La figura del dictador en nuestra cultura política es una creación de la ideología caudillista. Inmediatamente creado el dictador, este actuó con marcada intención parricida. Horacio Vásquez, uno de los más sonados caudillos dominicanos, fue borrado del mapa político por su parricida Trujillo. El sumun y esencia de esta fauce caudillista en el comportamiento social de los políticos dominicanos explica muy bien por qué muchos intelectuales asumen esta misma conducta y se quieren enquistar al mando de instituciones estatales y privadas. Incluso cuando llegan al gobierno y ocupan puestos públicos, se valen de estratagemas similares, sin entender que las instituciones no son re-privata personales. Asumiendo de manera expresa una conducta dictatorial, que en el fondo es hija legítima del caudillismo político.
Visto desde el ámbito de la cultura y la historia, el caudillismo literario es un fenómeno extemporáneo en nuestras letras, en virtud de que la figura del caudillo había sido exterminada con el ascenso de Trujillo al poder, en tanto que el primero nació y siguió vigente después de finalizada la tiranía. Desaparecida la figura del caudillo político, comienza a gestarse en nuestra cultura, el embrión caudillista, fenómeno que ocurre mucho después de haber concluido la zafra política. No obstante, al asumir una conducta tardía y adoptar los mismos principios y aptitudes del caudillo político, así mismo el caudillo literario, representa sectores de poder enquistados en estructuras sociales como las academias e instituciones religiosas y científicas, las cuales permiten colocar en posiciones cimeras a individuos que proyectan ciertos talentos dentro del quehacer cultural. A partir de ahí se hacen acuerdos de aposentos y se llevan a cabo componendas para premios y publicaciones.
Está claro que, desde el centro mismo de las más altas esferas del conocimiento como las academias y las universidades, también se adoctrina el discurso de la crítica caudillista. En este caso representada por una crítica con poder político y con poder económico, donde se organizan concursos, se promueven autores y obras con métodos de análisis que responden teóricamente a escuelas de pensamiento y de poder. De esa versión nace el gurú literario o lumpen- caudillo, quien tiene a su cargo gestionar la masa de seguidores del recién instalado poeta o escritor caudillista.
Como producto de la circunstancia histórica el caudillismo surge con poder social y base económica después de la guerra restauradora. Como poder literario se acentúa después de la primera Intervención Norteamericana y el ascenso de Trujillo. Luego se consolida de manera definitiva en la década del cuarenta, con la aparición de los llamados poetas Independientes del Cuarenta, La poesía Sorprendida y la Generación del 48, hasta la Revolución de Abril de 1965. Logra su gran expansión cuando los académicos –nucleados en la UASD– comenzaron a promover las principales ideas literarias y teorías lingüísticas de moda en el mundo europeo e hispanoamericano con el apoyo de los grandes intelectuales de América. Surgió así una crítica académica cuya metodología fue promovida, principalmente, por los escritores e investigadores que habían estudiado en las escuelas europeas de humanidades.
… si analizamos este comportamiento desde el punto de vista de la sociología y desde el punto de vista de la evolución histórica, el caudillismo literario se podrá definir como un fenómeno extemporáneo de nuestra vida cultural.
Estas consideraciones nos permiten llegar a una conclusión: En la cultura dominicana es escasa la condición de intelectual independiente, como en otras culturas, por ejemplo, en algunos países de Europa. Aquí sucede lo contrario, el intelectual dominicano no goza de esa condición, pues la mayoría de las veces está adherido a una ideología de poder, véase al partido político, al gobierno, o al caudillo, a quien asesora para poder sobrevivir y granjearse su condición de escritor. En definitiva, un intelectual “al servicio de algo o de alguien”, más bien, es un intelectual “ancilar” como bien lo define Andrés L. Mateo. Se podría afirmar que este tipo de intelectual es un engendro caudillista porque se convierte en usufructuario del poder político. Una condición palmaria de que el intelectual dominicano no goza del libre ejercicio de las ideas con solaz y esparcida independencia. Muestra más que suficiente de que no podrá vivir de lo que piensa ni mucho menos de lo que escribe, a menos que se atrinchere en un nicho académico independiente, de escasa factura en la cultura dominicana.
Amén de todo esto hay un fenómeno que llama poderosamente la atención. Mientras que en América Latina el caudillismo político exterminó el caciquismo y el militarismo, en la República Dominicana, el caudillismo actuó a manera de contracorriente: Culturalmente, el caudillismo creó el caciquismo. Después de la tiranía y durante su apogeo nacieron los caciques literarios: Bosch, quien al margen de su gran talento literario tomó mucha más importancia y popularidad, porque mantuvo siempre una actitud beligerante en contradicción con el régimen, tanto dentro del país como fuera de este. Pedro Mir, quien se había exiliado en Cuba, de inmediato ganó adeptos literarios, sobre todo por su condición de poeta social y contestatario, y sobre todo, porque Hay un país en el mundo representó en ese momento la voz de las mayorías dominicanas, atrapadas en las garras del miedo y el terror.
De manera que si analizamos este comportamiento desde el punto de vista de la sociología y desde el punto de vista de la evolución histórica, el caudillismo literario se podrá definir como un fenómeno extemporáneo de nuestra vida cultural. Así que durante muchos años, el germen caudillista ha permeado la psicología del dominicano a través de varias generaciones y con el tiempo ha parido un nuevo engendro: El populismo. Ideológicamente el populismo literario adopta el nacionalismo como ingrediente superfluo. Defiende y promueve una literatura anclada en lo nacional, poniendo de relieve los temas de la cultura y rechazando de plano las injerencias foráneas de la moda literaria. En el caso específico de la poesía, Domingo Moreno Jimenes y los postumistas, adoptaron en su manifiesto una actitud nacionalista ante la influencia extranjera: Proclamaron la muerte de Rubén Darío y rechazaron de manera palmaria los influjos del simbolismo francés, la poesía clásica y la poesía moderna vista a los ojos de Goethe y de Schakespeare.
En el caso de la narrativa, un ejemplo de este tipo podría ser La mañosa, que se puede definir como una novela de orden populista, por el carácter lineal de la historia y los tipos de personajes planos, que no complican la compresión del texto en cuanto que, el lector puede asumir la estructura de la novela como buena y válida. La otra razón valedera es que esta trata el tema de las llamadas “guerras montoneras” en la República Dominicana, consideradas por el autor como “guerras mañosas”, en virtud de que las mismas se realizaban por convicción y capricho de los caciques regionales, y ese es precisamente el tema principal que trata Bosch. Por tal motivo, la crítica caudillista la ha calificado como “novela de la revolución”. El solo hecho de abordar el tema montonero, tan arraigado en nuestra historiografía cultural, lo acercó de manera significativa a los lectores dominicanos. El populismo adopta así una literatura cuya fuente la encontramos en los conflictos sociales y campesinos. En ese sentido es bueno destacar que para la época de la publicación de La mañosa, la población dominicana era eminentemente rural.
De igual manera encontramos los atisbos populistas en los problemas de la supervivencia del hombre, planteados en Over de Ramón Marrero Aristy. Una obra de cuyo autor sabemos que fue vilmente asesinado por la tiranía y que, siendo muy joven se sumaba ya, a la soterrada ideología antitrujillista, situación esta que le otorgaba a la novela el tinte necesario para una literatura de tipo nacionalista. A mi modo de ver, esta es otra versión del populismo literario. Cuando asume responsablemente el tema de la explotación de los trabajadores en los centrales azucareros durante la época de la tiranía, y en consustanciación con los intereses privados de la producción cañera, a sabiendas de que “el central” era la versión acabada del poder económico nacional e internacional. Además, Over se opuso “a la retórica grandilocuente y monumentalista del aparato ideológico militar, político y cultural que pondría en marcha la dictadura”.
Sin embargo, esa actitud tan arraigada de la literatura populista decanta en el chovinismo, que es un extremismo del nacionalismo, tema este que le quita un poco de relieve a la producción literaria en función de que el chovinismo es un sentimiento casi dogmático que anula en parte la oportunidad de ver con objetividad el horizonte literario, al rechazar las modas del momento como le sucedió al Postumismo. A la postre, esto crea aislacionismo, lo que sin duda contribuye al poco reconocimiento de la literatura dominicana en el ámbito internacional. Diríamos, una literatura hecha, al margen de las modas universales del arte, específicamente el que se producía en las grandes urbes de América Latina desde el segundo decenio del siglo XX; es en definitiva, una literatura con una visión pobre y localista por la ausencia de elementos estéticos del canon internacional como le sucedió a la nuestra. Una literatura que en cierta medida, pone en el tapete los temas de la pobreza económica y las necesidades materiales básicas del hombre, no es una literatura de corte estético y espiritual que procura el juego lúdico y el placer hedonista. Al contrario, se requiere más que todo, de una literatura que ponga en juego el pensamiento, las reflexiones diversas; los temas existenciales del hombre, en el orden del amor y la muerte, en el orden de la belleza, los problemas del ser; las cuestiones filosóficas y los mitos universales como lo enseñó en su momento la filosofía clásica universal.