El tema de la situación de Haití, país francófono aunque la lengua oficial es el kréyol, idioma resultante de la mezcla de las herencias galas y de diversos puntos de África, suele ocupar mucho espacio en la prensa, en las conversaciones sociales y en las redes sociales de la República Dominicana, en estos días más puesto que, ¡nueva vez!, este vuelve a tener una connotación política.

Este caso de convivencia de identidades que se conciben de manera distinta dista mucho de ser el único en el mundo. En la isla de Gran Bretaña, se reúne el sentimiento escocés, galés e inglés, pero sin separación jurídica y, a pocas millas de distancia, el sentimiento de pertenencia al Reino Unido definido de manera jurídica diferente entre irlandeses del norte y del sur.

El territorio Caribe que tiene herencias española, inglesa, indígena, africana, árabe, china, bucanera, filibustera, corsaria y pirata, la separación de identidades se verifica sobre todo con respecto a los francófonos. Es el caso de Saint-Martin y Sint Marteen, el mismo nombre, pero escrito en francés y en holandés para hablar de dos secciones de la misma isla separadas desde 1648.

Visto desde mundos francófonos no parecería haber muchas diferencias entre las dimensiones dominicanas y haitianas de la existencia, tal vez porque en Haití ya se habla mucho menos francés que en la época de la colonia y, si no se va a hablar francés, que sea kréyol o español da lo mismo, se trata de una isla que en el pasado tuvo presencia imperial francesa y ahora no la tiene.

En el primer día del mes de marzo, mes en el que desde hace más de treinta años se celebra la francofonía, se celebró un evento que fomentó la oportunidad de que culturas de identidades distintas tuvieran la oportunidad de conocer diferencias y similitudes más allá de la aporofobia.

Este término fue acuñado en el siglo pasado por la filósofa española Adela Cortina y designa el miedo y rechazo a la pobreza, para separarlo del racismo (por el color de piel) y de la xenofobia (por el origen extranjero). En francés se reconoce una versión transformada al francés, “aporophobie”, aunque también, por elección popular, existe el de pauvrophobie.

En el evento antes citado, embajadores y personal diplomático de países francófonos en el país tuvieron la ocasión de deleitar al público con sus conocimientos sobre piezas importantes de sus respectivos países.  Y así, el público pudo despertar su interés y tal vez llegará a leer autores como Jacques Reda (francés), Michel Jean (canadiense de herencia innu) , Yanich Lahens (haitiano) y Charles Ferdinand Ramuz (francosuizo).

Al mismo tiempo, como era un evento celebrado en la academia de la historia, se entregaron investigaciones y libros publicados por esa identidad y que demuestran que, desde el siglo XIX con José Gabriel García de pionero, de la mano de hombres, pero también de mujeres como Abigaíl Mejía, Mu-kien Sang y Edna Garrido de Boggs, ha habido un trabajo intelectual que demuestra desde la antropología, la historia y el folklore una identidad singular que en muchos casos no ha podido ser compartida precisamente porque hay diferencias de lenguas.

La organizadora del evento, quien también tuvo una ponencia, Delia Blanco, y quien agradece continuamente todo lo aprendido en el sistema educativo francés, mencionó la necesidad de que haya más traducciones. Nunca mejor dicho.

Luc G. Jean-Pierre, embajador de Haitiě, presenta la novela Failles