, explica un término, una alocución o frase de un texto religioso, jurídico o historiográfico. La escritura, en este sentido, se compacta como forma verbal legible en su significación.

El glosario y su cuerpo semántico lexical se aclaran mediante lo que dice el glosador o comentarista, exégeta, traductor, lexicólogo o intérprete. El glosario es, entonces un diccionario, mediante el cual se constituye la base de significación de un término, palabra, frase, párrafo o locución escrita. Los Comentaria conforman la exégesis y ayudan a la aclaratoria de un texto poético, político, filosófico, jurídico, médico, religioso y otros que constituyen un discurso verbal o crítico.

De donde podemos observar que tanto la glosa, como la escritura pueden ser comprendidas a partir de la lectura y la creación literaria o textual. Los textos de Platón, Porfirio, Aristóteles, Agustín, Plotino, Tomás de Aquino, San Bernardo, Orígenes, Atanasio, Ireneo, San Pablo y otros más, están vinculados a la escritura como creación y a la glosa como exégesis o comentario.

La Homilía, el Sermón, el Misal, la Liturgia y los cantos sacramentales de gloria o alabanza son glosados por el sacerdote, el teólogo, el patriarca de la iglesia y el místico en la tradición cristiana de Oriente y Occidente. Se sabe que un texto genera una forma lingüística, un estilo o tipo verbal de escritura que remite siempre a una fuente, un tema y a un predicado explicativo; todo lo cual se dirige a una transparencia o claridad de un texto verbal.

Dentro de la relación glosa oral y glosa escrita encontramos aquello que Michel de Montaigne explicaba en su obra  Ensayos, esto es, aquello que debería escribirse o aquello que no debería escribirse. Lo primero es lo sustancioso, lo necesario; lo segundo es lo innecesario, lo redundante y lo que sobra o se repite.

En la tradición clásica y moderna la glosa es un proceso explicativo y particularizado que permite la interpretación de lo escrito, lo verbalmente creado, o establecido como escritura. Es por eso que los poetas, filósofos, ensayistas, estetas o tratadistas crean los elementos de alta significación que revelan los textos; pero también, la glosa como explicación, surge del acto fijado como explicación y especificación a favor de cualquier género literario o expresión escritural perteneciente a la tradición oral o textual en cualquier lengua natural.

 

En el caso de las artes visuales, en la tradición occidental y oriental encontramos imágenes autosignificativas, metasignificativas y polisémicas. Las mismas son explicadas por un intérprete, historiador, iconógrafo, filósofo, artista, o esteta de las artes visuales (dibujo, escultura, grabado, fotografía, arquitectura), y otros productos cuya base es lo icónico, lo gráfico, lo simbólico y cualquier tipo de trazado que se aplica en un espacio visual o figural; lo que quiere decir que las creaciones verbales y visuales implican también la glosa y la escritura o creación.

 

El glosario es además, un instrumento para la crítica y los estudios literarios y humanísticos modernos. De ahí que toda Lectio o cátedra académica insista en un proceso educador en aula, o en un espacio educativo que adquiere valor sociocultural y formador. La glosa admite entonces, la cita, el valor significante y significativo, el compendio lingüístico de cualquier género verbal o literario.

 

El Diccionario de la literatura mundial de Joseph D. Shipley (Eds., Destino, Barcelona, 1972 (1973), explica el término glosa ligado a una “forma poética fija… que desarrolla variaciones sobre un tema tomado de algún autor; por lo general, presentada como “cita”. (p. 304). Así las cosas de la palabra glosa surge el Glosario. Pero además, la glosa puede ser entendida como glossa que significa también la lengua como órgano, glotis. Y también,  anotación escrita al margen o dentro de una página de un libro, donde se quiera explicar algún significado en un texto específico.

 

La suma de glosas constituye el glosario que se utiliza como colección de términos de una especialidad científica, humanística, lingüística, artística o técnica. En el caso de las glosas silenses y emilianenses o textos sobre el “fuero juzgo” español, a los que se refieren Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro o Rafael Lapesa como filólogos glosadores, construyen explicaciones lexicológicas y lexicográficas conformadas como parte de un aparato crítico sobre un texto especial, mnemotécnico y educativo. La teología grecocristiana, neotestamentaria (del Nuevo Testamento), y veterotestamentaria (del Antiguo Testamento), presentan muchos ejemplos en tal sentido.