En el mes de abril del año 2023, en esta misma columna, compartimos con los lectores un artículo titulado: "Folklore, juventud, consumo cultural y redes sociales". Fue un trabajo que convertí en articulo luego de ser parte de una conferencia que impartimos en el mes de noviembre del año 2022 en la Universidad Francisco de Miranda en Venezuela, donde hacemos la función de docente investigador asociado. Luego la misma disertación fue solicitada por la Dirección Nacional de Folklore del Ministerio de Cultura en el mes de mayo del año 2023.
Al parecer a las academias les continúo interesando el trabajo y en el mes de julio del mismo año, de mi querida Alma Mater, la Universidad Iberoamericana UNIBE, me solicitaron impartir una conferencia sobre Patrimonio Cultural Dominicano con la finalidad de tratar la temática del folklore, pero para jóvenes estudiantes. Son de las cosas que hacen a un joven investigador sentirse contento por el interés mostrado de las academias en el trabajo y los resultados que va desarrollando.
Innovación desde el trabajo cultural
Hago el recuento de lo que produjo la publicación de ese artículo, con la finalidad de que se entienda, lo importancia que genera hacer trabajos académicos desde la innovación, con un enfoque basado en los nuevos tiempos, vinculando lo que fue o ha sido con lo que es ahora, asumiendo los aportes que se han dado con los resultados y lo que tenemos ahora. Es lo que a nosotros nos caracteriza por hacer como cientista social, educar desde lo que hacemos, pero hacerlo con un lenguaje para esta generación joven, al igual que un servidor, para que puedan entender y cuando entiendan, que se interesen, investiguen y profundicen más, ampliando las miradas, ya que nosotros estamos muy claros, que no lo sabemos todo, que todo lo que expresamos, no es palabra de Dios, ni le gustamos a todo el mundo, en cuanto a los temas que escribimos al igual que las posturas tomadas.
Sobre el artículo que hacemos mención, algunos compañeros e investigadores del mundo cultural en el país, hasta me llamaron por el título que le puse, pero eso a nosotros no nos hace roncha, estamos muy claros, que Republica Dominicana mucha gente que se ha quedado en el pasado en todos los aspectos, entiende que el otro también debe seguir esa misma línea de rompimiento de la actualidad y los nuevos cambios.
En ese trabajo, nosotros hablamos de un folklore virtual o de la virtualización del folklore en el siglo XXI, de la festivilización de las manifestaciones culturales, de los hechos folklóricos y sus transformaciones, de los hacedores nuevos y su vinculación con el folklore, esos que están usando como eje transversal las Tecnologías de la Información y Comunicación, por su trascendencia en estos tiempos, así como otras miradas y reflexiones que compartí sobre la temática.
Claro que hay que hablar de folklore y redes sociales, claro que los investigadores debemos saber que ya los tiempos de teorizar mucho se acabaron, es que hemos aprendido que la cultura por su propia naturaleza, no es estática, por eso se transforma y quien la transforma es el individuo, el colectivo, la sociedad, el conglomerado. Esa misma sociedad que va cambiando y asumiendo las transformaciones sociales, esa transformación que no espera a nadie.
Los que somos educadores sabemos, que es mejor trabajar un tema en un aula con recursos audiovisuales, una visita guiada a un espacio determinado, una salida al campo de trabajo con una guía establecida, una presentación dinámica en grupo, que llevar un folleto de mil páginas que fue escrito hacen cincuenta años, ya no es el tiempo de seguir como facilitador dando una catedra de tres horas hablando solo, tipo monologo, sin interacción, o como nosotros le llamamos, intercambio de saberes con los alumnos. A esos maestros los estudiantes les tienen miedo y les huyen a sus clases.
Esos tiempos ya quedaron en el pasado y las escuelas de las diferentes universidades y centros de formación han cambiado la dinámica y exigen a los docentes adaptarse a esos cambios, por eso los que no están preparado para estos tiempos o hacen resistencia al mismo, solo les queda recoger e irse a sus casas.
Día Nacional del Folklore Dominicano
Hemos querido traer la reflexión a colación, con motivo de la celebración del Día Nacional del Folklore Dominicano, este sábado 10 de febrero. Un día que, aunque fue establecido de manera oficial por el estado dominicano, estamos acostumbrado a que pase por pasar, como decía el poeta, o que pase sin penas ni glorias. En ocasiones suelen publicar una foto de una pareja de baile con trajes nacionalistas bailando merengue, con un párrafo describiendo la fecha, usando el mismo todos los años, me imagino, que las instituciones van a los archivos de sus portales y redes, buscan, copian y pegan. Y es precisamente esa, la finalidad de este artículo, ver la otra mirada al folklore en estos tiempos, pero sin entrar de manera profunda en los aspectos históricos, ya de eso se ha escrito mucho.
Esta celebración del 10 de febrero, se la debemos a quien para un servidor es el investigador folklórico más consagrado en República Dominicana, y de quien he tenido la dicha de ser su alumno, por eso le llamo maestro, calificativo que, en mi caso, no doy a cualquiera, ni en este país ni en los otros donde he estudiado.
Le hablo del maestro, sociólogo, académico, escritor y folklorólogo, Dagoberto Tejeda Ortiz. Le llamo folklorólogo, termino poco usado y entendido en el país, a sabiendas que en mis estudios de folklore, he aprendido que así se llama al profesional que estudia las manifestaciones de ese sector, que podría clasificarse como grupo intermedio entre lo erudito y lo primitivo, que lo hace de forma científica, siguiendo las disciplinas que las ciencias exigen para ello, a fin de lograr con su estudio conclusiones de carácter antropológico, que sirvan a los estudiosos de las ciencias del hombre, estadistas, portadores, educadores y toda al sociedad, como guía para obtener una verdad aproximada sobre el carácter, psicología, reacciones del grupo que se estudia y llegar a soluciones atinadas.
En República Dominicana, existen muchos folkloristas, todo el que baila un merengue se hace llamar así, para mí, una falta de respeto al propio folklore y la folklorología como ciencia. En cambio, son muy pocos los folklorólogos en el país, esos que no necesitan saber bailar, ni vestir trajes típicos, ni ser artistas populares, ni portadores de tradición. Los folklorólogos sólo son científicos, ya que su obra lleva otras direcciones, otros horizontes, así lo manifiesta y lo aprendí con el profesor Arístides Burgos Villarreal, Director de la Escuela Nacional de Folklore, Dora Pérez de Zárate de Panamá, donde hemos realizado varias formaciones en los últimos meses.
La guía de estudio, "Introducción a la Ciencia del Folklore" del Instituto Nacional de Cultura, Escuela Nacional de Folklore, Dora P. de Zárate, establece: "Desde el punto de vista de la educación, el folklorólogo juega un papel muy importante, de encauzar un movimiento, promover una actividad de conservación y estímulo de las manifestaciones de mérito y desechar las que no lo tienen, no basta ser folklorista, es necesario ser folklorólogo".
La folklorología como ciencia
Es importante saber, que todas las palabras terminadas en "Logo" implican el estado científico del estudio: Antropólogo, Etnólogo, Psicólogo, Sociólogo, por tanto, el folklorólogo, es un científico de la folklorología como ciencia. Así como, no hay Conjuntos Folklóricos, si no Grupos de Proyección folklórica, y es que una vez que el hecho folklórico es sacado de su entorno, donde se desarrolla de una forma espontánea, se convierte en proyección del folklore. Esa es otra situación que no se entiende en el país, ya que los mismos llamados folkloristas, dicen que son o fueron parte, dirigen o dirigieron un conjunto folklórico.
Es que hace falta formación en materia de folklorología como ciencia y políticas de capacitación auspiciada por las instituciones correspondientes, pero quienes formen, se formen o se actualicen primero, ya que los tiempos cambiaron y como hemos planteado desde el inicio del artículo, la cultura se transforma, pero muchos entes no le gustan ni aceptan esas transformaciones.
De acuerdo con lo que plantea Ralph Steele Boggs en su obra: "El Folklore, definición, ciencia y arte" (1944): Hablar de Folklore y dar a la expresión un sentido cabal y un significado preciso, sería resolver todo el problema de la nueva ciencia, que requiere por lo menos la respuesta concreta a dos grandes cuestiones. La primera vinculada con "lore", saber, y consiste en precisar qué hechos, qué saber es el que forma su contenido; la segunda que se relaciona con la palabra "folk", pue· blo, se propone averiguar el sujeto a que pertenecen esos hechos. Así todo el problema de la ciencia folklórica se reduce a resolver dos interrogantes: cuáles son los hechos que integran su objeto, y a quién pertenecen esos hechos. Como punto de partida llamemos en nuestra ayuda al mismo Thoms, quien, al crear la expresión, dijo que con ella se quería designar "aquel sector del estudio de las antigüedades y la arqueología que abarca el saber tradicional de las clases populares de las naciones civilizadas". Era una rama de la Arqueología para estudiar el saber tradicional, entendiendo por tal "todo Io relativo a las antiguas prácticas y costumbres, a las nociones, creencias, tradiciones, supersticiones y prejuicios del pueblo común".
Pero si profundizamos más sobre el tema, y estudiamos a Augusto Raul RAUL Cortazar en su obra: "Bosquejo de una introducción al Folklore " (1942), este refiere:
De acuerdo a su origen etimológico, el Conde de Puymaigre decía, en su obra de 1885, que el término Folklore comprende en sus ocho letras: los poemas populares, las tradiciones, los cuentos, las leyendas, las creencias, las supersticiones, los usos, las adivinanzas y los proverbios. Por su parte, la Folklore Society de Londres adoptó la clasificación de Gomme, quien dividía el Folklore en cuatro grandes partes: creencias y prácticas supersticiosas, costumbres tradicionales, relatos tradicionales, y "folk-sa' yings" (dicciones, rimas, expresiones diversas). Dice Rodolfo Salazar que cuando se extendió el nombre de folklore por países de habla no inglesa comenzó a llenarse de un significado que no tiene en la acepción original; ese significado siguió creciendo en extensión e intensidad conforme el Folklore ampliaba sus horizontes y organizaba científicamente sus procedimientos inductivos y deductivos. A la postre nos encontramos con que, como en lengua inglesa folklore significa la sabiduría de las gentes del pueblo, sabiduría popular, en contraposición a conocimiento científico, a sabiduría de los sabios, se viene a suponer que es folklórico todo lo que perdura larvado en la memoria popular, en la retentiva de las gentes, guardado por tradición oral, por la capacidad conservadora de las muchedumbres, como lo describe Paul Sebillot en su libro: " Le folk-lore, Litterature orale et Ethnographie traditionnelle" (1913).
De acuerdo con esos folklorólogos que hemos citado, es evidente que, si nos ajustáramos estrictamente a su origen etimológico, de acuerdo al propósito de su creador, se dejaría fuera del campo de la ciencia del folklore un conjunto de grandes hechos que hoy les pertenecen. La ciencia del folklore en su contenido ha sufrido un proceso de ampliación: no sólo comprende el saber intelectual, sino que ella abarca toda clase de actividades del pueblo; casi es sinónimo hoy de cultura popular, como también es conocido el folklore en muchos países incluso del Caribe y Latinoamérica.
Con respecto al problema de averiguar cuáles son los hechos que integran su objeto, se sostiene, antes que nada, que son expresiones de la vida cultural, que se manifiestan empíricamente y llevan el sello de lo tradicional. El tipo de conocimiento es un saber no sistemático; de modo que se forma por una especie de reflexión inconsciente sobre los hechos mismos, así lo plantea Imbelloni en la obra: Concepto y práctica del folklore como ciencia" (1943).
El folklore dominicano
Interconectando un tema con el otro, una de las maneras de las que me encanta escribir, volviendo a la celebración del Día Nacional del Folklore en el país, cabe destacar que fue Dago, como cariñosamente le decimos, el propulsor de la declaración del día, eso hay que decirlo, para los que no lo saben, honor a quien honor merece o al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.
El mismo Dago ha escrito en varias ocasiones la historia que condujo a la declaratoria del día, cito: “Por recomendaciones del entonces ministro de Cultura, el poeta Tony Raful, a iniciativa de Dagoberto Tejeda Ortiz, fue posible que 31 de enero del 2001 el Presidente Hipólito Mejía, emitiera el Decreto Presidencial 173-01, declarando “el 10 de febrero de cada año, como Día Nacional del Folklore Dominicano”, exaltando a diversos personajes en esa ocasión. Ese decreto presidencial se sustentaba en bases antropológicas donde se destacan conceptualizaciones fundamentadas en la máxima de que científicamente “no existen culturas superiores ni culturas inferiores, sino culturas diferentes”, que el folklore en “la cultura dominicana en sus múltiples manifestaciones constituye la base de la nacionalidad” y “que el folklore es determinante para la definición y el afianzamiento de nuestra identidad nacional”.
Sostiene Tejeda Ortiz en su columna Convite de Acento, reflexionando sobre el folklore dominicano: “Realmente, el “folklore”, vino a entrar en las preocupaciones y en el quehacer de los investigadores dominicanos en 1887, cuando el escritor Cesar Nicolás Penson, autor de la obra clásica “Cosas Añejas”, formuló el contenido y la importancia de lo que él llamó el “folklore Quisqueyano”. El conocimiento del folklore dominicano cobró importancia para los norteamericanos durante la primera ocupación militar a nuestro país en el 1916-24 para conseguir un mayor nivel de racionalidad en la dominación y un mayor conocimiento de lo que somos las y los dominicanos. El 18 de febrero de 1922, el Superintendente General de Enseñanza, Lic. Julio Ortega Frier, envió una circular solicitándole a los intendentes (inspectores) de la enseñanza a nivel nacional elaborar un informe donde se describieran las costumbres, los usos, las creencias, los hábitos, el lenguaje, la religión, de los diversos distritos escolares del país, los cuales fueron publicados por el investigador Emilio Rodríguez Demorizi en su libro “Lengua y Folklore de Santo Domingo”.
En la República Dominicana el folklore se desarrolla a través de la artesanía, la música, vestuarios y forma de vestir, el hablar de la gente, gastronomía, las tradiciones y costumbres. Una de las manifestaciones culturales de este país donde más se refleja el folklore es el carnaval, un carnaval que no es de carnestolendas, ya que lo tenemos todo el año, para mí la más importante y democrática de todas las manifestaciones existentes. Pero también tenemos el ritmo contagioso de nuestra música en diferentes formas, que varían por regiones y tienen diferentes características y funciones, desde los palos o atabales, la mangulina, la comarca, el carabiné, la yuca, el merengue y la bachata. Pero existen otros ritmos folklóricos que ya cumplieron su función social en el tiempo, y los grupos lo llevan al escenario con el interés de ponerlo en valor. Uno de ellos es el Chenche Matriculado, que de acuerdo a lo que establece Fradique Lizardo: “Es un baile muy movido, que se baila en pareja, y que fue muy popular a principios del siglo XIX. La mujer hace una especie de zapateo y mueve los pies en pasos largos, combinados con pequeños saltos también acompasados. El hombre baila en la forma que llaman “espantada”, porque da saltos y hace determinados movimientos como si estuviera expresando susto o espanto. Se interpreta, como tantos otros ritmos populares dominicanos, con acordeón, güiro, tambora y saxofón”. Son cantidades los bailes reportados y conocidos por Fradique en sus viajes de investigaciones por todo el país.
Para finalizar queremos destacar, honrar y agradecer a propósito de esta celebración, la labor de todos los hombres y mujeres dominicanos, los que ya no están con nosotros, pero dedicaron sus vidas al quehacer folklórico y cultural en el país desde las diferentes áreas de trabajo, así como a los que siguen vivos aportando y las nuevas generaciones, desde los portadores, los investigadores, intelectuales, mujeres del campo, cantantes populares, repentistas pueblerinos, rezadoras, mantenedores de tradiciones populares, cocineras, carnavaleros y careteros, gestores culturales, bailadores, coreógrafos, atabaleros, servidores de misterios, periodistas culturales, analistas, escritores, en general a todos y todas.
Es un día para celebrar, aprender y repensar las políticas folklóricas del país, esa que ha sido olvidada, despreciada, no discutida, poco vinculada y muy poco apoyada por los gobiernos. Por esa razón, es que estamos como estamos. Nos vemos el próximo domingo y Feliz Día Nacional del Folklore dominicano.