La escritura es uno de los logros de la revolución cognitiva del individuo humano. Sus orígenes se remontan a miles de años en sociedades, incluso unas muy separadas de otras por la distancia de los asentamientos. Encripta en el tiempo la memoria de las acciones humanas y sus vínculos con la naturaleza y el cosmos en sentido particular y general. Registra los hechos y todas las ficciones que de ellos se crean según la percepción de la realidad y el criterio de verdad que se aplique para darlos por sentados. En ese sentido, “a través del texto escrito se ha podido transmitir informaciones a las siguientes generaciones y archivar el conocimiento de una manera inteligible1”. En el texto cabe todo y puede ser todo. El lenguaje puede emanar desde sus intersticios y abrirse campo para presentar nuevas expresiones que se relacionan por sus vínculos, dualismos y diferencias. Por medio del lenguaje se convierte en conocimiento, a través de su materia prima, pensamiento.

En la escritura el contexto puede marcar los límites en el desplazamiento del conocimiento. Se cree que el tiempo genera demarcaciones en la expresión. Quién demarca, le pone límites al saber. Lo hacen tanto el lector como el escritor, desde su compleja manera de auscultar la realidad o irrealidad y darle sentido. La escritura es como un tipo de texto. En el texto no hay demarcaciones, las hay en la escritura, que es un acto de capacidades humanas de perpetuación de los hechos, de hacer memoria. Pero esas demarcaciones son construcciones humanas para dosificar el conocimiento y centrar la comprensión. Se hacen por conveniencia.

En la escritura compleja encontramos los saltos que pueden limitar el sentido de la comprensión si el lector no tiene referencias en la memoria inmediata o si no hace un ejercicio intelectual para  la construcción del conocimiento. La escritura no puede acabar en ella misma, quizá por eso es la búsqueda incesante de saberes. Quizá esa búsqueda es lo que hace del texto y la escritura conceptos inacabables. En este caso el conocimiento, independientemente de los criterios teóricos históricamente discutidos por filósofos y pensadores, también sería inacabable. Parece que todo está ahí, solo habría que aplicar la gestión del conocimiento para auscultarlo.

En la incesante búsqueda de verdades, dentro de todo ese proceso histórico de la construcción de teorías del conocimiento nos encontramos, para iniciar de algún modo, con los pensadores griegos que hicieron importantes aportes en sus estadios de orígenes. Esas corrientes de ideas influyeron y siguen influyendo en las diferentes concepciones teóricas y prácticas del pensamiento a escala global después de su impacto en el mundo occidental.

Las posturas filosóficas del conocimiento de los idealistas, como por ejemplo, Sócrates, que combatió el tipo de idealismo y el escepticismo de los sofistas, por vivir enamorado de la verdad, el saber y la virtud;  y Platón quien planteaba que el conocimiento podía alcanzar el nivel más alto por medio de la razón y no la experiencia, diferente a Aristóteles, de ideas empiristas, el cual sostenía que el conocimiento se deriva de la experiencia y comienza con las captaciones que hacen los sentidos, aunque ofreció algunas subdivisiones integrando, además de la experiencia, la ciencia y la inteligencia.

San Agustín (354 d. C.- 430 d.C.) incorpora al pensamiento occidental el empirismo e idealismo y planteó vías de acceso al conocimiento, por medio de lo sensible, lo intelectual y la contemplación. Expone como único conocimiento verdadero el de las formas universales mediante las verdades de las matemáticas.

En la búsqueda de la verdad por medio del conocimiento siguen apareciendo diversas posturas como las de  Santo Tomás de Aquino (1225-1274), exponente de la escolástica, influenciado por las ideas aristotélicas que utiliza la percepción como punto de inicio y la lógica del conocimiento intelectual. René Descartes (1596-1650), con su Discurso del Método establece una clara ruptura con la escolástica, el origen del conocimiento está en la razón, no en la experiencia, y Baruch Spinoza (1632-1677), su trabajo se opone al dualismo de la mente y el cuerpo cartesiano a través del racionalismo.  Los empiristas como Francis Bacon, Thomas Hobbes, John Locke, David Hume, la Escuela Escocesa entre otros, dimensionaron esta corriente del conocimiento.

A partir del Siglo XV surgen en América el renacimiento, racionalismo y empirismo, y se produce el paso de la mirada teocéntrica a lo antropocéntrico. Immanuel Kant (1724-1804), filósofo de la ilustración, precursor del idealismo alemán, sostiene que es el sujeto quien construye la realidad, (la revolución copernicana) y que es un proceso que ocurre en la mente. Plantea que la materia prima de la construcción del conocimiento son las sensaciones que nos vienen del exterior, siendo la mente quien ordena ese caos en el tiempo y el espacio. Las teorías de Kant revolucionan el pensamiento tradicional.

Otras teorías del conocimiento siguen siendo desarrolladas a lo largo del siglo XVIII y XIX, como el positivismo, el pragmatismo y la dialéctica, esta última puede concretarse como la contraposición entre el concepto y la cosa en la teoría del conocimiento. Encontramos este pensamiento en G.W.F. Hegel (1770-1831), K. Mark (1818-1883). Aquí “el conocimiento no es un reflejo inerte de la realidad, sino un proceso dialéctico complejo2”. El pragmatismo tiene a Charles Sander Pierce (1839-1914) y William James (1859-1952) como notables exponentes. Pierce hablaba de un pensamiento continuo, signos que están en permanente flujo, uno lleva al otro y así de forma sucesiva.

En el siglo XX se destacan las teorías de la gestión del conocimiento, filósofos y economistas, principalmente japoneses y estadounidenses se valen de la inteligencia artificial y los sistemas de expertos. Surgen los conceptos, adquisición de conocimientos, ingeniería del conocimiento y sistemas basados en el conocimiento. Deben nombrarse los aportes realizados por Ikojiro Nonaka (1935-¿?), gurú de la gestión del conocimiento; Hirotka Takeuchi (1946-¿?), Peter Ferdinan Druker (1909-2005), Karl Erik Svelby (1946-?),  Peter Senge (1947-¿?) y Thomas Hayes "Tom" Davenport, Jr.  (1954-?).

Actualmente la activación de los mecanismos de gestión del conocimiento alcanza principalmente los temas de economía, matemáticas, física,  neurociencia y tecnología en toda la amplitud de su estudio.

En la escritura se materializan las ideas por medio de signos lingüísticos. En la lectura de esos signos combinados existen múltiples posibilidades de interpretación y ampliación de sistemas para la comprensión y la creación. El sujeto no solo está dentro del texto sino que por medio de la escritura fluye. Se convierte en una continuación de los signos y a su vez del pensamiento. Actúan sujeto-pensamiento-signos como un sistema recursivo que es parte integral de un todo, del conocimiento vasto que espera ser descubierto, que está ahí, aguardando, augurando verdades.

Cada postura para definir el conocimiento soporta grados de creatividad, ya sean como métodos o como concepciones que vienen del reino de las utopías. Dentro del desarrollo del ego humano el conocimiento para el uso utilitario siempre encenderá las pasiones, que a su vez, empuja las realizaciones humanas.

El autor es escritor y educador

Domingo 24 de julio 2022

Virgilio López Azuán en Acento.com.do